800 AÑOS DEL PESEBRE
800 AÑOS DEL PESEBRE
Por: Raquel Rodríguez Sandoval
Disfruto plenamente cada día de mi vida, cada fecha o
temporada, pero en particular, las fiestas decembrinas son mis favoritas, la
Navidad y todo lo que la rodea y hoy me llena de emoción compartir este artículo, conmemorando el 800
aniversario del PESEBRE.
Así es, en la Navidad de 1223, San Francisco de Asís, el
santo de la humildad y de la pobreza, en el pueblecito de Greccio, en Italia
tuvo la inspiración de realizar el primer pesebre.
Francisco estaba débil y enfermo, y pensando que tal vez
aquella sería su última Navidad en la tierra, quiso celebrarla de una manera
distinta y muy especial.
Un amigo de Francisco, el señor Juan Velita, era dueño de un
pequeño bosque en las montañas de Greccio, y en el bosque había una gruta que a
Francisco se le parecía mucho a la cuevita donde nació Jesús, en los campos de
Belén, y que él había conocido hacía poco en su viaje a Tierra Santa.
Francisco habló con su amigo, le contó su idea de hacer allí
un “pesebre vivo”, y juntos lo prepararon todo, en secreto, para que fuera una
sorpresa para los habitantes del pueblo, niños y grandes.
Entre la gente del pueblo, Francisco y Juan escogieron
algunas personas para que representaran a María, a José, y a los pastores; les
hicieron prometer que no dirían nada a nadie antes de la Navidad, y, siguiendo
el relato del Evangelio de San Lucas, prepararon la escena del nacimiento.
¡Hasta consiguieron un hermoso bebé para que representara a Jesús!
La noche de Navidad, cuando todas las familias estaban
reunidas en sus casas, las campanas de la iglesia empezaron a tocar solas,
¡Tocaban y tocaban como si hubiera una celebración especial! Pero nadie sabía
qué estaba pasando.
El Párroco del pueblo no había dicho que fuera a celebrar
la Misa del Gallo, la Misa de
Medianoche.
Sorprendidos y asustados a la vez, todos los habitantes de
Greccio salieron de sus casas para ver qué estaba sucediendo, Entonces vieron a
Francisco que desde la montaña los llamaba, y les indicaba que subieran donde
él estaba.
Alumbrándose con antorchas, porque la noche estaba muy
oscura y hacía mucho frío, todos se dirigieron al lugar indicado, y cuando
llegaron quedaron tan admirados, que cayeron de rodillas, porque estaban viendo
algo que nunca habían pensado poder ver. Era como si el tiempo hubiera
retrocedido muchos, muchos años, y se encontraran en Belén, celebrando la
primera Navidad de la historia: María tenía a Jesús en sus brazos, y José, muy
entusiasmado, conversaba con un grupo de pastores y pastoras, que no se
cansaban de admirar al niño que había acabado de nacer…
Después, cuando todos se calmaron, el sacerdote, que había
sido cómplice de Francisco y de Juan Velita en aquel secreto, celebró la Santa
Misa, y Jesús se hizo presente en el Pan y el Vino consagrados, como pasa
siempre que se celebra una Misa en cualquier lugar del mundo.
Terminada la Eucaristía, Francisco, lleno de amor y de
alegría, les contó a todos los presentes, con lujo de detalles, la hermosa
historia de la Navidad, y Jesús, “luz del mundo”, llenó sus corazones de paz y
de amor.
Tres años más tarde, Francisco de Asís murió, dejándonos
esta hermosa costumbre de hacer el pesebre todos los años, que a todos nos
gusta tanto.
Solo de pensar la belleza de esa escena que encontraron los
afortunados asistentes, me hace emocionarme, además de que ellos sin saberlo,
también fueron partícipes con su procesión y sus antorchas.
Si alguien lo desea puede compartirnos el pesebre de su
hogar o alguno que le agrade.