LA BANDA DEL AUTOMÓVIL GRIS
“LA BANDA DEL AUTOMÓVIL GRIS”
Por Adrián
González Cabrera
Eran casi las
12:00 horas (mediodía) de ese sábado de febrero (invierno) del 2024. En ese
momento me encontraba en la esquina que forman la Av. Balderas y calle Artículo
123, en la Ciudad de México. El sol casi alcanzaba su punto más alto. Hacía un
calor quemante. Acomodándome la visera de la gorra de beisbolista que portaba,
decidí dirigir mis pasos hacia al oriente sobre calle artículos 123 -caminando
al amparo de la sombra que, esos días y a esa hora, arrojan los edificios sobre
la acera sur de la dicha arteria vial-. Al llegar a calle Dolores di vuelta de
90° sobre ésta buscando llegar a la Alameda Central, en la que estaba emplazado
un tianguis de libros.
La calle Dolores estaba saturada por una
muchedumbre que caminaba en ambos sentidos a lo largo del tramo denominado
“Barrio Chino” ¿celebraban el “Año del Dragón”?... no me detuve a investigarlo.
Lleno de curiosidad inicié el recorrido por el mencionado tramo. A mitad del
camino la multitud hizo imposible mi avance. Buscando evadir el gentío, pedí
permiso y me metí entre dos “puestos” -cuyos encargados voceaban sus artículos
orientales- tratando de entrar a la cantina “Tío Pepe” por la puerta ubicada en
calle Dolores.
Una vez dentro de la cantina caminé aprisa para salir por la puerta ubicada en calle Independencia, para lo cual tenía que recorrer 6m aproximadamente. Mis cinco sentidos percibieron el silencio y la frescura reinante al interior del local -que se encontraba vacío- contrastando con el bullicio y calor exterior. Al observar lo interesante de la decoración, donde no faltaban los detalles afrancesados, -en la parte superior de la contrabarra hay un vitral iluminado que anunciaba una bebida francesa- me detuve un momento y decidí quedarme para beber una cerveza. Busqué con la mirada a una mesera, pues tengo la creencia de que una misma bebida que me sea servida por una mujer me sabe mejor que la servida por un hombre.
No había meseras,
me paré a un lado la barra. Pronto opté por sentarme en una mesa; ahí fue donde
me sirvieron la cerveza en un vaso de cristal -extrañé mi vaso favorito con el
que disfruto una copa en casa, el cual, al contener el líquido y por efectos de
la luz natural o artificial, se torna en un arcoíris-. Embelesado por el aroma
y reflejo de claroscuros ámbar emitidos por líquido contenido en el vaso de
cristal por causa de los rayos solares que entraban por una ventana, inicié mi
observación…me sentí transportado 100 años atrás.
De pronto, entró
al local un Guía de Turistas encabezando a un grupo de personas. “¡Acomódense,
por favor! ¡yo me voy a poner de pie junto a la barra, ustedes pueden sentarse!
¡estaremos en este sitio aproximadamente unos veinte minutos, así que quien
guste refrescarse con una cerveza puede hacerlo!”
¿Acaso la
Secretaría de Turismo o el Guía de Turistas tenían un acuerdo con la
cantina?... creo que sí.
El Guía empezó su
exposición:
“Esta cantina es
una de las más antiguas de la Ciudad de México, pues data de 1869, y, como
podrán observar, conserva la decoración y funcionamiento originales. Los
muebles son de madera de caoba pero, después de tantísimos años, el entintado y
las rebarnizadas los han ido oscureciendo...”
“Durante la etapa
revolucionaria, en esta cantina se reunían los integrantes de la ‘Banda del
Automóvil Gris’ después de llevar a cabo sus robos a casas habitación.
Estacionaban su automóvil en la entrada ubicada en la calle Dolores. Se
sentaban en esa mesa ubicada entre las dos entradas por si tenían urgencia de
salir...”
“En este lugar…”
Cuando el grupo
se retiró me acerqué al cantinero que atendía la barra para preguntarle si lo
que había dicho el Guía era cierto…me dijo “¡sí, todo es cierto!”
Me quedé unos
instantes más en la cantina y empecé a recordar que hace mucho tiempo leí -muy
probablemente en la revista “Contenido”-, que el supuesto jefe de esa banda era
el General Pablo González, a la sazón Jefe de Policía de la Ciudad de México,
nombramiento otorgado por el Presidente Venustiano Carranza.
Dicho General era
“amigo” de la Actriz y cantante Mimí Derba, quién le ayudaba a vender las joyas
robadas. Posteriormente, Mimí Derba protagonizó la Película “Ustedes los Ricos”
caracterizando a la abuela paterna de “Chachita”.
El General Pablo
González, fue el autor intelectual del asesinato de Emiliano Zapata, mismo que
llevó a cabo encargándoselo al Coronel Jesús Guajardo.
Fueron tantos los
robos atribuidos a la “Banda del Automóvil Gris” y, por tanto, al Gral. Pablo
González, que se rumoraba que los muebles y cuadros pictóricos robados (había
entonces en la Ciudad de México muchas casas ricas abandonadas por sus dueños
con motivo del movimiento revolucionario, mismas que eran saqueadas) los
enviaba, vía ferrocarril, a Nuevo León y a Texas, donde tenía muchos clientes
e, incluso, “a veces surtía por pedido”.
Toda vez que
quien toleraba, e incluso impulsaba, esos robos era el Presidente Venustiano
Carranza, el pueblo creó el verbo “Carrancear” como sinónimo de robar. Como
“Vox Pópuli vox Dei”, la palabra quedó para la posteridad y durante todo el
siglo XX fue común escucharla cuando de referir robos se trataba.
En mi soledad y
sentado a la mesa, me imaginé estar viviendo los inicios del siglo XX. Vi el
local lleno de gente que vestía de pipa y guante, con sombreros de copa o de
bombín, con bigotes enroscados hacia arriba, con cadenas de oro que salían del
bolsillo del chaleco, de las cuales pendía el reloj, también de oro.
Fijé la mirada en
una mesa, y… ¡Ahí estaban! ¡Ahí estaba la banda del automóvil gris!
Cuchicheaban y miraban de reojo. En la mesa se observaba una botella de coñac
Hennessy y otra de coñac Martell así como varias copas de cristal a medio
beber. En un momento dado, en un santiamén, la banda salió “volada”, abordaron
su automóvil gris y desaparecieron por las calles. Seguramente iban a atender
otro encargo del jefe de la Policía, quién expedía las órdenes de cateo de las
casas ricas para que delinquieran con impunidad.
Finalmente, la
banda fue oficialmente atrapada y fusilada. La duda quedó: ¿fusilaron a chivos
expiatorios?
Aún sentado a la
mesa, volví a la realidad. Terminé mi cerveza, pagué mi cuenta y salí de la
cantina por la calle Independencia. Empecé a caminar cavilando. Pensé… ¿a dónde
iba yo?