LA BONITA TRADICIÓN DE HACER TAMALES

 LA BONITA TRADICIÓN DE HACER TAMALES

Por Vickynela

Crédito de foto a quien corresponda

La sensación de ver el vaporcito saliendo de la olla y del tamalito, oler la mezcla de sus ingredientes, probar la infinidad de sabores, sentir desenvolverlo de su vestidura de totomoxtle, milpa o en hojas de aguacate o de chaya, es darle satisfacción a todos tus sentidos.

Esta deliciosa y bonita tradición de hacer tamales no es cualquier cosa, más que simple cocinar es un ritual por lo menos si es para consumo familiar, fiesta o mayordomía y se remonta desde la época prehispánica.

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Desde temprano se va al molino para moler el maíz, a veces de las propias cosechas, como mi mamá que me plática que cuando era pequeña pagaba 40 centavos o dos huevitos en el molino, el maíz era de las cosechas de mi abuela.

Se compran los ingredientes frescos que se usarán, se preparan los rellenos, guisos y complementos del tamalito.

La “batida” de la masa comienza con una cruz en la harina o masa de tortillas, se bendice y se ora al santo de su preferencia para que salgan ricos, en mi casa se ora “San pascualito Bailón, yo pongo los ingredientes y tú me pones la sazón”, él es Santo patrono de los cocineros. Tengo que decir que también le pido a mis abuelas que me ayuden a que salgan ricos.

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Cada familia y lugar tiene sus propias formas de hacerlos y sus especialidades. En toda Latinoamérica hay y en nuestro país existen más de 500 tipos, otras investigaciones dicen que más de 1000. Algunos son los Mucbipollo o “Pibipollo” y los Dzotobilchay o Brazo de Reina de Yucatán, en Chiapas de chipilín y quelita. Los uchepos y corundas de Michoacán. Nejos y tichindas de pequeños mejillones de Guerrero. El Zacahuil huasteco y el perdido en San Luis Potosí. En CDMX la guajolota y los tradicionales de Actopan, Milpa Alta. En Aguascalientes de piña y piñón. En Baja California los Güemes y Choyeros. De Veracruz los Púlacles, canarios, xoco y de pedo que acompañan con atole de nalga.

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En Jalisco de elote, en Sonora los yorimuni. Los atolocates de Morelos. En Zacatecas de la bufa. En  Hidalgo de Xantolo y  anís. En Querétaro y Guanajuato de muerto. En Quintana Roo de chaya. En el Edomex de Judas. En Nayarit los barbones. Los dedos de Coahuila. En Tamaulipas de chilpán. En Tlaxcala de ombligo. De Sinaloa los Nixcocos, de capita con los Tuxtlas.

Y así hay otras variedades como los tamales mestizos Asturianos con jamón serrano, veganos, de huitlacoche, nopal, acai, té matcha, higo, alitas a la barbacue, verduras, frijol, hierbas, gansito, galletas oreo, fresa, zarzamora, queso, rajas, chile en nogada, chicharrón, salsa pesto, durazno, arándano, amaranto, pasas, capulín, pescado, chocolate, mazapán, de mojarra, con charales, de nanche, verdolagas, verduras, frutas, duvalin, chipotle, tuétano, queso, ciruelas, canario, chinicuiles más las mezclas y variedades así como nuevos sabores.

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En Oaxaca mi familia los prepara de mole amarillo, rojo, negro y coloradito, de chicatana, Chapulín, calabacitas, chepil, guajillo, dulces, chichilo, de coquito con víseras y los tichinda de almejas diminutas.

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El ritual de hacer tamales tiene muchas y diferentes creencias, no cualquiera puede batir la masa y en todo el procedimiento de cocinarlos deben hacerlo sin enojarse, pelear, criticar, remilgar, llorar ni estar triste, de otro modo los tamalitos podrían salir pintos, crudos o de mal sabor. También hay quienes les ponen chiles dentro del bote para que no les caiga mal de ojo, mis padres me enseñaron desde pequeña a bailarle al bote,  pegarle al bote con un tejolote, otros les pasan incienso, queman  azúcar o chile con el carbón y cada integrante que participó debe meter un tamalito persignándolo pidiéndole que se cuezan bien y rápido.

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Mi abuela vendía tamales, decía mi papá que el olor y el sabor eran únicos por los condimentos que usaba estilo Hidalgo y mi abuela materna acostumbraba hacerlos mucho por ello mis padres siguieron las tradiciones.

Algunas los cocinan desde cero, pondrán a cocer su maíz, lo molerán, guardan las hojas de los elotes y ponen a secar, eligen de sus mismas cosechas y como mis abuelas que ocupaban el metate y comal de barro.

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Y es que hasta para prender el carbón hay que saber, a unos por más que soplemos y usemos todos los cerillos, nada, lo que saben con un ocotito y un soplador es suficiente.  El carbón natural es mejor pero ya es difícil encontrar. 

En Azcapotzalco, frente al templo de San Simón aún hay un expendio de carbón que ya tiene muchos años.


Preparar tamales es un acto en el que toda la familia apoya haciendo algo, se convierte en un evento familiar, se continúan con las tradiciones, es una forma de tener presentes a los que ya no están.

 En mi familia mientras se prepara y esperamos a que se cuezan, se elabora el champurrado, atole, el chocolate que se debe batir con el molinillo hasta subirle la espuma, no es fácil tampoco. Se descansa y plática, se hacen recuerdos de los antepasados, se toma una cerveza o un refresco o agua de horchata con fruta o una nieve y comemos de lo que se preparó o de una comida especial.

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A la hora de sacarlos es un momento de satisfacción, diría que hasta de emoción y alegría, los disfrutamos mucho y los compartimos, vale la pena todo nuestro esfuerzo y amor al prepararlos cuando probamos su sabor.

 

Referencias

www.ciudadania-express.com.

https://mapasgourmet.com/11952/

Hernández López, Josefina; Merlín Arango, Roger; México. Dirección General de Culturas Populares (2000). Recetario chinanteco de Oaxaca 

Sociedad Mex. De Parrilleros https://www.cultura.gob.mx

 

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