SONIDOS ANCESTRALES

SONIDOS ANCESTRALES

Por Profa. Patricia González Esquivel

  

El huehuetl es un instrumento musical muy antiguo. Existe evidencia de su uso por las culturas mesoamericanas: mexica y maya, entre los siglos X y XVII. Actualmente los grupos de danza prehispánica lo siguen percutiendo. Se trata de un tambor vertical, con forma cilíndrica, que se construye con el tronco hueco de determinados árboles como el sabino y el ahuehuete. Su parte superior está cubierta con la piel estirada de algún animal como el ocelote, también conocido como leopardo o tigrillo; su parte inferior está descubierta para que las ondas del sonido que produce, cuando la piel es percutida con baquetas de madera o directamente con las manos, se expanda más libremente. En sus lados se tallan figuras reales o fantásticas, relacionadas con hechos históricos, leyendas mitos o esperanzas.

Huehuetl con detalles solares tallados

(Fotografía tomada de Internet)


       Las notas que emite el huehuetl son tristes, parecen sonidos guturales que convocan, llaman, reclaman. Los ejércitos mexicas comunicaban sus órdenes y movimientos en la batalla por medio del huehuetl.

       En las fiestas familiares mexicas y mayas, así como en las ceremonias rituales dedicadas a sus divinidades, no podía faltar el huehuetl.

Festividad mexica alrededor del huehuetl

(Códice prehispánico)

 

Ceremonia maya con presencia del huehuetl

(Códice prehispánico)


       Recuerdo un domingo del año 1985, yo me encontraba visitando la zona arqueológica de Teotihuacan y de pronto llamó mi atención un grupo de personas que vestían atuendos mexicas antiguos: huipiles, izcoaimecatl, cacles, pectorales, chimallis, maxtlas, etcétera. Realizaban un ceremonial muy vistoso, su ropa era brillante, cantaban, bailaban, declamaban, todo con el acompañamiento de varios huehues. Después supe que celebraban la boda de uno de ellos, era un joven que se veía feliz, se encontraba vestido como leopardo y su nombre, después supe, era Ocelotzin (venerado Señor Ocelote), que contraía matrimonio mexica con Citlatzin (venerada Señora Estrella). A él me dirigí y le pregunté de donde venían, en dónde aprendían a bailar, a cantar, a tocar el huehuetl, que si podía incorporarme a su organización. Él me respondió que pertenecían al Calpulli Zemanáhuac Tlamachtiloyan, que se reunía en el Club de Periodistas, en la calle Filomeno Mata de la Ciudad de México, que allá podía yo acudir los días sábados.

Escudo del Calpulli Zemanáhuac Tlamachtiloyan


       El sábado siguiente me presenté puntual, nos recibió el maestro Tenauatzin (venerado Señor que Manda), y desde ese mismo día, en compañía de mi entonces menor hija de nombre Sandra, a quien querían llevarse a bailar al Instituto Nacional de Bellas Artes, comencé a estudiar la filosofía y la lengua náhoas, a practicar la danza mexica popular, que ya había yo  estudiado en la Escuela Normal Ignacio Manuel Altamirano y en el Ballet de Amalia Hernández, sólo que esta vez era al son del huehuetl, al son de la música prehispánica viva, a veces también nos acompañaban, los huesos de fraile, las flautas, los caracoles y los chinchines, que son una especie de sonajas.

       Cuando estuvimos preparadas, nos presentamos a danzar en el Zócalo capitalino, en Teotenango, Copilco, Teotihuacan, Tlatelolco, Coyoacán, en la Basílica de Guadalupe y en varios centros ceremoniales más. En algunos poblados nos agasajaban con lo que podían: tlacoyos, frijoles, agua de fruta, hasta carnitas y pulque llegaron a darnos, porque, decían, cuando danzábamos llovía y ahí necesitaban el agua para sus cultivos.

Danzantes contemporáneos en

festividades de los mexicas ancestrales


       El sonido del huehuetl (anciano) y la mitotl (danza), sobre todo Mazatl (Venado), Tonantzin (venerada Madre Tierra), e Iztacquahtli (Aguila Blanca), hacían que me olvidara de lo demás y disfrutara al ejecutar los pasos, los giros y los demás movimientos que iban señalando las capitanas y los capitanes.

       Dejé de danzar cuando me embaracé de mi segunda hija: Quetzalli (Cosa Preciosa).  

 

México-Tenochtitlan, 27 de febrero de 2024.

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