AZCAPOTZALCO DE MIS PADRES

 

AZCAPOTZALCO DE MIS PADRES

Vickynela

AZCAPOTZALCOGRAFÍA.


Foto crédito  José Hernández con su mamá Virginia, en la construcción de su casa

 

Dejando atrás una vida en el Estado de Hidalgo, mi abuela Virginia trajo a la ciudad de México a su hijo mayor Lorenzo y al más pequeño; José, mi papá, solo ellos dos le sobrevieron de sus demás hijos. Llegaron primero a vivir al pueblo de Tacuba. A mediados de los cuarenta, les ofrecieron un terreno de los que estaban fraccionando y vendiendo en lo que eran ranchos, haciendas y ejidos. Ellos ya conocían el centro del “Pueblo de Azcapotzalco”, ya que los fines de semana iban ahí a pasear y asistían a misa en la Parroquia hoy Catedral de San Felipe y Santiago Apóstoles, que mi padre me platicaba que sus retablos estaban llenos de pinturas, muchos fueron robados ya, mi familia todavía logró ver y oír el sermón desde el púlpito y en latín, no dejaban entrar a su convento y había otras imágenes que se veían antiguas, como el Sr. De las peñitas que ya tiene tiempo que no lo veo, decía que conoció entradas de túneles que daban a casas y otros templos. Mis padres me contaban la leyenda de la hormiga roja que camina en la fachada de la Catedral y de los fantasmas que habitan dentro de sus muros. En esos tiempos y hasta los sesentas los feligreses iban a misa bien vestidos y algunas mujeres usaban mantillas, luego la tradición se perdió.

 Después de conocer el terreno y construir modestamente se mudaron, todo era milpas y tierra, casas de adobe, ladrillo, teja y laminas sin terminar o muy sencillas, una que otra casona, terrenos en bajo, animales de granja en los patios, pequeños huertos y una linda capilla muy cerca, dedicada a “Los Santos Reyes Magos”, había espejos y canales de agua donde los “chamacos”  se divertían, sacando ranas, acociles o pececitos.  Las bardas eran bajas, la gente saludaba sin conocerse, se sentaba en sillas tejidas de palma y madera para “tomar el solecito, el calorcito” y en la sombra cuando “la calor estaba fuerte”. Los vecinos platicaban, tomaban cerveza o pulque y Coca Cola cuando se podía, vendían productos que cocinaban, cosechaban o elaboraban y hasta vendían animales. Mi abuela vendía pulque y tamales.

Tenían a unos pasos el mercado, lecherías, tianguis, transporte, casi todo lo que era necesario. Ir al mercado para los niños era un juego de carreras o de miedo ya que había tantas milpas y era tan solitario que creían que podía aparecer algún alma en pena a cualquier hora del día.

A mi padre no le daba miedo decía que era seguro, no había delincuencia a pesar de que en las noches no había luz, pero si logro ver y oír “espantos” por estos rumbos, lo mismo mi madre que aún le da escalofríos acordarse.  Fue seguro hasta los noventas, podíamos salir con otros niños a jugar en plena calle, llegar de madrugada de una fiesta,  mandar a los niños a comprar algo, hoy da miedo hasta pasar la calle.

Como no había agua, mi padre y tío iban por ella en tomas en las calles de Belisario Domínguez y los Reyes o en Ahuacatitla. Me platican que pasaba en medio de los terrenos la policía montada y todavía cuando llegaron en los cuarentas se oía que fusilaban o le daban tundas a delincuentes por rumbos del metro ferrería.

Y bueno, ese lindo lugar donde mi padre formó su hogar, pertenecía a lo que fue el Rancho Paredes en el Barrio de los Reyes Tezcacoac Izquitlan.

 Mi madre llegó ahí cuando se casó con mi padre. Ella me plática que dónde está ahora la biblioteca José María Morelos y Pavón y el jardín, eran casas que expropió el gobierno, igual que al  abrir la avenida Camarones y 22 de Febrero, quitaron parte de casas y terrenos a la gente, también quitaron la Plazuela De Los Rocha, en Camarones esquina 22 de Febrero. Otras expropiadas fueron en lo que hoy es el jardín de la alcaldía y la secundaria, eso me plática mi maestra de arte, Josefina y vecino Alfonso Rocha, ya fallecido, lo mismo le pasó a otras familias.

 Mi padre tomaba todos los días el tranvía en la estación en avenida Azcapotzalco en la puerta de la Catedral a su trabajo al centro, el gobierno remodeló calles para poder transitar camiones y luego trolebuses, cosa que emocionó y gusto a la gente, algunas fueron la Calzada Presidente Madero hoy Avenida Azcapotzalco y Azcapotzalco- Tlanepantla hoy Parque Vía, también quitó partes de terrenos para hacer calles pues antes era común pasar entre los patios.

 Del jardín Hidalgo recordaba que para los años setentas (siglo XX), vió colocar la estatua de Miguel Hidalgo, una que otra vez fue a las cantinas la Luna y el Dux, contaba que eran más bonitas las fachadas y de una tienda llamada el “ Sol”. “¿Entre el sol y la luna que hay? Pues el jardín Hidalgo”, decía mi padre.

La Casa de Cultura era el registro civil y el palacio municipal, ahí me registraron. Se acordaba del palacio municipal de Tacuba que aún en los 50’s estaba en la Calzada México-Tacuba, frente al cruce con la avenida Azcapotzalco y una glorieta con el monumento a Felipe Carrillo Puerto.

Las fábricas sobre todo en Vallejo y la refinería con la compañía ‘El Águila’, dió empleo y llegó mucha gente, se hicieron vecindades en casas propias y luego se empezó a construirlas como en 22 de Febrero “Los Olvidados”, mi familia vió construir Unidades como la del Rosario, deportivos, jardines, escuelas y vió desaparecer antiguas fachadas, glorietas y casonas.

 Aún recuerdo cuando platicaba mi papá que al construir la Refinería, mucha gente se fue de sus casas por miedo y el olor, hoy el Parque Bicentenario ya no es de Azcapotzalco. A principios de los ’60, estando en el trabajo se enteró por el radio que hubo una explosión, lo dejaron salir para venir por su mamá, la autoridad dió la alarma para que evacuara la población, ya mucha gente estaba saliendo rumbo a la Villa y Tlanepantla, parecía una escena de Apocalipsis, desde altavoces en carros, el toque de las campanas de todas las iglesias de la zona ante el peligro de explosión en toda la refinería, mi abuela no se quiso ir así que se quedó mi papá con ella, gracias a Dios no pasó más. Tanto en este incidente como en el ’84 cuando los tanques de San Juanico  explotaron, me plática mi mamá que la casa vibró como en un sismo y se escuchó terrible.

Me decía mi padre que la hacienda del Rosario todavía se veía bonita cuando él llego a Azcapotzalco y un amigo suyo nos platicaba que había una lechería, que el repartía leche desde niño, iba hasta la casa de María Félix, Fidel Castro entre otras personalidades.

Mi papá siempre iba a la lechería que funcionó en Santa María Maninalco, ahora hotel, en Calzada Camarones. Llegaba con su pan de “Las flores” luego “Caroz” en avenida Azcapotzalco, “La Chacha” en avenida Cuitláhuac, ya desaparecida y “El Valle De Liebana” en 22 de febrero que aún existe.


Foto crédito  José Hernández

Mi mamá se acuerda de que compraban sus muebles desde época de mi abuela en una mueblería en Rayón hoy 3b, en mueblería “Hidalgo”, que ya cerraron y ”a-mue-ble” frente al jardín Hidalgo que aún funciona, el dueño era un simpático español amistad de mis papás, en el pasaje que atraviesa avenida Azcapotzalco a Reforma, había varias mueblerías, hoy ya es su mayoría son estéticas y peluquerías. Cerca de ahí siempre me compraban mis enchiladas verdes o rojas, las vendía en el jardín Hidalgo una señora ya grande de edad, se sentaba en el rodete de un árbol con su olla de barro, su caja con tortillas enrolladas, el aroma y el sabor era delicioso.

Mis padres llegaron a ir a obras y shows que se presentaron en el teatro popular “Virginia Fábregas”, hoy “Foro Cultural Azcapotzalco”. Les gustaba ver películas en el Cine Cuitláhuac en lo que hoy es plaza comercial Patio Clavería y recordaba que había un cine en lo que hoy es el restaurante O.K aproximadamente.

 El arte de curar de las abuelitas lo ví con mis padres, sabían varios remedios “un aire”, “empacho” y “susto”, un dolor, con una limpia con ramo de pirul, ruda y santa María y una limpia con un huevo. También Íbamos a la farmacia “San Javier” sobre Castilla, frente al infantil, la que atendía de nombre Vicky era mejor que muchos doctores o a la farmacia “San Vicente” junto a la clínica 13 o en la “Soledad” en avenida Azcapotzalco casi esquina Aztecas, vendían juguetes y muchas cosas por lo que era mi consentida, todas ya desaparecidas. Hacíamos compras en la tienda del departamento del Distrito Federal, en 22 de febrero, hoy CINA enfrente había una fábrica y tienda de muebles “La Esmeralda”.

 Mi mamá cuenta que en lo que hoy es metro Azcapotzalco había una panadería grande y cuando abrieron la avenida Coachilco y  Tepantongo quitaron varias casas y comercios. Las telas de los hermanos Don Rubén y Don Daniel era la consentida de mi mamá tenia una gran cantidad de modelos de telas de dónde escoger, estaba en calle Minerva.

 Yo recuerdo entrar de niña a una linda casona porfiriana hoy departamentos, en la calle Capilla de los Reyes, tenía un gran patio con jardín y con arcos, sé que eran amistad de Porfirio Díaz, según platicas de vecinos ya mayores.

  Sin olvidar la Capilla de los Santos Reyes Magos, varias personas me contaron que había un retablo de lámina y más objetos así como esculturas, ha tenido remodelaciones que quitaron adornos en su fachada, bancas de cemento y el piso real. La fiesta se celebra el 6 de enero día de los Reyes y el día de la celebración de la epifanía del señor. Desde mi abuela y padres y yo apoyábamos en las fiestas en lo que podíamos. Era un acontecimiento cuando el cinco de enero se unía la feria con el tianguis tradicional de juguetes, era una romería muy divertida y emocionante. Mi papá me decía que antes había carreras de caballos, se enfloraba, era un gran evento. Los principales benefactores eran el Sr. Trejo y esposa, hacia la portada de la iglesia en su casa, llevaba la orquesta, chinelos, daban comidas, el castillo, fuegos artificiales y el baile. Otros años se ha logrado con cooperación de vecinos pero disminuye y es más difícil. Iban espectáculos como el de “Oscar y su Show”, habían competencias, concursos, música, luchas, box, danza, procesiones, mariachis, kermes, y celebraciones eucarísticas, esto se fue terminando pero hace unos años se volvió a retomar solo algunas actividades por falta de apoyo.

Mi papá era amigo de Don Panchito, él Sacristán de la Capillita, un personaje muy importante para la historia de ese templo, aún mucha gente busca ver el nacimiento que ponía en la capilla.

 Hay mucho que recordar, escribir, investigar y descubrir. “Mi Barrio los Reyes, la Capilla de los Reyes, el helado de payasito del  “Nevado”, mi Colegio Azcapotzalco, el Mercado y el silbato del tren que aún se llega a oír, aunque ya no pase, trae recuerdos de mi vida, trae pláticas con mi madre, es la forma de sentir que conocí a mi abuela Virginia, trae recuerdos de mi padre, que ya falleció, y me hace no olvidar el Azcapotzalco de mis padres”.

 


Foto crédito Beatriz Vázquez

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