LA VIRGEN QUE SE SALVÓ SOLITA (parte I)

LA VIRGEN QUE SE SALVÓ SOLITA  (parte I)

Por Martina Rodríguez García

 


En la ciudad de San Luis Potosí, en el año de 1950, la señora Catalina García estaba muy preocupada, porque su hija de seis años enfermó gravemente de diarrea.

Un médico le dio medicamento y dijo le diera solo agua y la medicina.

Pasaron unos días y la niña no sanaba.

La mamá de la pequeña invocaba diariamente a la Santísima Virgen de Guadalupe para que manifestara su auxilio en manos de otro médico para que se aliviara su niña.

Así sucedió.

Una vecina le indicó el nombre y lugar donde podía localizar a otro doctor.

Fue con ese médico que le recomendó su amiga, llevaba a su hijita en brazos. Y muy cansada llegó al consultorio del doctor Benavente.

El doctor le recetó alimento y otra medicina a la niña, y que de inmediato le comprara una manzana amarilla y se la diera de comer con todo y cáscara.

Por la tarde la niña se durmió. Al pasar más o menos una hora, despertó y gritó a su mamá:

“¡Mamá, mamá, ven, mira lo que hay en la esquina del cuarto!”

“¿Qué ves hijita?”

“Allí está la Virgen de Guadalupe en el cerrito y me está cuidando para que me alivie”.

 

Al llegar su esposo, Catalina le platicó lo que vio su niña, y que efectivamente ya estaba mejor.

Su marido Jesús la interrumpió diciéndole:

“En la tarde fui al Santuario del Desierto, y le pedí a la Virgen que aliviara a mi nena”.

Catalina le dijo:

“A esa hora estaba haciendo la comida y también pidiendo de todo corazón por la salud de la niña, y fue cuando la niña despertó y vio a la Virgen que vino a cuidarla para sanarla”.




En San Luis Potosí se le llama Santuario del Desierto a un lugar donde se venera especialmente a la Virgen de Guadalupe.

Gracias a la Guadalupana, estoy viva.

Martina Rodríguez García. Azcapotzalco, D.F. 1999

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