EXTRACTOS DE: JUAN O´GORMAN UN BUEN MEXICANO

  

EXTRACTOS DE: JUAN O´GORMAN UN BUEN MEXICANO

https://www.centroricardobsalinaspliego.org/ayc-biblioteca/juan-o-gorman-un-buen-mexicano/ 

(Imagen Marín Borboa Gómez)



Conmemoramos al arquitecto y pintor Juan O’Gorman, a cuarenta años de su muerte... con un ensayo de la comunicóloga Sofía Margarita Provencio, sobrina bisnieta del artista.

 

Sofía Margarita Provencio (Ciudad de México) estudió la licenciatura en Comunicación de la Universidad Iberoamericana; una especialidad en Museografía en el Centro de Cultura Casa Lamm; y una maestría en Urbanismo en la Universidad Politécnica de Cataluña, en Barcelona. Fue jefa de comunicación del museo Tamayo... En 2021, curó su primera muestra sobre la vida y obra de Juan O’Gorman: O’Gorman O’Gorman 1905-1982 para la Casa de Cultura de Azcapotzalco. Actualmente, es jefa de asesores de la comisión de movilidad de la Cámara de Diputados

 

“Juan O’Gorman arquitecto,

Un artista muy sutil

Con voluntad de albañil,

Fue pintor de fio esmero

Y poeta tilichero.

No hizo casa de cajón

Para acumular dinero.

Por andar d’enamorao

Dándoselas de glotón

Se volvió vegetariano

Y esquelético marciano.

Al infierno fue directo,

Hoy reposa en el panteón

Con hambre de tiburón”.

 

Juan O’Gorman, 1957.

 

“Su vida en muchos sentidos fue espejo del contexto en el que creció y se desarrolló como artista: un México posrevolucionario que buscaba reinventarse a través de una supuesta identidad colectiva con bríos de grandeza nacionalista pero carente de una hoja de ruta. Así, un modernismo incipiente dio paso a la historia nacional del siglo XX.

 

O’Gorman nació en un México radicalmente distinto al que lo vio morir. Siempre dispuesto a modificar y calibrar su mirada…”

 

“La vida de O’Gorman comienza un 6 de julio de 1905 en el barrio de Coyoacán, hijo de Cecil Crawford O’Gorman, inmigrante irlandés quien tuvo a bien casarse con Encarnación O’Gorman, su prima lejana. Encarnación, mejor conocida como Chonita, era descendiente de Carlos Tadeo O’Gorman, el primer cónsul que envió la Corona británica al México independiente de 1923. De tal forma que los hijos de Cecil y Chonita: Juan, Edmundo, Margarita y Tomás se apellidaron O’Gorman O’Gorman.

 

Juan vivió sus primeros años rodeado del paisaje semidesértico del Bajío, en la ciudad de Guanajuato. Su padre Cecil, químico de formación, había sido contratado para trabajar en la compañía minera El Profeta. Al estallar la Revolución, la vida en Guanajuato se tornó complicada y violenta. La familia O’Gorman O’Gorman decidió regresar a la Ciudad de México, donde en 1913 adquirieron una casa...en el barrio de San Ángel, en aquella época un suburbio. Fue ahí donde transcurrieron los años revolucionarios, a pocas cuadras del cuartel Yaqui, instalado en la plaza de San Jacinto.

 

Como era de esperarse, Juan y sus hermanos coleccionaron memorias particulares de los años bélicos. Los relatos autobiográficos tanto de Juan como de su hermano, el historiador Edmundo O’Gorman, están llenos de anécdotas de enfrentamientos y encuentros con soldados. Escuchaban las batallas desde la azotea de la casa y posteriormente bajaban a ver qué posible botín habría quedado entre los cuerpos de los vencidos. Juan relata que en momentos de escasez llegaron a comer carne de gato y perro, e incluso en una ocasión se hicieron de una mula que había sido víctima del fuego cruzado. Dentro de la casa, un santuario protegido con una bandera del Reino Unido que colgaba sobre la entrada en símbolo de paz, aquel gran jardín se convirtió en un vergel lleno de hortalizas y verduras. Se implementó un sistema de captación de agua pluvial para fomentar la autosuficiencia. Sin embargo, en temporadas de sequía, continuaban extrayendo agua del río Magdalena; debido a los múltiples cuerpos arrojados al río y las enfermedades que pudieran provocar, Cecil, utilizando sus conocimientos de química, trataba el agua para convertirla casi por arte de magia en potable”.

 

“A pesar de no asistir formalmente a la escuela, durante esos años, los niños O’Gorman O’Gorman recibieron una educación estricta de aritmética y literatura. Contaban con una biblioteca formidable y su padre les leía en inglés frecuentemente. En casa vivieron muchos contrastes, las ideologías de sus padres eran muy distintas. Su madre era una mujer piadosa y profundamente religiosa, mientras que su padre era un hombre firme que promulgaba el estricto apego a la ciencia. Juan contaba que mientras su madre los llevaba al sermón de los domingos, su padre les prestaba El origen de las especies de Darwin, insinuando que lo leyeran durante misa. Sin embargo, en medio de todas las diferencias, para los O’Gorman siempre hubo un punto en común: el arte”.

 

“Desde pequeño, Juan estuvo expuesto a la pintura y al dibujo. Los muros de la casa de San Ángel los intervino Cecil, quien también era un talentoso pintor y retratista. Igualmente, Angelita Moreno de O’Gorman, madre de Chonita y abuela de Juan, le inculcó a temprana edad la curiosidad por la pintura. Le montó su primer “taller improvisado”, el cual surtió de lienzos y materiales; y lo motivó diciéndole que tenía talento para el dibujo. Años más tarde, Juan afirmaría que su amor por México se lo debía a su madre y a su abuela, y su paleta de color, al primer entorno de su infancia, que describió como “casas pintadas de diversos y vivos colores y cerros pelones, rojos, llenos de cactus verdes y vegetación seca”, en referencia a esos primeros años en Guanajuato”.

 

“Entre los libros de Darwin y la obsesión con la teosofía de su padre, el catolicismo de su madre, su encuentro con El Corsito, el éxito creciente del muralismo, la gestión educativa de José Vasconcelos, las demandas revolucionarias y, en general, los múltiples cambios de una ciudad que poco a poco se despedía de sus vestigios rurales, Juan O’Gorman formó su persona mediante contrastes y con la promesa de un futuro distinto para México.

En 1922, ingresó en la Escuela Nacional de Arquitectura”.

 

“La arquitectura no era lo único que ocupaba su tiempo. En el círculo de arquitectos con que colaboraba en aquellos primeros años se encontraba Carlos Tarditi, quien le dio la oportunidad de realizar sus primeros murales en espacios públicos, específicamente, en tres pulquerías del centro: Los Fifís, Entre Violetas y Mi Oficina. El reglamento oficial de la época prohibía que se interviniera el interior de las pulquerías. Sin embargo, Tarditi, a través del Departamento de Salubridad Pública, logró que se modificaran las reglas para poder pintar al interior de dichos espacios, siempre y cuando los murales se llevaran a cabo arriba de lambrines de dos metros de altura. Estas primeras obras fueron destruidas y sobreviven apenas unos bocetos. Afortunadamente, en la biblioteca Fray Bartolomé de las Casas, en la alcaldía Azcapotzalco, permanece el mural Paisaje de Azcapotzalco, realizado con el mismo detalle técnico de la altura que predeterminó O’Gorman en 1926. Es el más antiguo que se conserva hoy en día”.

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