EL MOCOSITA
EL MOCOSITA
Por Martina Rodríguez García
AZCAPOTZALCOGRAFÍA.
Conociste el calor de la tierra como el de la gente, por qué tú fuiste parte de tu vida, porque tú diste parte de tu vida.
Cuando por las tardes de cada semana, de cada mes escuchamos tus canciones y versos que entonabas poniendo toda la emoción al cantar "Mocosita".
En la calle 32 de la colonia Porvenir, en Azcapotzalco, Cdmx, un hombre que envolvía de notas musicales y amor a todos los vecinos, junto con los gritos de los vendedores y la algarabía de los chiquillos, que jugaban alegremente con las canicas, ponches, cubrías variedad de nombres de esas gotitas de cemento o vidrio que reinaban igual que las palabras.
“¡Ahí viene el Mocosita!” Al grito de “chiras mueres”, “chiras pelonas”, corrían los niños a rodear a ese hombre que componía versos a la primera muchacha que pasaba al pan.
En la calle también se escuchaba el silbato del carrito de camotes y plátanos asados, y el dulce aroma se extendía con el viento.
El Mocosita, nombre que adquirió por cantar la canción que dice así:
“Mocosita no me dejes morir,
vuelve al cigarro que no puedo vivir,
si supieras las veces que he soñado
que de nuevo volvías a mi lado,
Mocosita no me dejes
que me mata poco a poco tu desdén ".
Los niños y personas mayores se acercaban a él y le compartían algún antojitos de los que vendían los marchantes, como alegrías de miel y semilla de amaranto, el gritón de las charamuscas, el de las pepitas y algunas veces también el de los sorbetes color de rosa igual que las obleas y las pepitorias.
Cantaba nuevamente Mocosita y los niños aplaudían felices al escuchar:
"Ladrillo está en la cárcel el barrio lo extraña,
sus dulces serenatas ya no se oyen más,
los niños ya no tienen su amigo querido
que siempre moneditas les daba al pasar".
Hermoso tango que balanceándose sobre su bicicleta, escuchaba también el vendedor de coles que llevaba en un gran canasto redondo sobre la cabeza.
En algunas esquinas de la calle vendían chicharrones de res y los tradicionales esquites y elotes, por allí aparecía el Mocosita.
Algunas veces su aliento de alcohol lo hacía apretar fuertemente su boca moviéndola como si saboreara un rico dulce, era teporochito, muy limpio, algunas personas decían que sus hijos lo ayudaban y lo cuidaban, hombre inquieto que tal vez en su juventud fue buen mozo, y lo mejor, alegre, y esa alegría la comunicó a los niños y a todos lo que le pedían un verso.
Personaje real urbano que al pasar a mejor vida todavía debió cantar:
" Colgada de un clavo la guitarra
en un rincón la tiene abandonada,
de su sonido ya no se escucha nada
tirado en la catrera no hace más que llorar”.
Pero antes de morir… alguien le oyó cantar así:
“Mocosita…”
(Imagen de internet, crédito as quien corresponda)