AL EXCAVAR EL OSARIO DE SANTA CATARINA, A LA ANTROPÓLOGA SE LE SUBIÓ EL MUERTO

AL EXCAVAR EL OSARIO DE SANTA CATARINA, A LA ANTROPÓLOGA SE LE SUBIÓ EL MUERTO

Por María del Carmen Lechuga García

El estudio del patrimonio cultural exige atención a las interpretaciones que la sociedad le da a sitios, objetos y personajes relacionados con la historia y la cultura; siempre se les conceden propiedades anímicas o extraordinarias, creando un repertorio de cuentos, leyendas o mitos entorno a ellos proyectando la cosmovisión de individuos y grupos.

Nuestro sistema de creencias como fundamento de toda condición humana nos diferencia de los animales y facilita adaptarnos al medio ambiente y transformarlo.  Los sistemas de creencias son utilizados para explicar los acontecimientos y situaciones inexplicables. ¿Qué sucede cuando la experiencia personal como antropóloga – arqueóloga me obligó a reflexionar sobre las percepciones de cada individuo y de una sociedad que reflejan un teleidoscopio[1] sobre la diversidad de los participantes y de uno mismo?

La arqueóloga Lechuga, de junio a septiembre de 1991, exploró trece entierros y restos óseos indefinidos en el predio de la calle de República de Brasil 73 y 75 en el centro histórico. Los entierros tenían una temporalidad aproximada entre los siglos XVIII y XIX. (Fig. 1 Localización), aunque no se puede afirmar que todos los difuntos del osario pertenecieran al camposanto de la iglesia de Santa Catarina de Alejandría.

En general, la posición anatómica de los huesos estaba extendida y pocos entierros se encontraban completos lo que indica que fueron removidos de su fosa original, por lo que resultaba difícil definir sí de manera ex -profesa constituía una fosa común o  era una fosa común emergente para una época en que tuvieron que remover los cadáveres de sus tumbas originales debido a la necesidad de ampliarse, ya sea porque se demandaba mayor espacio en el cementerio por el incremento poblacional,  porque hubo una epidemia que obligó a la rápida remoción de los entierros, o porque el crecimiento urbano requería la ampliación del terreno que orilló a la clausura y desaparición del cementerio (Lechuga, Ma. del Carmen, 2002, Reporte técnico del Rescate: Brasil Nº 75-76, Archivo técnico de la Dirección de Salvamento Arqueológico, México.).

Fig. 1    Localización del predio de República de Brasil 73 y 75.

Actualmente el predio donde se realizó la exploración constituye una unidad habitacional, a un costado está la Parroquia de Santa Catarina ubicada en el barrio de la Lagunilla. El edificio actual del templo data de mediados del siglo XVIII y su fachada corresponde a mediados del siglo XVII, aunque su fundación data del siglo XVI.  (Fig. 2)

Fig. 2 Unidad habitacional en la calle de República de Brasil y panorámica de la Iglesia de Santa Catarina.

 

Den oídos al relato: Allá por 1990, después de un mes de participar en el rescate arqueológico en la calle de Brasil Nos. 73 y 75 en el Centro Histórico de la ciudad de México, una madrugada ¿Acaso soñaba o qué es lo que experimenté?

Entre sueños oí como “alguien” terminaba de subir la escalera caminando por la azotea, atravesaba la puerta metálica del departamento, ahí sentí que mi corazón se aceleraba. “Eso de condición muy pesada” recorría el pasillo formado por libreros que separaban la entrada de la recámara , oía sus pasos , aquel “ente” se acercó y sumió la orilla del colchón, se había sentado en mi cama sofocándome en pecho y vientre… sentí escalofrío, no podía mover ni un músculo, estaba inmovilizada, respiraba ahogadamente con desesperación, sentía un pánico inusitado.

No sé cuánto duró… aunque paralizada, intentaba jalar el brazo derecho para pedir auxilio a Francisco- en aquel entonces mi marido- rogaba poder gritar para que me ayudara. (Fig. 3)

Intentaba jalar el brazo derecho para despertarlo; tardé en moverme hacia él para medianamente recobrar la conciencia y hablarle, ignoro si fueron segundos o minutos para recuperar fuerzas.

Finalmente, lo logré, le platiqué el suceso, no entendía, estaba espantada, Francisco me abrazó y me tranquilizó. Eran las tres de la madrugada…

.A la mañana siguiente, al llegar a trabajar platiqué la pavorosa vivencia con algunos colegas, sólo obtuve risitas irónicas. Enfadada me retiré ante tanto escéptico. Entonces, decidí acudir con el padre de la iglesia de Santa Catarina para solicitarle una misa a todos los cadáveres del osario que explorábamos (difuntos santos o no, era lo que menos interesaba).

En fecha consecutiva, llegó de visita el arqueólogo Luis Córdoba, fue el único acompañante a la misa: eran las cinco de la tarde cuando, en el ritual católico, esa tríada humana (un clérigo, un devoto y una asistente) hicimos oración por aquellas almas quizás atribuladas.

Quedé más serena para continuar la labor arqueológica.

Fig. 3 Ubicación del departamento y planta del mismo.

Por otro lado, por respeto a la investigación había acordado con una profesora de la escuela de antropología del área de antropología física que en convenio ENAH-DSA[2], solicitarían los restos óseos para analizarlos con los estudiantes.

En último lugar, paradojas de la investigación, el colega que se quedó como responsable de la excavación le pidió a la entonces subdirectora que retiraran esas cajas de osamentas de la calle de Brasil No 73 y 75. Luego, la antropóloga física decidió que aquellos restos óseos no servían y fueron depurados en su totalidad, es decir, tirados a la basura. Me alegra haberles dado un respeto.

Para los que han vivido este fenómeno son momentos de terror,  cuando relatan sus experiencias paranormales cuando al dormir, de pronto sienten el ataque de un “ser fantasmal” que intenta asfixiarlos, generalmente apuntan que “algo” o “alguien” se les coloca encima del cuerpo sin poder moverse, esta situación les provoca angustia y miedo que remontan a sensaciones de terror, ira y de muerte inminente, ya que las alucinaciones suelen tener atributos fatídicos y malévolos. A esta angustia se le puede añadir un raro olor, la aparición de sombras anormales, el ruido de pisadas, ojos que resplandecen en las tinieblas y esa opresión en el pecho que asfixia.  Algunos cuentan que es un espíritu juguetón el cual se mete en el cuerpo paralizado apoderándose de él, siendo el infortunado únicamente dueño del alma.  El efecto apenas dura segundos pero sus víctimas lo sienten como una eternidad.

En México a estas experiencias le llaman como “se te subió el muerto” o “se te trepó el muerto” para referirse al momento en que una persona se despierta sin poder hacer movimiento alguno y ni siquiera poder hablar.

Estos “espantos nocturnos” asedian a los humanos, desde épocas antiguas, constituyen la fuente de una serie de narraciones extraordinarias en casi todas las culturas; en la literatura puede relacionarse con los súcubos e íncubos y con el ataque de un vampiro; actualmente el fenómeno ha sido ligado con la visión o visitación de extraterrestres, que supuestamente abducen[3] a las personas y luego borran su memoria.

También se les conoce como el síndrome “Old Hag” o de “La Vieja Bruja” porque se cree que las brujas se sientan sobre el pecho de sus víctimas durmientes para sofocarlas sin que se puedan defender. Los síntomas del fenómeno conducen a muchas personas a creer que han sido víctimas de una fuerza sobrenatural, ya sean fantasmas, demonios o extraterrestres.

Sensación “se subió el muerto”.

Imagen creada y modificada de inteligencia artificial




[1] Una misma imagen, mil veces repetida, idéntica pero esencialmente diferente. Éste tiene una lente de aumento o una esfera translúcida en su extremo (en vez de las dos láminas), y genera las imágenes multiplicando en sus espejos objetos exteriores al mismo, vistos a través de dicha lente.

[2] ENAH, siglas de Escuela Nacional de Antropología e Historia. DSA, corresponde a la Dirección de Salvamento Arqueológico.

[3] Hasta 4 millones de estadounidenses creen haber sido abducidos por extraterrestres, pero esto podría ser sólo una vívida imaginación de la condición de parálisis del sueño. Otra teoría sugiere que se trata de una secreción natural de la dimetiltriptamina o N,N-dimetiltriptamina (DMT o N,N-DMT) es una sustancia química que, al parecer, es producida en muy pequeñas cantidades por la epífisis cerebral. Es muy probable que las singulares propiedades de este compuesto sean responsables del carácter enigmático o de los prodigios espirituales que algunos han querido atribuir a la glándula pineal a lo largo de la historia.

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