ESTÁ USTED MOVIENDO ALGUNOS HILOS, MAESTRO

ESTÁ USTED MOVIENDO ALGUNOS HILOS, MAESTRO

Por Martín Borboa Gómez

 

Sospecho que la mano del maestro Juan O´Gorman, está alcanzando en pleno siglo XXI, a mover algunos delicados hilos, que con un ligero toque, crece su efecto y mueve las piezas del tablero.

Como lo que dicen del efecto de una mariposa, que con su tenue y delicado aleteo, puede mover el polen de una flor, que germine en nueva planta, que crezca y ocupe espacio, que tape u obstaculice un foso, en el que caiga alguien, y todo esto tan grande y dramático, por el aleteo de una mariposa.

Pues así sospecho de que usted mueve algo, desde la dimensión en que trascendió, ya que no era usted creyente católico, no le hablaré en términos de esa religión, pero si en los de su mundial y reconocida hermandad, que cree en la reencarnación y la comunicación con los hermanos descarnados. Los conozco muy poco, desde donde mi calidad de neófito me permite, también los respeto y reconozco su gran esfuerzo de estudio y trabajo.

Sospecho que usted maestro, nos ha venido acompañando en las sesiones del Taller de Relatos de Azcapotzalco, desde hace un tiempo. Usted falleció terrenalmente en 1982. Pero en este 2024 su influencia metafísica, la percibo bondadosamente entre nosotros.

Hace 99 años, se inauguró la biblioteca Fray Bartolomé de las Casas, en Azcapotzalco, Cdmx, y hace 98, usted maestro Juan O´Gorman, con apenas la edad de 21 años, obtuvo el encargo de pintar aquí un mural.

Seguro que había otros candidatos, para entonces José Clemente Orozco le doblaba la edad, tenía 43, Diego Rivera 40, Alfaro Siqueiros 30, y si bien ninguno de ellos iba a venir a pintar una biblioteca mediana, si sabemos que cada uno de ellos tenía ayudantes destacados que bien hubieran merecido la oferta.

Y ojo, no digo que usted no la mereciera, sólo que resulta fascinante que ya a los 21 obtuviera un encargo, que para nosotros hoy es motivo de homenaje, orgullo, gusto, alegría, reunión…

Y ahí radica mi sospecha, creo que usted ha estado aquí, con nosotros.

Seguro que usted también recuerda el próximo centenario que va a cumplir su mural, seguro que fue usted un joven lleno de ilusiones y fuerza para seguir sus metas cuando venía entre sembradíos y manantiales, seguro que llegaba a trabajar a estas paredes en Azcapotzalco desbordado de ideas y planes, seguro que miraba este trabajo como parte de su naciente curriculum, y en esa época lo habrá comentado para dejar ver que su trayectoria iba en buena marcha.

Usted seguro ha visto que hace más de dos años se inició un taller, a donde vendría gente de muy distintas disciplinas, aquí en la biblioteca, ¿qué casualidad verdad? seguro que no fue casualidad que el primer participante fuera un arquitecto, Adrián González Cabrera, ¿qué casualidad verdad?, y no deja de venir, es tan constante como la coordinadora Maricarmen Mejía, y a partir de ahí, usted ha visto, o hasta provocado (y aquí subrayo mis sospechas), la llegada de gente bien interesante: poetas, cronistas, abogados, amas de casa, maestras, profesores, locutores, historiadores de arte, gente de turismo, etc, y hasta ahí todo aparentemente normal, pero comparten que tienen en común una gran admiración por su trabajo Maestro, lo pictórico, lo arquitectónico, todos están al tanto de las grandes obras que dejó en la ciudad y el país, y hasta  pareciera que el taller nació para homenajear su mural Maestro…

Pareciera que es el “Taller de O´Gorman”, “Ogormanistas”.

Todo funciona de maravilla…

¿Qué casualidad verdad?

Aquí es una biblioteca, pero usted no fue escritor.

La biblioteca se llama Fray Bartolomé de las Casas, pero aquí se habla más de usted que de él.

Usted era un muchacho de 21 años cuando lo vino a pintar, y no era usted ni el único pintor, ni el más conocido, al contrario, usted había estudiado arquitectura, su titulo era ingeniero arquitecto, ¿en qué momento de entonces o ahora, se le encarga a un arquitecto, que pinte él mismo un muro?

Qué casualidad que todo fluyó así nada más. No le quito meritos, pero sé que en esa época, habrá habido competidores. Yo sospecho que ya estaba usted destinado a dejar su huella en Azcapotzalco. Y quizá en ese tiempo ni usted lo supo, pero ahora, ahora ya lo sabe.

Usted ya sabe el verdadero motivo de por qué fue usted y no otro el elegido.

Sé que usted anda muy cerca, usted anda en las sesiones que tenemos, usted ha escuchado las reflexiones profesionales del arquitecto Adrián, nos ha visto sorprendidos con el tema de la cuarta dimensión... de la divina proporción… nos está capacitando Maestro…

Así se hicieron más fuertes mis sospechas… ¡usted está aquí! Ha estado aquí todo este tiempo.

A su gran mural en el Castillo de Chapultepec, le sobran admiradores. Al exterior del edificio más emblemático de Ciudad Universitaria, le sobran postales y camiones llenos de turistas que van a verlo. De sus muchos murales, de sus varias construcciones, todas tienen admiradores de sobra.

Pero usted sabe que éste de aquí, el mural que dejó encargado a los habitantes de Azcapotzalco, que ni es tan taquillero, ni tan conocido, ni tan visitado, ni tan popular, éste, le acompañó toda su vida como una de sus primeras obras significativas.

Y ahora nos visita, para convocarnos, para orientarnos, para acompañarnos, a redescubrir su mural de Azcapotzalco.

Ya nos reunió, ya juntó a todas estas personas que dedican su tiempo, esfuerzo, conocimientos, posibilidades, a relanzar al mundo su mural. Ya reunió sus hormiguitas laboriosas, entusiastas, bien intencionadas y cumplidas, para revalorar su mural, ese de sus primeras obras, y que muchos desconocen.

Aquí, entre los asistentes hay arquitecto, poeta, filosofa, socióloga, historiadora de arte, cronista, bibliotecaria, agente de viajes, artesana, estudiante, cantante, locutora, profesor, etc, entre todas estas profesiones, se las arregló para que viniéramos al mismo tiempo, para organizar su festejo, su centenario, para retomar su vida personal, su carrera profesional, su época, sus amigos y conocidos, y que hagamos, libremente pero concentrados, el recuerdo y valoración que su obra merece.

Una biblioteca y Fray Bartolomé, poco tienen que ver con usted, así por separado, incluso diría que nada. Pero aquí nos tiene reuniéndonos por usted y su obra. Arquitecto que prefirió ser pintor, y siendo un joven de 21 años anduvo por acá. Y ya vio que no venimos a abrir los libros a cada rato, ni se habla cada vez de Fray Bartolomé. ¿qué casualidad verdad?

Y de todos los que venimos, y participamos, nadie nos tuvo que convencer, todos dijimos que sí, que muchas gracias, y cada 15 días las sesiones son de 3 a 5 específicamente para hablar de la biblioteca como espacio y de su mural como patrimonio, O´Gorman por aquí, O´Gorman por allá.

Las horas que usted ya andaba por acá pintando, pues hasta esas horas hay una excelente luz para pintar y para su trayecto desde su casa o de regreso. Las horas que andaba en estas tierras, son las horas del taller.

Así, le queda re bien presentarse en la sesión, son sus horas, aquí anda. Es usted muy hábil…

No es casualidad que uno de sus contactos más notables en este grupo, el arquitecto y primer asistente, haya escrito últimamente varios relatos partiendo de sus sueños, no sólo uno o dos relatos,  y usted sabe que han sido muy bien recibidos, muy aplaudidos, e incluso, que sus bocetos, dibujos y propuesta de mejora arquitectónica para la biblioteca ya han alcanzado un reconocimiento formal, y que a las nuevas autoridades se les presentará muy pronto para que la tome n en cuenta.

Usted no solo está convocando este grupo, asistiendo a las charlas, contento de que se valore y cuide su trabajo, también está haciendo por la biblioteca, por el sitio que resguarda su trabajo.

Maestro Juan, es usted muy bienvenido, siga visitando a este grupo que pretende lo mejor para su obra, su memoria, y su legado.

Síganos hablando en sueños o cuando nos inspiramos despiertos, denos pistas para llevar el objetivo del festejo al mejor resultado.

No diré a nadie que ya me di cuenta de su presencia.

Usted a nadie engañó cuando en su mural decidió pintar la gran casa de cultura, pero de la parroquia (hoy Catedral), nada… solo un arco.

Ese arco es el que une sus creencias de su hermandad, acerca hermanos descarnados y reencarnación, con las mías de que existe una interacción entre vivos y muertos, (en la Biblia Saúl invocó al fallecido Samuel para hablar con él).

Ese arco en el rincón de su mural, ese arco que queda opacado por la grandeza de la Casa de cultura, por el brillante color naranja del tranvía, por la atrayente perspectiva de la avenida Azcapotzalco en ese panel, todo eso colabora a –esconder- ese arco, arco de entrada al misticismo, a lo espiritual, punto del que usted sale a visitarnos, punto desde el cual nos mira, nos escucha, no acompaña.

No se preocupe, su secreto está bien guardado conmigo.

Yo ya conté el número de arcos en su mural, además de ser la figura más abundante, su cantidad es inesperadamente idéntica a la de algo muy importante de su vida, usted dejó en este mural, más que su talento… dejó su ancla para poder volver.

Hay un par de construcciones en su mural que exageran el número de arcos, parecen palomares. Usted debía alcanzar ese número de arcos. Incluso el arco más al final de la obra, pequeño, aplanado, chaparro, justo es donde su colega de profesión nos hizo poner la atención para explicarnos la cuarta dimensión.

¿Qué casualidad verdad?

Nos hizo voltear a ver a un lado, cuando su arco de entrada y salida está justo al otro lado.

Nos hizo mirar la cuarta dimensión pictórica, cuando nos distraía de la otra dimensión metafísica.

En su mural, ese arco discreto de la hoy catedral, está junto a un closet, de modo que distrae la atención, pero también nos da la respuesta, “por esa sección se abre y se cierra un portal”.

Usted ya ha visto daños en ciertas partes del mural, como donde ahora solo es bicolor, cerca del tepaneca central.

Ya vio daños de humedad, irónicamente en la sección donde está el agua del mar.

En cambio, usted mismo eligió para ese pequeño arco, el mejor lugar, el mejor rincón, el que nunca se verá dañado.

Usted Maestro O’Gorman, dejó su portal de acceso a este mundo terrenal, en el punto más robusto y protegido de la construcción.

Descuide, a nadie le diré su secreto, quien se iba a imaginar que con el arco de la parroquia (hoy catedral) pintado en su mural, iba usted a señalar su portal metafísico para visitarnos.

Con razón cuando se remodeló la biblioteca este año, no hubo quien aceptara que las sesiones del taller cambiaran de sede. No nos quisieron ni en la escuela, ni en las bombas, ni en la Casa de cultura, ni en ningún lado. Aquí sesionamos por meses entre hules, goteras, sin electricidad, sin baño.

Pero aquí. Cerca de usted.

¿Qué casualidad verdad?

Ya distingo como va usted moviendo los hilos.

Y si antes las sesiones eran en el primer salón de la biblioteca, casualmente ya nos tuvimos que mover más al fondo, más cerca de su discreto arco. Muy bien. Ya lo voy entendiendo.

Viene usted muy bien intencionado. Gracias por confiar en nosotros. Seguiremos adelante.

Aquí lo esperamos el próximo sábado.

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