ETERNAMENTE FELIZ
ETERNAMENTE FELIZ
Por Miguel Ángel González González
La alegría del Reino Green llenó de
sonrisas el palacio, resonando cuan eterno baile balanceando sus rostros de
lado a lado como buscando la aprobación de los demás asistentes, todos con sus
antifaces de gozo y máscaras venecianas parecían cambiar de colores en cada
movimiento al ritmo de las carcajadas.
Entre trompetas y arlequines, un
gran festín se esperaba, manteles largos con encaje de oro adornaban las
kilométricas mesas que sobre ellas descansaban aquellos cubiertos brillantes
como estrellas. Y en el centro una manzana adornada con un apetitoso cerdo que
todos los presentes esperaban. Era el gran día.
El cerdo sereno observaba a los
presentes chocar las copas de vino tinto donde en cada ocasión brindaban por
él. ¡Salud por el Cerdo! ¡Salud por el Cerdo! Lo que inundaba de alegría
aquella inocencia.
Una afilada y deslumbrante cuchilla
pasó a ser el centro de atención. Lo que llevó al cerdo a recordar su pasado,
su presente y … ¿Qué pasa? Se preguntaba el cerdo, las carcajadas se habían
convertido en gritos de guerra y a lo lejos se escuchaba el crujir de los leños
de la hoguera.
El cerdo corrió hasta la cima más alta de la montaña del reino y se adentró a una cueva llena de luz en la que fue en busca de la eterna felicidad donde pudo ver con claridad aquel festejo en su honor después de aquel segundo en que cerró los ojos.