LOS VITRALES DE LA CATEDRAL DE AZCAPOTZALCO, un tesoro de la plástica mexicana

LOS VITRALES DE LA CATEDRAL DE AZCAPOTZALCO

Un tesoro de la plástica mística

Por Adrián González Cabrera  

AZCAPOTZALCOGRAFÍA.

  

Un sábado de otoño de 2022 llevé a cabo mi acostumbrada visita semanal a un templo, como lo hago regularmente desde hace muchos años. En esta ocasión visité la “Catedral de los Santos Apóstoles Felipe y Santiago”, ubicada en el Centro Histórico de Azcapotzalco. Entiendo que en la época prehispánica estuvo en este lugar el antiguo Gran Teocalli Tepaneca dedicado a Quetzalcóatl y Tezcatlipoca (dato proporcionado por la Maestra Marisol Reséndiz Pizarro). Asimismo, entiendo que el actual conjunto colonial fue construido como convento Dominico en 1565 por Fray Lorenzo de la Asunción, y reformado en los siglos XVII y XIII.

Caminando por el atrio me encontré con Jorge, muy importante amigo de mi adolescencia, al que no veía desde hace muchos años.

-¡Hola Jorge, cuánto gusto saludarte! ¿qué haces por acá?

-¡Hola Adrián, a mí también me da mucho gusto saludarte! Vine a conocer la Catedral, pero ya me estoy retirando porque ya la recorrí.

-Muy bien; ¿te gustaron los vitrales de Mathias Goeritz?, pregunté.

-¿¡Vitrales!?, ¿cuáles vitrales?... ¿¡Matías quéee!?... ¿qué Matías? dijo Jorge. 

-Me refiero a los vitrales que se encuentran al interior de la Catedral, cuyo autor es Mathias Goeritz, quien, entre muchas otras cosas es autor, en nuestro país, de Las “Torres de Satélite”, Méx. (1957), los más de 160 “Vitrales de la Catedral Metropolitana”, CDMX (1960-1963), la “Ruta de la Amistad” (Olimpiada 1968), CDMX (1968) y el “Centro del Espacio Escultórico” de Ciudad Universitaria (1978-1980)

-Suena muy interesante, pero veré los vitrales otro día porque debo retirarme; tengo un compromiso.

Acompañé a Jorge hasta la salida del atrio, ubicada en Av. Azcapotzalco. Nos despedimos.

Una vez que Jorge se retiró procedí a internarme en la nave de la Catedral. Esta se encontraba sin gente. Mis pasos producían un leve sonido que se convertía en algo parecido a un susurro al hacer eco en los muros y bóvedas de la nave. Se podía aspirar ese aroma tan exquisito que se desprende de las maderas con que están hechos el retablo, puertas, púlpito, bancas, canceles… De igual manera, mi piel percibía esa sensación de frescura que serena el alma, típica de este tipo de construcciones tan altas y con muros muy, muy gruesos.

Me senté en una banca; cambié de lugar una y otra vez tratando de obtener múltiples puntos de vista que me permitieran disfrutar de ese fascinante espectáculo que brindan los vitrales colocados en la parte superior de los muros norte, sur, oriente (tambor de la cúpula) y poniente, así como esas bóvedas que solo con mirar sus curvas relajan mi organismo.

Finalmente me senté en la banca que consideré más favorable para mi objetivo; permanecí estático por unos instantes.

Girando la cabeza pude apreciar casi todos los vitrales, sus formas, sus colores, tonalidades y propiedades: levemente frescos los ubicados al norte; cálidos en los días invernales los ubicados al sur; tan brillantes por las mañanas los ubicados al oriente (tambor de la cúpula); resplandeciente por las tardes el ubicado al poniente (medallón). Es una contemplación tan rica espiritualmente, que invita a cerrar los ojos y sentirse bañado por la atenuada luz solar que se filtra por los vitrales bañando el cuerpo humano y estimulando la concentración para buscar la comunicación con el Creador. 

Vitrales en la parte superior del muro norte de la nave. Vista interior.

 

Vitrales en la parte superior del muro sur de la nave, y en el tambor de la cúpula (oriente). Vista interior.

 

Vitral (medallón) en la parte superior del muro poniente de la nave. Vista interior.


Una vez obtenidos mis satisfactores espirituales, salí de la nave de la catedral y me senté en uno de los frescos arriates de piedra que están bañados por la sombra que en ellos arrojan las copas de los árboles altos y añejos del atrio.

Sentado ahí, pensando en los vitrales, acudió a mi mente algo de información enriquecedora relativa al autor:

Los actuales vitrales fueron diseñados y realizados por Mathías Goeritz (1915-1990), un artista alemán que se formó con las bases que sustentaron los maestros de la Bauhaus alemana, mismas que aniquilaron el muro que separa al artesano del artista. Lo que producía la Bauhaus, opinaba Mathias, no constituyen una moda nueva, sino que era resultado de una larga reflexión y de innumerables procesos de pensamiento y trabajo.

Mathias salió de la Alemania Nazi. Después de vivir un tiempo en Marruecos y España, llegó, en 1949, a trabajar en la Universidad de Guadalajara. En 1952 se traslada a la Ciudad de México buscando mejores horizontes.

Entre 1960-1963 diseña y realiza los vitrales de la Catedral Metropolitana de la CDMX, A partir de entonces, Mathias recibe encargos para realizar vitrales en varias catedrales del país. Poco después es contratado para realizar los vitrales de la actual “Catedral de los Santos Apóstoles Felipe y Santiago”, en Azcapotzalco.

Se trata de 21 vitrales para cuya fabricación Mathias estuvo supervisando la selección de materiales para procesarlos, pasarlos por el horneado y convertirlos en vidrio, hasta darle su aspecto final. El corte del vidrio fue un proceso largo, ya que se trata de piezas irregulares tanto en tamaño como en forma.

Asimismo, estuvo supervisando la fabricación de la herrería para los ventanales, ya que la retícula nueva requería de recibir vidrios de diferentes tamaños y formas irregulares.

De igual manera, supervisó la colocación de la herrería, y el corte y colocación de todos y cada uno de los vidrios, de acuerdo a los diseños de los vitrales, ya que se manejaron varios colores y múltiples tonalidades. 

Fachada de acceso principal a la Catedral. Vitral (medallón) en la parte superior del muro poniente de la nave. Vista exterior.

Mathias sufrió traiciones, plagios, destrucción de sus obras, incomprensión de sus ideas, injusticias que le ocasionó el ser extranjero en el contexto absolutamente nacionalista del México de su tiempo.

Una vez terminadas mis reflexiones, me levanté del arriate de piedra y me retiré del atrio, pensando: “¡Los vitrales son hermosísimos; Mathias sí que era un artista excelso!”

 

 

Bibliografía:

Libro: “El Eco de Mathias Goeritz”. Autor: Leonor Cuauonte (compiladora). Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas. Primera edición: 2007.


(Imàgenes del autor)

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