AMIGA DE LAS ABEJAS

AMIGA DE LAS ABEJAS

Por Marta Mercedes Jiménez López

 

Crédito a quien corresponda

Compartiré la historia de mis bisabuelos, Natalio López y Encarnación Castellanos, estaban recién casados, él era labrador. Enamorados los dos, se iban muy temprano al llano a la jornada; Encarnación preparaba una canasta con lo necesario para comer.

Mientras Natalio trabajaba la tierra Encarnación se ponía a la sombra de un frondoso árbol, bordando, tejiendo o cosiendo la ropa que usaban.

Una mañana, Encarnación vio una sombra volando que se acercaba a ella quedando sobre su cabeza, se dio cuenta que la sombra era un enjambre de abejas, por unos minutos se quedó quieta, después se dirigió a Natalio y le pidió su sombrero, regresó al enjambre y lo metió en él, así lo trasladó a su casa, haciendo con este su primer cajón de más de 100 que llegó a tener.

Desde entonces Encarnación dejó de ir al llano; porque ahora aparte del quehacer de la casa y el cuidado de las abejas, llegó su primer hijo de cuatro que tuvieron; era el año de 1900 cuando nace el primogénito Vidal, después, Candelaria, Felipa y Daniel.

Encarnación, a quien sus hijos le llamaban cariñosamente “Mamá Chona”, ahora no solo cuidaba de ellos, sino también, de la miel y la cera que obtenía de las abejas; con la cera hacia velas. La miel y las velas las vendía en su pueblo “San Andrés Sinaxtla” y en los pueblos aledaños que pertenecen al estado de Oaxaca.

Mamá Chona platicaba alegre y cariñosamente con las abejas (quizá seria por eso que cada vez tenia más), mientras cosechaba la miel de los panales, las abejas la cubrían de la cabeza a los pies, no usaba ningún tipo de protección; cuando alguien la acompañaba, ella antes hablaba con las abejas para que no fueran a picar a la persona invitada.

En una ocasión una tía de mi mamá me platicó lo siguiente:

“Recuerdo que tenía 8 años cuando fui por primera vez con mi tía Chona quien también era mi madrina de primera comunión, me invitó a conocer sus abejas y antes de sacar la miel habló con ellas y les dijo - es mi sobrina Leonor, no la vayan a picar porque me enojo con ustedes- estuve cubierta de cabeza a pies igual que ella por las abejas y las abejas la obedecían !No me picaron!”.

Los hijos crecieron y mamá Chona quedó viuda, su hijo mayor Vidal se casó con Avelina Ramos, del pueblo vecino “San Juan Yucuita”, ellos fueron mis abuelitos maternos. Ellos tuvieron 6 hijos Ángela, Marta y José nacieron en San Andrés Sinaxtla; Flora, Cruz y Esperanza nacieron en el Distrito Federal ahora Ciudad de México.

Cuando Ángela y Marta tuvieron edad para ir a la escuela me contaba mi amada abuelita Avelina, que Marta (mi mamá) iba brincando y cantando con su falda almidonada y sus trenzas con moños que también le brincaban, Ángela iba enojada y a veces llorando y apachurrándose la falda, no le gustaba lo esponjado ni los moños, aunque llevaba un cuaderno de verdad, no como el de Marta, que le hacían el cuaderno con pliegos de papel estraza, cortado y cosido.

A Marta le encantaba despachar la miel que producían las abejas de Mamá Chona, lo curioso era que siempre daba la misma cantidad ya sea que le pidieran 5, 10 o 20 centavos.

Avelina y Vidal, tiempo después llegaron a vivir al entonces D.F. a la calle de Puebla en la colonia Roma; en ese momento José todavía era un niño y salía a jugar a la calle con sus amigos, uno de ellos era Johnny Laboriel (aun no era un famoso rocanrolero), Johnny vivía en la esquina de Puebla y Frontera.

Crédito a quien corresponda


Mi mamá y sus hermanos fueron a la Escuela Primaria Horacio Mann, que está junto al mercado Juárez en Av. Chapultepec, así pasaron los años, felices y adaptándose a la ciudad.

Ángela y Marta eran unas jovencitas que les gustaba ir a la XEW la cual se encuentra en la calle de Ayuntamiento, ya que quedaba a unas calles de su casa, a ver a los artistas de ese tiempo como: Pedro Infante, Jorge Negrete, Cuco Sánchez, entre otros; me contaban que también podían entrar a los programas, en ese tiempo eran en vivo y sin boleto. Grandes artistas de nuestra música pasaron por esa estación.

Siempre era un gusto para la familia regresar a San Andrés Sinaxtla, sin embargo, en esta ocasión el regresó fue triste, porque irían a los funerales de Mamá Chona. Una vez que terminó el velorio, llegó la hora de ir al panteón, que está a la orilla del pueblo.

Como es costumbre, salió el cuerpo acompañado de los familiares y amigos. Detrás de ellos una fila de abejas que también la acompañaban.

Cuentan que durante el entierro las abejas volaban entre la gente; de regreso del panteón se percataron que ya no estaban las abejas, ellas se habían ido… igual que su amiga.

 

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