UNA EXPERIENCIA MÁS

UNA EXPERIENCIA MÁS

 Por Jorge Ureño de la O


Llegué a la parada del camión situada en la esquína de Salónica y Azcapotzalco. Ahí esperaba mi transporte para ir al colegio Simón Bolívar de Azcapotzalco, que estaba ubicado en calle Morelos no 37, pertenecía a la Congregación de las hermanas franciscanas. 

Estuvo a cargo por muchos años como directora la madre Gloria Soto González. 

A la fecha lo vendieron y en su lugar hay un colegio particular y oficinas del Consejo ciudadano. No puedo evitar ponerme melancólico pues trabajé 20 años con la madre Gloria.

Observé a las personas que esperaban el transporte, ya fuera ruta 100 o el pesero que cubría la ruta al Rosario, Reynosa San Martín, UAM, Bimbo.

Miré el rostro de cada uno de ellos. Todos con sus rasgos definidos diferentes, con un semblante serio y algunos con una muestra de fastidio. En ninguno se apreciaba el más mínimo intento de esbozar una sonrisa.

La noche apenas recogía los residuos de su sombra, pero el ajetreo se encontraba en su apogeo.

Todos buscando la forma de llegar lo antes posible a sus labores de asalariados, marginados, si no económicamente, si en sus ideales y gustos.

Porque cabe preguntar: 

¿Cuántos de ellos van a un trabajo que cumple con sus ideales y gustos? 

¿Cuántos van a un trabajo que cumple con sus ideales de toda la vida?

Claro que hay quien inicia su día con optimismo, ansiando llegar a trabajar, y al principio de la jornada se encuentra con compañeros o jefes que le absorben esa energía con la que salió de casa, solo con su actitud y su semblante.

Evitemos esto, pongamos una coraza de optimismo y reconciliación, no con los otros sino con uno mismo. 

Que nuestro sol interno alumbre y quizá llegue a entibiar a esos seres fríos y apáticos que a diario encontramos por doquier, que se aferran a su verdad y no son capaces de ceder ni brindar una sonrisa.

Aprendamos a dejar que el creador modele nuestra mente y corazón sin llorar: ya sea porque perdimos fuerza, autonomía, el trabajo o algún bien material... ya que todo es pasajero.

Y pidámosle, nos permita disfrutar todo esto como parte de las experiencias que enriquecen la vida.

Jorge Ureño de la O   o sea yooo.

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