PAYASO

PAYASO

Por Eduardo Resendiz Sánchez

 

Crédito de imagen a quien corresponda

Caminas por la calle confuso, miras los colores de las casas, a la gente que pasa a tu lado.

Llevas una semana tomando, tienes dos cosas en el alma: la melancolía y el alcohol.

En la semana te corrió tu patrón cuando te caíste haciendo un chiste, oías como tus compañeros decían: “otra vez ya vino borracho”.

Te arrastraban por el escenario, la rechifla de la gente corría por toda la carpa, al otro día la sed de la cruda era insoportable, tus manos temblaban, buscando una botella de alcohol en la cocina, el recuerdo de Rosita, la dulce y buena Rosita, la que te robo tu corazón.

Ella, la que se te metió en el alma como llama de fuego, el día que la viste por primera vez ensayando su número de trapecista, en el circo Atayde Hermanos.

Sus ojos, sus labios, aquel cuerpo seductor, las piernas más bonitas que habías visto, pero había un problema: el alcohol que empezabas a tomar.

Se te hizo un hábito diario.

El amor entre tú y Rosita se fue apagando poco a poco.

Tus actuaciones cada día se hacían menos, recuerdas el día que fueron muchos niños para que los hicieras reír, eran días de gloria, de fama, de buena paga, las fotos en los periódicos junto a los niños, te hacían famoso, el payaso Gomita.

Si Gomita, eras la estrella, los aplausos, los golpecitos en la espalda, Rosita en tu camerino dándote un beso; en tu camerino tomándose la foto con el gran Gomita.

La fama te llegó de golpe, los aplausos, las mujeres, las drogas, el alcohol, Rosita, las felicitaciones del dueño del circo.

Tu aumento de sueldo fue un domingo cuando el circo estaba a reventar para ver al payaso Gomita.

De dormir en la calle, recorriste el camino hasta ahora que eras una estrella, tus compromisos no te dejaban ni un día libre, los circos se peleaban por ti.

El viejo recuerdo de cuando dormías abajo de los puentes de Tacuba, quedaba muy lejos.

Te reías de la vida, el triunfo, el dinero eran parte de ti, el día que tu padre te corrió de tu casa porque no te quería, su amante en la misma casa, caminabas sin rumbo con las manos en las bolsas, las calles eran tu ciudad, la soledad iba acompañada de tu sentimiento, la lluvia mojaba tus pies, el hambre gruñía en tus tripas, la luna te acompañaba en tus largas caminatas, cuando te pintabas en el espejo mirabas como ibas envejeciendo, la cara llena de polvo blanco, los labios negros, la sonrisa apagada.

Te ponías la careta de la alegría, bailabas, contabas chistes, agarrabas el paraguas, cantabas y caminabas graciosamente, el público se reía, “Gomita – Gomita” gritaban y aplaudían.

Rosita sentada en la butaca te veía, acababas cansado en cada actuación.

La soledad de tu cuarto, el hambre que tenías, las ansias de tomar alcohol, el recuerdo de tu madre cuando te dijo “adiós” agarrado de la mano de tu padre, la madre delgada, enferma, te estrechaba en sus brazos, el padre alcohólico violento, en las noches que llegaba te pegaba e insultaba, el agua fría del río cuando te bañabas, lejos los recuerdos del pueblo, la casa de ladrillos de adobe, el arbol negro donde dejaste el columpio moviéndose, el taco de chile y frijoles que compartías con tu madre, recuerdos muy lejanos que se hacían presentes cuando cerrabas los ojos embrutecido de alcohol.

El día que Rosita te dijo “adiós” porque ya era amante de tu patrón, la flecha del dolor y el adiós quemaba tus sentimientos.

La furia, los celos, la impotencia, te estremeció los huesos, te calaba, si, te calaba.

“Yo el payaso Gomita, en mi desgracia y en mi derrota”.

El dinero lo compra todo menos el amor de Rosita, el recuerdo y el sentimiento me llegan muy adentro, como el recuerdo de mi madre, el día que me corrió mi padre, la calle, el frío y la soledad eran mi compañía, Rosita la dulce Rosita, la traidora, la sancheadora, la hija de su…..,mejor me callo, no vale la pena ni mis palabras.

Sigo caminando por esas calles tan largas del centro, las tiendas cerradas ya es de noche.

Las amantes ocasionales pasan con faldas muy pegadas y cortas, las damas del buen decir, resistentes a todo, a los borrachos, neuróticos o asesinos tal vez, por unas monedas nos dan su cuerpo, vampiras de la noche, peligrosas, nos pegan una gonorrea el día que nos tomaron la mano...

"Ese papucho, ¿vamos?”

La cantina está abierta me paso y me regreso, en la barra solo con la cerveza en la mano, las almas del purgatorio tomando; cayéndose por borrachera, las tristes almas igual que yo.

El alcohol, refugio de los olvidados, amantes del vicio, de las mujeres, de la noche, de la cantina, mañana tengo que actuar en una carpa, ahora tengo una patrona gorda horrible, muy exigente, me hostiga, los chistes se me olvidan, le pierdo amor a la vida,o dejo de ser hijo de la calle.

En la carpa donde actuó hay muy poca luz, casi a obscuras hago mi trabajo, la paga es muy poca, de 15 mil pesos que me pagan antes a la semana en el circo, hoy en esta triste carpa apenas 2,000 pesos.

Dejé de comprar coñac, de quedarme en hoteles de medio pelo, de usar trajes de marca.

Todavía me duele el recuerdo de Rosita, la dulce y bella Rosita, la mujer que quise más.

Con las amantes que tuve se me fue el dinero y la juventud, de Gomita ya casi no queda nada, soy un vaso de coñac, un vaso de cerveza, una carcajada, una bofetada, todavía me río de mi.

Estoy pensando seriamente: volver a los puentes de Tacuba, a las bancas de Garibaldi, a caminar por las calles desnudas y frías, con las manos en las bolsas del pantalón, demostrar mi arte en los semáforos, en el metro, en los mercados, ya tengo más de 50 años.

Puedo pensar en un asilo.

Estoy viendo una vieja película en blanco y negro, donde actúo yo en el circo Atayde Hermanos, las butacas llenas, Rosita saludando a la cámara, mi patrón abarazándome, riéndome, el hermano de Rosita junto a mí.

Tengo el ultimo vaso de coñac, apenas lo puedo sostener, se me resbala de los dedos, el catre donde estoy acostado es frío, ruidoso, la foto de Gomita a un lado de la puerta de entrada, aparezco con un niño agarrándole la cabeza, botellas vacías debajo del catre, de cervezas, la foto de Rosita, la bella Rosita, en la bolsa de mi camisa.

Está lloviendo en la calle, un día gris sin mayor importancia, empieza hacer frío, tengo más de una semana tomando día y noche….

Ruedan por mis ojos lágrimas tibias, amargas, tristes…mis labios se mueven cantando la canción de Javier Solis, en la consola……

“En cofre de vulgar hipocresía

ante la gente oculto mi derrota

payaso con careta de alegría

pero tengo por dentro el alma rota

en la pista total de mi destino

una bala mujer cruzó en mi camino

soy comparsa que jugó con mi vida

pero siento que mi alma está perdida

payaso soy un triste payaso

que oculto mi fracaso, con risas y alegrías…”

 

Un fuerte ruido se oyó en la habitación.

Un vaso con coñac cayó al suelo rompiéndose en mil pedazos.

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