LA CRÓNICA DE UN CRONISTA (PARTE 1)
LA CRÓNICA DE UN CRONISTA…
RECUERDOS, ANÉCDOTAS E HISTORIA DE MI VIDA
PRÓLOGO
Muchas veces,
el individuo quiere dejar un legado y testimonio para las nuevas generaciones
como un recuerdo relatando la historia de su vida con recuerdos y anécdotas que
vivió durante su estancia en este mundo. Por lo tanto, he decidido escribir los
acontecimientos vividos durante toda mi vida ahora que tengo aún memoria para
emprenderlo.
Es en realidad
un testimonio personal desde mi infancia hasta éstos momentos lúcidos que poseo
todavía a pesar de mi edad ya avanzada (71 años) por lo que creo conveniente
darlo a conocer para mi familia, hijos, nietos y amigos que siempre me han
acompañado. La idea de hacer esto, nació hace algunos años atrás y a sugerencia
de mis amistades que por haber vivido muchas situaciones que la vida me ha
presentado sin buscarlas y también por haber vivido experiencias diversas no
tan usuales ni comunes, me han persistido a que lo plasme en este escrito como
una autobiografía. Conforme me vaya acordando lo voy escribiendo.
Tal vez en
algunas partes de mi escrito, podía no haber secuencia cronológica pues van
surgiendo detalles que luego recuerdo en ese momento, pero trataré de hacerlo
por etapas ya que, en mi caso particular, han sido tantas las vivencias que tal
vez se me pase o por el momento, no recuerde.
Cabe señalar,
que todo individuo tiene una historia que contar, ya sea muy pacífica o muy
dinámica por las circunstancias en la que se ha desarrollado en su entorno lo
cual, influye mucho la familia y lo social en la que se ha creado. Habrá éxitos
y desavenencias en el camino de su vida por la que ha transitado.
Bien, pues
comencemos esta aventura real que conocerán de lo que he vivido…
NACIMIENTO Y ORÍGEN
Corría el año
de 1953 cuando en un pueblo histórico llamado Otumba, de Gómez Farías (Otompan
que significa, “lugar de Otomíes”), Edo de México, nacía un pequeño varón en
una casa ubicada en la calle 5 de Mayo No. 1. Eran las tres horas de la
madrugada cuando la matrona del parto dijo: - ¡Es un niño…! Mi madre me abrazó
con ternura y amor. Era el tercer hijo procreado de don Agustín Téllez García y
de doña Soledad Correa Pérez.
Déjenme
decirles a propósito, que fuimos cinco hermanos en total del matrimonio de mis
padres y lo curioso de esto, es que mis dos hermanos varones mayores, se
llevaban un año siete meses de diferencia en la edad solamente y los menores,
un varón y una hembra, se llevan dos años y meses de diferencia de edad entre
ambos, casi lo mismo que mis hermanos mayores. Ellos (los menores), nacieron ya
en la Ciudad de México. Ahora bien, entre mi hermano que seguía antes que yo
(pues falleció muy joven), habían pasado seis años para nacer yo y, en el caso
de mis hermanos menores, yo le llevo también por coincidencia, seis años de
edad. Por lo tanto, dejo de hincapié que yo fui “el sándwich” de mis hermanos
respecto a la diferencia de edades.
Entre mis
hermanos mayores por ser casi de la misma edad, se llevaban bien, o sea, eran
pareja de hermandad y los menores, lo mismo a pesar que la más chica es
mujer. Pero lo más curioso del caso es,
que mi madre me dijo que cerca de un año antes de que yo naciera, había nacido
un varón, pero desdichadamente no se logró y esto significaría que yo también
hubiese tenido mi pareja de hermano y casi también de la misma edad. En verdad
muy curioso todo esto.
Ahora va otra,
mis hermanos mayores eran parecidos físicamente, de tez blanca, sanos y fuertes
y los menores, son totalmente blancos, güeros y ojos de color, mi hermano con
ojos azules muy profundos y mi hermana, de ojos verdes también profundos y eso
es de herencia por mi abuelo de lado materno era de ojos azules según mi madre
me platicaba y mi abuela, de tez morena y nacida en Chihuahua.
De parte de mis
abuelos paternos, mi abuelo llamado Agustín Téllez Ramírez era de tez morena y
de grandes bigotes nacido en Relinas, Edo. de Hidalgo en 1875 aproximadamente,
y mi abuela María del Consuelo García Espejel, blanca, güera y ojos verdes
nacida en 1901 en Santa Bárbara un rancho colonizado por franceses cuando la
guerra del 5 de Mayo de 1862 en Puebla y muchos de ellos se establecieron en
varios lugares del país. Hasta la fecha de hoy, Santa Bárbara, existen la
mayoría de su población, blancos, güeros y de ojos de color.
Bueno,
regresemos a mi infancia. Como les decía, nací en casa ya que usualmente se
nacía en el hogar con la ayuda de la famosa “espanta cigüeña” que así se les
nombraba a las mujeres que ayudaban al parto y, además, no había sanatorios
como en la ciudad de México. La casa de mis padres en donde abrí los ojos al
llegar a este mundo, era una casa muy grande y antigua tanto así, que está
considerada como casa colonial puesto que está edificada a un costado de la
parroquia llamada Inmaculada Concepción la principal del pueblo en el mero
centro del mismo. Dicha casa, fue construida en el siglo XVI por los años de
1537 aproximadamente y sobre el basamento del templo prehispánico Otomí junto
con la Iglesia simultáneamente ¿se imaginan? 16 años después de la conquista y
aún perdura y está habitable y se considera una de las primeras casas
construidas por los Franciscanos.
La recuerdo
bien como era antes que fuera remodelada por los nuevos dueños. Sus paredes
eran gruesas de unos .45 cm. de ancho, los techos, muy altos de bóveda catalana
atravesados con gruesas vigas, piso de ladrillo de barro cocido, tres grandes
espacios que servían de sala, comedor y recámara todo comunicado por dentro, un
cuarto más pequeño que daba al balcón de la fachada y que era de mi abuelo como
una especie de estudio. Al fondo del comedor y del lado izquierdo atravesando
una puerta, se entraba a la cocina. Ésta, era muy amplia y tenía cuatro grandes
hornillas de carbón sobre una de las paredes y debajo de cada una de éstas, una
bóveda para guardar la leña. Haciendo escuadra, una especie de mesa de adobe,
piedra y estuco, pero forrada de cemento. Después enseguida, otra salida sin
puerta que daba continuación hacía la “cocina de humo”, en el centro y al piso,
un redondel grande con ladrillos para hacer las tortillas hechas a mano y en
una de las esquinas de dicha cocina, un horno cónico de leña en donde se hacía
el pan. Otra angosta puerta, de ahí, se salía hacia el corral. Todo esto, era
el interior de esa parte de la casa.
Por supuesto
había dos puertas que salían al exterior de aquellos grandes cuartos para salir
al pasillo que se encontraba entre la construcción y el jardín en donde en este
había higueras y árboles frutales como manzana, pera y granada, así como una
gran variedad de flores y hierbas medicinales. El piso exterior de toda la
casa, estaba forrada con piedras de río. Antes de seguir describiendo el
interior de la casa, permítanme decirles sobre la fachada y la entrada
principal de la casa.
La casa es de
dos plantas, planta baja y planta alta. En la fachada, se aprecia del lado
derecho, una ventana con balcón que es precisamente el cuarto de mi abuelo don
Agustín Téllez que describí en líneas anteriores. Esta ventana se encuentra más
arriba de las puertas y el portón principal a pesar que estamos hablando de la
planta baja del inmueble y esto tiene su porqué; cuando hablábamos de la
construcción de esta casa, dijimos que estaba construida en parte del basamento
prehispánico del templo Otomí. La prueba está que al observar la iglesia de
frente, ésta se encuentra en lo alto y para poder entrar al atrio, se tienen
que subir como quince escalones por lo tanto, para ir hacia la casa, dobla uno
la esquina (calle 5 de Mayo) y tiene un declive hacia arriba por lo que
demuestra que la casa está edificada sobre dicho basamento y al nivel de la
iglesia.
Regresemos a la
fachada y entrada de la casa. A cada lado del portón principal, dos puertas,
una, que le llamaban la “carpintería “y la otra, la “bodega” supongo que ésta
era para el forraje de los caballos. Tanto las puertas laterales, así como el
portón, eran de madera gruesa y claveteada con clavos de forja. La cerradura,
una chapa de hierro y la llave de la chapa tan grande que medía como .25 cm. de
largo y también hecha de forja. El dintel del portón tiene labrado sobre piedra
de cantera, unas flores talladas a mano que son las mismas que tiene la entrada
principal de la iglesia por lo que comprueba que ambas construcciones fueron
realizadas al mismo tiempo con la mano de obra de los indígenas y supervisados
por los padres Franciscanos. Al entrar, un espacio para la cochera en donde
entraba el carruaje y para dirigirse hacia los cuartos ya descritos, se tenía
que subir por el lado derecho por unos escalones pues ya sabemos que estaba en
alto la planta baja por lo del basamento prehispánico.
Ahora por el
lado izquierdo, se entraba a la otra parte de la casa al que la llamaban “la
casa chica” y allí se encontraba el bebedero para los caballos y más adelante
se llegaba al corral nuevamente por este lado. Precisamente como a la mitad del
corral y del lado derecho, se encontraba el baño que era una letrina con dos
agujeros y con base de madera así es que un par de personas simultáneamente
podían hacer sus necesidades biológicas una al lado de la otra si así
quisiesen. Al otro lado de dichas letrinas estaba el baño de temazcal, pero
colonial, era un cuarto de dimensiones medianas y que en la parte de abajo a su
alrededor, una ranura longitudinal con una canal por donde se vertía el agua
sobre piedras y tezontle caliente para producir vapor. Prácticamente era un
baño de vapor, pero colonial basado en los principios del verdadero temazcal
prehispánico. Curioso ¿verdad? Caminando hacia el fondo, nos volvemos a
encontrar con la puerta que da para la cocina de humo ya descrita.
Regresemos al
lugar en donde están los bebederos de los caballos. Frente a éstos, una
escalera en escuadra de piedra y estuco que da hacia la parte de arriba de este
lado de la casa con dos cuartos grandes y unas ventanas con balcón que dan
hacia el exterior de la calle. Volviendo a bajar por las escaleras y a mano
derecha otro cuarto con una pequeña ventana ojival que daba hacia el corral.
Caminado un poco más, un cuarto pequeño y bajando un par de escalones un cuarto
bastante grande al que llamamos la “carpintería” ya visto por dentro.
Saliendo de esa
parte de la casa y en la cochera de la entrada, se pasaba a un cuarto también
bastante grande dividido por media pared a la que le nombraban la “bodega”.
Había unas escaleras donde conducía a la parte alta de la casa descrita al principio
y en la cual existen dos cuartos también muy grandes con ventanas, pero sin
puertas ya que estos eran los graneros. Al fondo del jardín y en la esquina,
estaba una gran pileta y al lado, su tradicional pozo acuífero. A mí me llamaba
mucho la atención que en la parte de arriba del pozo, estaba un glifo
prehispánico tallado en cantera mas no recuerdo bien su imagen ni tampoco, su
significado. Repito, todas las puertas y ventanas estaban hechas de madera y
eran originales, así como el grosor de las paredes de toda la casa.
Ésta es la
descripción a groso modo de la casa en donde nací y la describo casi con
detalle porque estoy orgulloso de haber nacido en ese poblado tan histórico y
en esa gran casa colonial.
Ahora, les
cuento que nací allí y dejaron enterrado mi ombligo como era la costumbre en el
jardín del huerto. Me registraron el día 28 de marzo de 1953 o sea, a los 19
días de haber nacido según las actas del Registro Civil de esa entidad de
Otumba y bautizado en la Parroquia de la Inmaculada Concepción. Sin embargo, a
los 11 meses de nacido, nos fuimos a vivir a la Ciudad de México. Y la pregunta
sería… ¿cómo recuerdo con detalle la casa en donde nací? Pues sencillamente la
casa se conservó muchos años después a pesar que toda la familia Téllez junto con
mi abuela María García Espejel ya viuda, también se asentaron en la ciudad. La
casa se dejó a cargo del que era el mayordomo de mi padre y abuelo para
conservarla limpia y con mantenimiento, pero al paso del tiempo, quedó
abandonada como veinte años y era cuando íbamos a darle sus vueltas y pagar el
predio y es por ello que la recuerdo bien hasta el día en que mi padre la
vendió. Ahora solo se conserva nada más la tercera parte de lo que fue toda la
casa y que algún día relataré que pasó con esta propiedad.
MI INFANCIA
MIS PRIMEROS DIEZ AÑOS DE MI VIDA
Nos trasladamos
a la gran capital, la Ciudad de México. Fue en la Colonia Guerrero en el mes de
febrero de 1954 a un edificio de la época de los años treinta o cuarentas
ubicado en la calle de Sol No. 66 depto. 62 casi esquina con calle Lerdo. Una
colonia popular pero histórica ya que fue una de las primeras colonias
(barrios) que se hicieron fuera del llamado “primer cuadro de la ciudad”
fundadas durante el siglo XIX. Su traza abarca parte del barrio prehispánico de
Cuepopan.
A partir de
1874, año de su formal inauguración, la colonia Guerrero creció
demográficamente de manera explosiva; es notorio que desde el ex convento de
San Fernando hacia el Norte, Oriente y Poniente, no existía ningún edificio, y
los pocos habitantes que había eran los religiosos que ocupaban el entonces
convento sin embargo, en el periodo de trece años, se construyeron cerca de
1200 edificios en las cuatro avenidas principales: Guerreo, Humboldt, Soto y
Zarco, y en las transversales de Oriente a Occidente: Mina, Violeta, Magnolia y
Mosqueta. Se calcula una población de ese entonces de 15,000 habitantes.
Durante muchos
años Guerrero fue una colonia tranquila. Al iniciarse el siglo XX y aparecer
los tranvías eléctricos, dos líneas ofrecieron servicio: la San Juan-Lerdo y
Zócalo-Guerrero.
A raíz de la
construcción ferroviaria de la Estación de Buenavista en 1873, el desarrollo
floreció comercial y culturalmente y, por ende, atrajeron a personas de
diversas partes de la ciudad y del país.
A partir que
tuve uso de razón (por cierto, a muy temprana edad) afortunadamente, recuerdo
muchas cosas de mi infancia. Por ser una colonia popular y céntrica, muy cerca
de los grandes centros nocturnos, cabarets, el famoso Tenampa, carpas, teatros
y salones de baile, mucha gente icónica y reconocida como actores, actrices,
cómicos y personajes populares de los años 40´s. y 50´s vivieron y trabajaron
allí en esta colonia. Por lo tanto, tengo muchos recuerdos de aquellas gentes y
personalidades de la época.
Allí conocí
personalmente a gente de la talla de: Acerina de la orquesta de Acerina y su
Danzonera, cubano él quien tenía aparte de su orquesta un negocio de pescado
por el rumbo del mercado Martínez de la Torre y cada vez que pasábamos mi padre
y yo, Acerina saludaba a mi padre y a mí me daba la mano el cual me daba miedo
ya que eran largas y negras, pero con las palmas muy blancas, lo recuerdo. Pero
eso sí, siempre con collares, anillos en casi todos los dedos y esclavas de oro
y su peculiar sombrero con pluma y un clavel natural como fistol en su saco
brillante. De igual manera, con el deportista el ex campeón de lucha libre;
Bobby Bonales que tenía en las calles de Camelia, un negocio de venta de radios
y tocadiscos nuevos y cada vez que pasábamos de nuevo con mi señor padre, no
deteníamos en su negocio, Bobby siempre estaba sentado en un banco afuera de su
local y me cargaba sobre sus piernas al que también le tenía miedo porque tenía
unas manazas (manos grandes), corpulento con cuello muy ancho y cuadrado pero
sobre todo, su frente lleno de verrugas de las cicatrices provocadas por la
lucha y aún más todavía, por sus orejas ya que en una la tenía como una
coliflor y la otra, de plano ni tenía.
A él fue que mi
padre le compró nuestro primer tocadiscos tipo maleta marca Admiral de Alta
Fidelidad y nuestro primer disco para estrenarlo fue un Long Play de 33 RPM del
grupo norteamericano, Los Platters. Esto fue en el año de 1959 y por supuesto,
también nuestro primer disco de Rock And Roll, Los Rebeldes del Rock con su
éxito: “La Hiedra Venenosa” …
Hablando por
cierto de Rock And Roll, recuerdo que mis hermanos me llevaban a las famosas
“tardeadas” del rumbo. A pesar que aún era pequeño, casi siempre los acompañaba
ya sea para no llegar tarde a casa a pesar de que las “tardeadas” empezaban
entre 4 y 5 de la tarde y terminaban cuando mucho, a las 8 de la noche. No se
bebía alcohol ni mucho menos se consumía ningún tipo de droga (aunque sí se
conocía la mariguana, pero solo la usaban gente adulta de bajo nivel y los
soldados) pero si se fumaba tabaco entre los jóvenes, pero eso sí, a escondidas
de los mayores por respeto y estar prohibido por los padres. En esa época se
oían hablar de grupos recién conformados como los “Tedy Bears” que después se
llamaron Los Ovnis y que actualmente siguen vigentes por cierto y eran
precisamente de la colonia Guerrero al igual que otros grupos conocidos e
incluso, tal vez me tocó a ir con algunos de ellos para oírlos ya que tocaban
en las casas de los amigos y haciendo sus “pinitos”.
En este
aspecto, solo daban refrescos como bebida (alguno que otro y como cosa rara y
atrevida, se llegaba a tomar un poco de alcohol, pero muy discreto pues los
papás en donde se realizaban dichas tardeadas, estaban atentos a esto), se daba
de comer sándwiches, melón con helado, paletas de dulce que por cierto recuerdo
como anécdota que los que no llevaban pareja, el joven que disfrutaba su paleta
(marca Charms, recuerdo), le ofrecía de su dulce a una chica y si ella
aceptaba, era indicio que podía bailar con ella e incluso, podía ser hasta su
novia. ¡Qué inocencia! ¿Verdad? Pero al mismo tiempo, era emocionante.
También
recuerdo que por supuesto no se podía fumar ante la gente mayor como ya lo he
descrito líneas antes y también recuerdo que hubo ocasiones en que algún joven
deambulando por la calle, encendía un cigarrillo (discretamente) y si se topaba
con una persona adulta y éste lo sorprendía, le daba una fuerte bofetada
haciendo que tirara su cigarro aunque no fuera de la familia o conocido y cuidado
que el joven aludido, reclamara por esta vergonzosa acción pues aparte sería
acusado a sus padres y le iba peor y estoy hablando de jóvenes entre los 16 a
los veintitantos años de edad, había mucho respeto. Yo a la edad de 7 u 8 años,
llegué a comprar mis cigarrillos (unos de marca Alas sin filtro) y esa vez fui
a la tienda so pretexto que eran para mi padre ya que, de otra manera, pues no
me los venderían. Me acompañó esa vez mi buen amigo y vecino del edificio en
dónde vivíamos dicho amigo se llama Rubén Alvarado y era hermano precisamente
del que después fue jugador profesional de foot ball del equipo de la
Universidad y después del equipo del Puebla y también fue de la Selección
Nacional en los años 70´s en el mundial su nombre: Juan Alvarado “El Pecas Alvarado”
muy conocido, por cierto. Rubén era más o menos de mi edad y Juan de la edad de
mis hermanos mayores
Pues bien,
después de haber comprado mis cigarrillos, Rubén y yo nos fuimos rumbo a la
Iglesia de “Los Ángeles” (era un domingo) precisamente para fumar. Nos dimos
una buena mareada pero la acción ya estaba hecha y los guardé en mi chamarra de
la escuela. Al siguiente día, me fui a la escuela de paga, esta era de monjas e
iba yo en tercer grado dicho colegio se llamaba también “Los Ángeles” y está ubicada
en la calle de Félix U. Gómez allá por el jardín del mismo nombre. Ese día no
me llevé mi chamarra escolar y mi madre al recogerla para colgarla, los
cigarros cayeron al suelo. Cuando regresé a casa, mi madre muy molesta me
reclamó obviamente y preguntó de quien eran estos cigarros el cual yo para
salvarme, le dije que eran de Rubén y me dijo que en cuanto llegara mi señor
padre, me acusaría. Yo me espanté por supuesto.
Cuando llegó mi
padre, me mandó a llamar para que le explicara que por qué tenía esa cajetilla
de cigarros y de quien eran yo muy temeroso, le contesté lo que le dije a mi
madre, que eran de Rubén. Para mi sorpresa, mi padre solo me aconsejó que nunca
lo volviera hacer pues aparte era yo muy pequeño para estas cosas. Sin embargo,
al pobre de Rubén, le dieron una paliza ya que se oía todo pues su departamento
en donde vivía, solo los separaba la pared. ¡Pobre cuate!
Así como éstas
anécdotas descritas, hay muchas que relatar en cuanto a mí me concierne. De
igual manera, hubo una época en esos años de los cincuentas en que los jóvenes
buscaban su libertad y forma de expresarse ya que no querían ser los “adultos
chiquitos” el cual se estilaba en esos años, pero la influencia estadounidense
a través de la música y el nuevo estilo de vida, hizo que aquí en México se
obtuviera esa libertad para los jóvenes y esto fue gracias al Rock And Roll que
cambió todo y fue el parte aguas de mediados del siglo XX. Tal vez por todo
esto, me gusta el Rock And Roll de los 60´s. hasta la fecha. Más adelante relataré
como fui conociendo a los grupos e integrantes originales de esta maravillosa
época.
La forma de
actuar, de vestir y nuevas experiencias hicieron que la mentalidad y la moda
cambiara. A los padres no le quedó otra que asimilar estos cambios, sin embargo,
todavía había el respeto e inocencia.
También me
acuerdo que su compañero Enrique Cuenca, lo veíamos que pasaba por él (con
Eduardo) en un convertible ya viejo por cierto y siempre andaba con una
chamarra de piel color negra pero desgastada y ya casi sin color y era muy
delgado y cabello chino y este detalle se lo platiqué a Enrique Cuenca en
Aguascalientes pues vivimos en ese hermoso y tranquilo lugar durante 10 años mi
esposa y yo a través de los años y cuando esperaba mi turno con mi buen amigo
pedicurista de Dr. School (muy bueno, por cierto) salía Enrique junto con su
esposa y su pequeña hija del cubículo para que entrara yo e hicimos la plática,
todo bien hasta ese momento. Él andaba en esos lares ya que tenía un
espectáculo en el palenque junto con su última esposa, joven, por cierto. A él
le interesó mucho la plática que realizábamos cuando le recordé aquellos
momentos de sus inicios con Eduardo, pero al tocar ese punto de cómo vestía
(pues así lo recordaba pues), sentí que se molestó y pidió su cuenta
rápidamente para alejarse de inmediato del lugar. Tal vez no le gustó que haya
tocado ese punto o su ego no le permitió aceptarlo. Bueno, ese fue la única vez
que lo traté en persona.
Pues resulta
que en un par de ocasiones (al menos conmigo), dicho maestro sastre, le pidió a
mi papá que si lo llevaba a la casa del músico poeta Lara pues mi padre en ese
tiempo poseía un auto marca Pontiac modelo 1952 y era para probarle algunos
trajes que le estaba realizando. Ya en ese tiempo don Agustín vivía no sé si en
la colonia Nápoles o la Condesa, pero si recuerdo perfectamente su casa. Era de
estilo de los cincuentas modernos, una gran sala con sillones muy grandes y
aterciopelados color rojo carmesí que, al sentarme, mis piernas me quedaban
colgando por dos motivos obvios, estaba yo pequeño y los muebles de la sala,
grandes. Mi papá me decía: - ¡Mira hijo, tú estate aquí sentadito y no te
muevas por favor…si papá!, le contestaba. En la propia sala, estaba un gran
piano color blanco y muchas lámparas muy bonitas. Al poco rato, se veía bajar a
don Agustín con una bata de seda, muy serio y delgado. Se nos quedaba viendo y
el maestro sastre después de saludarlo, empezaba a ponerle el saco aún sin
mangas todavía para prenderle agujas en su talle corporal, era cosas de minutos
nada más. Él siempre con una copa y su cigarro. Uff… que delicia haberlo
conocido. Yo sabía de quien se trataba ya que en esa época se oía mucho sus
canciones y tenía un programa de televisión con Pedro Vargas.
Cuando
llegábamos a ese lugar que era pura tierra, por cierto, mis hermanos me
encargaban con el velador quien vigilaba las ruinas y él vivía en una casilla
con techo de lámina a un costado de la Iglesia. Las ruinas eran solamente una
parte la que se veían y a su alrededor estaba una parte cerrada con láminas
acanaladas como protección supuestamente. Mientras ellos jugaban, yo me
entretenía arrojando piedras desde las escalinatas al pie de éstas que estaban
llenas de agua verdosa estancada por la acumulación de las lluvias y llenas de
chichicastli yerba que comen los patos. Nada más me cuidaban que no me fuera a
caer.
Había veces
cuando regresábamos a casa ya por la tarde, en el camino, encontrábamos a flor
de tierra muchos dientes y muelas humanos que las recogíamos, pero al llegar a
casa, se las enseñábamos a nuestra madre y ella de inmediato hacía que las
tiráramos pues era un asco tenerlas sin saber el valor que pudo haber sido ya
que eran restos del que posiblemente eran de indígenas o incluso españoles en
la última batalla del reducto de Tlatelolco antes de caer la Gran Tenochtitlan
en la Conquista. Incluso, el señor que resguardaba el lugar, nos enseñaba en
uno de los árboles añejos (posible ahuehuete) que se encontraba en el lugar, un
pedazo de flecha o lanza incrustada sobre el tronco ¿se imaginan…? Después de
cerca de 500 años de estos sucesos, todavía estaba esta joya histórica y como
no había realmente un interés sobre la cultura prehispánica en ese entonces, a
nadie le interesaba todos esos vestigios al menos que alguien lo haya rescatado
antes que se construyera la dicha unidad habitacional. Eso fue poco antes de
1959.