EL PESEBRE Y LA BASÍLICA DE LA NATIVIDAD

EL PESEBRE Y LA BASÍLICA DE LA NATIVIDAD

Por Raquel Rodríguez Sandoval

 

Datos interesantes acerca del pesebre en el que Jesús fue colocado. 

Por supuesto, los pesebres son comederos para animales, pero en el antiguo Israel estaban hechos de piedra, no lo que verías en un pesebre moderno.

No es cómodo, pero es ideal para la protección. Es por eso que aquellos que eran expertos en este asunto, o sea los sacerdotes, ponían sus corderos recién nacidos en aquellos pesebre para protegerlos.

Pero no cualquier cordero, los corderos perfectos sin mancha que se usaban en el sacrificio por los pecados.

Y Belén, donde nació Jesús, era FAMOSA por sus CORDEROS INMACULADOS utilizados para el sacrificio.

Estos corderos tenían que ser perfectos para que los envolvieran firmemente en tela y los acostaran en el pesebre para mantenerlos a salvo.

Esta es exactamente la razón por la cual la única vez que se mencionan los pesebres en la historia del nacimiento de Jesús es contada a los pastores.

En Lucas 2 dice: _"Esto será una señal para ti, encontrarás un bebé envuelto en tela y acostado en un pesebre"_. ¡Los pastores habrían entendido este poderoso paralelo! ¡SABÍAN lo que significaban la tela y el pesebre! ¡Este bebé sería EL CORDERO PERFECTO DE DIOS! El Mesías que sacrificaría Su vida por los pecados de todo el mundo.

Él no era sólo un bebé envuelto en pañales acostado en un pesebre, Él era el hijo de DIOS: perfecto, sin pecado y Santo, humillándose para convertirse en el sacrificio perfecto para reconciliarnos de un nuevo pacto con Él.

La sangre del cordero es la que nos limpia de todo pecado.


 

LA BASÍLICA DE LA NATIVIDAD EN BELÉN

 

Al entrar en la Basílica de la Natividad desde la Plaza del Pesebre, uno siente que ha entrado en un mundo diferente. Esta basílica es la misma que mandó construir Justiniano en el 529. Tiene forma de cruz latina con el transepto rematado en ábsides.

La nave central se halla flanqueada por 44 columnas rosadas de piedra caliza, distribuidas en cuatro filas.

 

EXTERIOR DE LA BASÍLICA

Primero hablaremos del exterior de la Basílica. Desde la plaza que hay delante de la basílica, el visitante tiene la impresión de hallarse frente a una fortaleza medieval: gruesos muros y contrafuertes, con escasas y pequeñas ventanas. Se entra por una puerta tan diminuta que obliga a pasar de uno en uno, y aun así con dificultad: es preciso inclinarse bastante.

En su homilía durante la Santa Misa de la Nochebuena de 2012, Benedicto XVI se refirió a este acceso al templo:

«Quien quiere entrar hoy en la iglesia de la Natividad de Jesús, en Belén, descubre que el portal, que un tiempo tenía cinco metros y medio de altura, y por el que los emperadores y califas entraban al edificio, ha sido en gran parte tapiado.



Ha quedado solamente una pequeña abertura de un metro y medio. La intención fue probablemente proteger mejor la iglesia contra eventuales asaltos pero, sobre todo, evitar que se entrara a caballo en la casa de Dios. Quien desea entrar en el lugar del nacimiento de Jesús, tiene que inclinarse.

Me parece que en eso se manifiesta una cercanía en esta Noche santa: si queremos encontrar al Dios que ha aparecido como niño, hemos de apearnos del caballo de nuestra razón “ilustrada”. Debemos deponer nuestras falsas certezas, nuestra soberbia intelectual, que nos impide percibir la proximidad de Dios” (Benedicto XVI, Homilía, 24-XII-2011).

  


INTERIOR DE LA BASÍLICA

En cuanto al interior, la basílica –con planta de cruz latina y cinco naves– tiene una longitud de 54 metros. Las cuatro filas de columnas, de color rosáceo, le dan un aspecto armonioso.

En algunos lugares, es posible contemplar los mosaicos que adornaban el pavimento de la primitiva iglesia constantiniana; en las paredes, también se han conservado fragmentos de otros mosaicos que datan de los tiempos de las Cruzadas.


GRUTA DE LA NATIVIDAD

Pero el centro de esta gran iglesia es la Gruta de la Natividad , que se encuentra bajo el presbiterio: tiene la forma de una capilla de reducidas dimensiones, con un pequeño ábside en el lado oriental.

 




El humo de los cirios, que la piedad popular ha puesto durante generaciones y generaciones, ha ennegrecido las paredes y el techo. Allí hay un altar y, debajo, una estrella de plata que señala el lugar donde Cristo nació de la Virgen María. La acompaña una inscripción, que reza: Hic de Virgine Maria Iesus Christus natus est.

El pesebre donde María acostó el Niño, tras envolverlo en pañales, se encuentra en una capillita aneja. En realidad es un hueco en la roca, aunque hoy está recubierto de mármol y anteriormente lo estuvo de plata. Enfrente, hay un altar llamado de los Reyes Magos, porque tiene un retablo con la escena de la Epifanía.




(Imágenes de intrenet)

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