POSADAS TRADICIONALES
POSADAS TRADICIONALES
Por María Cristina Flores
Recuerdo con gran alegría las posadas en el rancho (la
Pithaya, municipio de Chucándiro, Michoacán), tenía yo como 8 años y recuerdo
las reuniones por las noches de frío en casa de la tia Juana; ahí las mujeres
mayores, entre ellas mi abuelita materna Maria Guadalupe, la tia Delfina, mi
madrina Benilde, la tia Marcelina, dirigían el rezo, Ave María, Padre Nuestro y
otros que no recuerdo en este momento y las alabanzas.
Nosotros, los niños, cabeceábamos y nos acurrucábamos unos con otros para mitigar el frío, sentados en el piso y solo sobre unos petates, pero cuando pasaban los 9 rezos y comenzaba el canto, nos activábamos como por arte de magia, pues ese nos lo sabíamos de memoria y era lo menos aburrido.
"Oh María
Madre mía....."
Posteriormente salíamos al patio con las velitas encendidas
a cantar la ya famosa letanía, y sucedía como es común, a veces le quemábamos
el cabello a la que iba adelante.
La hora de las piñatas no podía faltar y eran elaboradas por las mismas familias, utilizaban cantaros viejos, de barro, decorados con papel china de colores y atole de maíz, utilizado como engrudo. Las piñatas contenían solo fruta: cañas, naranjas, mandarinas y uno que otro cacahuate.
Los aguinaldos eran elaborados con galletas de animalitos y colación.
Alguna ocasión vivíamos ya en otro rancho y aun así íbamos a la posada a La Pithaya y regresábamos más noche por aquel camino solo, en el cual únicamente nos acompañaba la hermosa luna.
Caminábamos cerca de 1 km y medio,
pero ni lo sentíamos.
Así recuerdo las posadas en aquel lugar tan lejano, entre dulces y alegrías, entre rezos y cantos, pero sobre todo, la unión y organización de diferentes familias.
(Imágenes de internet)