VOLCÁN TEUTLI

VOLCÁN TEUTLI

Por Martina Rodríguez García


Algunas veces escuchamos el nombre de un pueblo o alguna ciudad, y poco a poco van llegando a nuestra mente las imágenes de dicho sitio.

En esta ocasión, al recordar al volcán Teutli para escribir este artículo, vienen a mi mente las personas con quienes compartí la siguiente aventura.

En esa fecha, yo recibí una invitación, para estar con mis compañeros cronistas, algunas amistades, mi esposo, e ir a un lugar famoso por su tradición en la elaboración del mole: San Pedro Atocpan, en Milpa Alta, Cdmx.

Una tradición, que como costumbre familiar, ha ido pasando de generación en generación.

Estando en ese lugar, entrar en alguna tienda parece que brota de las paredes el sabroso aroma del mole.

Las personas del sitio ofrecen sus productos con amabilidad, y con sabiduría se ganan la atención de los visitantes.

Llegamos a una casa donde ya se apresuraban a servir en el comedor los sagrados alimentos, después de saludos y presentación del grupo de cronistas.

En la plática se mencionó el volcán Teutli, a lo que la mayoría de los cronistas propusieron irlo a conocer, y guiados por las personas que ya lo identificaban por ser habitantes del lugar, fuimos, y ahí estuvimos...

Al pie del gran Teutli.

Había una cueva, gran costrucción de la naturaleza, ahí nos platicaron, a manera de leyenda, que si entras allí, sales hasta otro pueblo, ya sea del Estado de Morelos o de Guerrero, según camines.

Tomamos fotografías.

Siguió la plática, y decidieron subir a la cima del volcán, para asomarse a ver que había en el corazón de dicho coloso.

Mis compañeros se adelataban en el camino de la subida, y yo pidiendo poder alcanzarlos y subir igual para admirarlo.

Llegó un momento en que me cansé, me quedé parada viendo al cielo, y pedí a Dios me permitiera llegar a la cima, y lo logré gracias a Él.

Hasta Antonio Urdapilleta y demás compañeros se sorprendieron de que yo estuviera ahí ya, en la cima junto a ellos. Conocímos y admiramos el majestuoso volcán Teutli, reflexionando sobre todo lo que la naturaleza conserva, para que demos pasos sobre la historia.


Aprovecho para agradecer al Ing. Alfredo Yescas Flores, que me compartiera la siguiente leyenda, de la autoría del Profr. Carlos Villanueva Yescas, cuya transcripción un poco abreviada es la siguiente :


"LEYENDA DEL VOLCÁN TEUTLI


Sintiéndose terriblemente solo, Ometecutli, después de haber creado la tierra, decidió poblarla.

Se dividió a sí mismo en dos seres: un hombre llamado Tonacatecuhtli, y una diosa, su mujer, llamada Tonacacihuatl.

Esta pareja tuvo cuatro hijos:

Camaxtle, de color rojo,

Mayocoya, de color negro,

Quetzalcóatl, de color blanco, y

Huitzilopochtli, que nació sin carnes, pero que al obtenerlas fueron de color cobrizo.

Estos cuatro dioses dejaron pasar setecientos años en largo reposo, y al cabo de ellos se reunieron y acordaron completar el mundo.


Crearon al primer mortal al que llamaron Cipactonal, y a la primera mujer Oxomoco.

Al varón dieron por ocupación labrar la tierra.

A la mujer hilar y tejer.

Este matrimonio tuvo como descendientes seres gigantescos que poblaron la tierra.

Por sus desmanes incurrieron en la cólera divina y fueron extinguidos.

Popocatépetl, Teutli e Ixtaccíhuatl, pertenecían a esa raza de gigantes, y habitaban el pueblo, que muchos soles después sería la gran Tenochtítlan.

Sus respectivas familias unidas entrañablemente, se habían granjeado el respeto y el cariño de sus súbditos, a los que gobernaban con justicia y equidad.

Popocatépetl y Teutli eran como hermanos, se habían criado juntos, habían participado en los mismos juegos infantiles, habían recibido juntos también la rígida educación que se impartía a los futuros guerreros, y juntos habían luchado las constantes y sangrientas batallas que tenían contra las tribus que aún, en estado semisalvaje, incursionaban frecuentemente en los poblados más civilizados para proveerse de alimentos, y acrecentar el número de sus mujeres.

Ambos a la misma edad, rivalizaban en apariencia física. El rigor y la templanza habían cincelado maravillosamente sus cuerpos, su habilidad en el manejo de las armas era temible, su valentía había traspasado las fronteras de su pueblo, y a sus cualidades físicas se unían las grandes virtudes de su raza: la lealtad, hasta llegar al sacrificio, el honor y la justicia.

Ixtaccíhuatl, era una mujer nubil, de cuerpo hermosamente esbelto, de rostro suavemente moreno y piel delicada, era la inspiración de los poetas, pues en ella los dioses habían volcado sus dones, y en vez de corazón, le habían colocado un tzentzontle, que extasiaba con sus cantos dulces a todos aquellos que la escuchaban.

Había obtenido el Macuilxóchitl, máximo galardón que se entregaba a la mujer, y los príncipes más nobles hubieran dado todo por una de sus sonrisas.

Popocatépetl y Teutli, estaban apasionados por ella, sin que el cariño de uno fuera conocido por el otro.

Al verla, sus cuerpos y almas se estremecían en dulces inquietudes, y una extraña angustia embargaba sus espíritus.

Cuando no estaba cerca la amada, hubieran sacrificado hasta la úlitma gota de sangre por satisfacerle el menor capricho.

Teutli fue quizá, el primero en darse cuenta de los sentimientos de Popocatépetl, y desde entonces su nobleza sufrió el tormento de los celos, pues su lealtad le impedía interponerse en el camino de su hermano, y comprendía que debía sacrificarse por la felicidad de dos seres queridos.

No tardó Popocatépetl, en descubrir también el motivo de la angustia y el dolor que aquejaban a Teutli, y juró por los dioses no manifestar su amor, para no ensombrecer el cariño que ellos se tenían, pero la tristeza que empañaba a sus ojos, era la demostración más grande de las penas que su alma se encontraba padeciendo.

Ixtaccíhuatl, con la perspicacia propia de la mujer, se había dado cuenta y temblaba al solo pensar que alguno de ellos declarase su amor.

A los dos quería entrañablemente, y las noches de insomnio eran testigas de la lucha que en su interior se libraba, para decidir cual debía ser su preferido. Cuando al fin cerraba los ojos por el sueño, veía imágenes borrosas en las cuales uno de ellos la abandonaba, escenas que la hacían despertar prorrumpiendo en sollozos.

Fue en ese tiempo cuando estalló una guerra a muerte entre los pueblos del mundo, guerra tan sangrienta que tiñó de rojo las tierras, que se convirtieron en tristes páramos.

El suelo se estremecía así como el espacio, se espantaban hasta los corazones más valientes.

Los macahuitles al chocar con los chimallis, hacían brotar cascadas de brillantes que chispeaban con múltiples colores, a los rayos del sol.

Las figuras de nuestros héroes con rítmicos y certeros movimientos alfombraban de cadáveres el campo, pero la superioridad numérica de los guerreros enemigos al fin se impuso, y quedaron solos en el campo de batalla protegiendo a Ixtaccíhuatl, que con el valor de su raza, también participaba en la epopeya, preparándoles las armas, y haciendo caso omiso de la herida mortal que una flecha, al atravesar su cuerpo, le había ocasionado.

¿Cómo Teutli convenció a Popocatépetl?

Solo los dioses saben, pero el hecho fue que éste, Popocatépetl, tomándola de la mano, la obligó a seguirlo, atribuyendo al cansancio o quizá a las emociones, la palidez del rostro.

Así caminaron bajo una lluvia de flechas.

Ixtaccíhuatl se teñía de púrpura.

Popocatépetl se daba cuenta de que la blanca túnica de Ixtaccíhuatl revelaba la mortal herida y el cuerpo de la dama desfallecía, amorosamente la tomó entre sus brazos, y siguió alejándose casi hasta perderse en el horizonte.

Cuando sintió que las fuerzas lo abandonaban, depositó el cuerpo inerte de su amada en la cumbre de la montaña más alta del valle, cayó arrodillado, y así le sorprendió la muerte, velando el sueño eterno de su compañera.

Por su parte, Teutli seguía luchando en solitario contra el enemigo, su cuerpo se encontraba erizado de tantas flechas encajadas, y a pesar de ello, sembraba espanto y pánico entre sus enemigos.

Sintió fuerza para reunirse con Ixtaccíhuatl y Popocatépetl, pero un macahuitle descargado con furia asesina doblegó su cuerpo, y ahí quedó para siempre, con la mirada clavada en dirección a su adorable Ixtaccíhuatl.

Nuestros héroes fueron admirados por sus dioses.

Y ellos, enternecidos por el valor mostrado por los valientes, ordenaron que fueran cubiertos con el manto piadoso de la muerte.

La leyenda termina diciendo que así quedaron con el eterno sudario de nieve, los cuerpos de Ixtaccíhuatl y de Popocatépetl.

De Teutli cuentan que era tanto el calor amoroso que corría por sus venas, que al escapar la sangre de su cuerpo y esparcirse por las campiñas, se convirtió en ardiente lava, que destruyó lo que encontró a su paso, y que el manto niveo que lo cubría, se transformó el límpidos y cristalinos torrentes, que llegaron a fundirse con las aguas de los lagos de Chalco y Xochimilco, que antaño, hasta allá llegaban".



(Imagen: internet)

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