SIN ALMA EN EL CUERPO
SIN ALMA EN EL CUERPO
Por Martina Rodríguez
García
Son las nueve de la mañana. Elías cerró la puerta de su tienda para ir a su otro trabajo.
Elías y sus dos
compañeros de chamba son los encargados de ordenar y pasar al crematorio del
panteón, los cuerpos de los difuntos según la lista que les entrega el
administrador.
De pronto
recuerda que no pidió el gas, se le olvidó. Uno de sus compañeros se llama
Miguel, tiene un negocio de carpintería en el que fabrica y vende urnas para
las cenizas de los muertos.
El otro compañero
es Adrián, se dedica al comercio vende
pañuelos, trajes usados, sábanas y todos los tiliches habidos y por
haber.
Son las 11 de la
mañana y Elías se da cuenta que el gas del crematorio se ha terminado, los
cortejos fúnebres empieza a llegar, uno tras otro van pasando los ataúdes al
subterráneo.
Allí se encuentra
la sala donde Adrián y Miguel forman los cadáveres.
Colocan sobre los
cuerpos la hoja de registro de defunción para desocupar los féretros y
devolverlos a los familiares y estos a la vez a la funeraria.
Estas hojas son
muy importantes.
Los familiares y
acompañantes entran a la capilla adjunta al crematorio, mientras esperan entre
rezo y llanto la hora en que les entreguen las cenizas de su muerto.
Elías sigue
llamando por teléfono al servicio del gas, está desesperado pues ya llevan un
retraso considerable.
Pasan los minutos
y el gas no aparece, nada funciona, ni el sistema eléctrico nada, nada.
Han pasado tres
horas y los familiares del cadáver que pasó primero ya están en la oficina
preguntando por las cenizas.
Elías grita
palabrotas, maldice a los del gas pues los choferes de la gasera están en
huelga.
“¡ Mendigos !
Allí paradotes de
que sirven”.
Miguel y Adrián
solo atinan a dejar formados los cadáveres desnudos.
Miguel sube a la
oficina a recibir nuevas órdenes y en su camino deja regadas algunas hojas de
las que tenían encima los muertos, exclamando “¡ya ni modo, ahí se va, al cabo
ceniza uno y ceniza el otro, dentro de unas horas que más da!”.
Adrian amontonó varias sábanas, las encendió
y esperó que se quemaran, luego tomó un poco de los residuos los puso en una
caja que introdujo en la urna que le designaron al primer cadáver y se la
entregaron a los familiares.
Estos muy tristes
se retiraron con las cenizas de su muerto.
Al día siguiente
por la mañana, llegó el gas.
Y por fin fueron
incinerados los cadáveres del día anterior.
(Imagen de internet)