LAS PLAYAS DE MI BARRIO (PARTE 2)

LAS PLAYAS DE MI BARRIO  (PARTE 2)

Por Gustavo Aquino Domínguez

 


Esta crónica es de tiempos muy antiguos. A través de la lectura, descubrirán la época.

 

Después de bromear y reír acerca de estas playas chilangas en un barrio chintololo, proyecto idea polémica de un Jefe de Gobierno que quiere ser Presidente, hacer el camino de regreso fue sencillo, aunque la Pasión continuaba.

 

En las calles, otra vez la multitud.

 

Ahora dentro de un pequeño parque donde se levantaban tres cruces con ladrones y el Cristo. Nada de relámpagos ni lluvia como sucede en las películas, todo estaba tranquilo, aunque nublaba, el sol se defendía, no se quería ocultar.

 

El rumbo era el centro de Azcapotzalco, el microbús avanzaba rápido.

 

El mercado, “La Toluca, cantina”, la gasolinería, un banco, el Jardín Hidalgo, la Casa de Cultura, un hospital. Azcapotzalco a todo lo que da, como un viejo pueblo que no se atreve a ser ciudad, en el que destacan más las iglesias y sus pedazos de tierra verde con banquitos para las parejas.

 

Y otra vez la algarabía. La gente y sus días libres, sus tardes de paseo, sus helados, sus sonrisas, sus novios y novias, su familia, su soledad y su alegría, su cafecito de la esquina, su quiosco en el jardín, su pedazote de chicharrón con crema y salsa picante, sus viejitos sentados en la banca, sus boleros con uniformes deslavados y su “¿le damos grasa joven?”.

 

El sol retoma su esplendor y acompaña a los transeúntes al último tramo de su paseo, es el centro, no hay más a dónde ir. Aquí el tráfico de automóviles es lento, todos, peatones y automovilistas, coinciden en el mismo lugar.

 

Se acerca la hora de entrada al cine, la plaza comercial llena, las películas de estreno están buenas, valen la pena, y a la salida, un café o un refresco, y la despedida. Si no traen automóvil, a esperar el microbús o trole, que distribuirán convenientemente a la ciudadanía en cada rincón de esta parte de la ciudad.

 

Ahora sí amenazaba la lluvia, y se deja sentir un ligero frío.

 

Pero es viernes, algunos aprovecharán para irse de parranda, al fin que aquí en Azcapotzalco y sus barrios, aunque pocas y modestas, las cantinas no faltan.

 

De la crucifixión nadie se acuerda.

 

En el noticiero, una voz solemne, santurrona, acongojada, un sacerdote tal vez, recuerda los últimos momentos del Cristo en la Cruz, y para concluir repite aquella conocida frase de antes de morir. “Perdónalos señor, porque no saben lo que hacen”.


(Imágenes: Martin Borboa Gómez)

Entradas más populares de este blog

MUJERES CRONISTAS DE AZCAPOTZALCO, CDMX (primera parte)

VIERNES DE DOLORES

TRES TEMPORADAS DE FANTASMAS EN LA UNIDAD TLATILCO, AZCAPOTZALCO, CDMX