VISITANDO A MI PADRE
VISITANDO A MI PADRE
Adrián González Cabrera
AZCAPOTZALCOGRAFÍA.
Un sábado de septiembre de 2024 desperté como a las cinco de la madrugada, sintiendo en mi cerebro las vibraciones que me provocaban las notas de una canción que me recordó a mi padre. Esa canción se llama “Despedida”. Desde hace unos cinco años a la fecha despierto de esa forma: con las notas de una canción que solo suena en mi cerebro, no en mis oídos, pues no es parte de la realidad. Cuando esto me sucede, la canción la escucho diario solo por las madrugadas, durante períodos de más o menos una semana. Después mi cerebro elige una diferente canción, y así sucesivamente. Algo parecido le pasaba a mi mamá cuando entró en una etapa de senectud avanzada, ya acechada por las enfermedades. Ella decía escuchar serenatas con mariachis.
Ese sábado, al despertar, y permanecer esta canción en mi
cerebro durante un buen rato en las primeras horas del día, me pregunté si esto
era un mensaje de mi padre. De inmediato reprogramé mis actividades del día y
decidí ir a visitarlo al lugar en donde descansa desde que murió hace doce
años: en “Panteón San Isidro”, ubicado en Azcapotzalco, CDMX.
Tomé un baño, me vestí, desayuné, y de inmediato salí de
casa, ubicada en la Unidad Habitacional El Rosario, con destino al panteón.
Abordé un microbús para trasladarme, descendiendo de él en la puerta principal
del panteón, ubicada en la calle Morelos.
Al bajar del microbús, me encontré de inmediato en la zona de venta de flores que se encuentra en el acceso al panteón.
Pronto mi sentido del olfato percibió el exquisito aroma de
las flores, y agasajé a mis ojos con la bella perspectiva que ofrecen la gran
variedad de ellas expuestas para su venta. Compré claveles y rosas, y pedí
prestada una cubeta. Con cubeta y flores me introduje en el cementerio y me fui
caminando por el andador central interior hasta el fondo del mismo, toda vez
que la tumba de mi papá se encuentra casi llegando a la entrada secundaria,
ubicada en Calzada de las Armas, que es una vialidad limítrofe con el Estado de
México.
Al ir caminando por dicho andador central, empecé a sentir que me introducía en una atmósfera que no se percibe al exterior: una atmósfera de Camposanto. Me empezó a invadir una sensación mística que me inducía a sentir que iba perdiendo poco a poco la noción de tiempo y espacio y creía irme enlazando con infinidad de almas, entre las que se encontraba la de mi papá.
Durante el recorrido observé pocas personas, pero todas
ellas arreglando con gran cariño las tumbas de sus seres queridos: unos
escuchando música; otros bebiendo refrescos y bebidas alcohólicas; otros
comiendo, pero todos ellos conviviendo con el difunto en medio de un ambiente
alegre. Finalmente, llegué a la tumba de mi papá. Como siempre, lo primero que
hice fue leer, con toda calma y respeto, el letrero de identificación que
ostenta la cruz emplazada en su tumba… hice desyerbe y limpieza, y le coloqué
sus flores en los jarrones situados en la cabecera. Siempre le pongo claveles,
pues a él le gustaba mucho la Fiesta de Toros; asimismo le gustaba escuchar
pasodobles. A efecto de conseguir agua para lavar la tumba fui hasta el lugar
donde se encuentra una pileta, introduciendo en esta la cubeta para extraer
agua en ella. Regresé a la pileta dos veces más para llevar agua con la que
llenaría los jarrones y rociaría las flores.
Una vez terminadas dichas acciones, inicié las actividades
del alma, entre las que se encuentra el buscar la comunicación espiritual con
mi papá, en la que hago evocaciones y reflexiones de todo tipo. Asimismo, oro
por su descanso eterno. En esos momentos sentí que al alma de mi papá se
presentó ante la mía, facilitando la vinculación entre ambas.
Durante un lapso de 30 minutos, estuve “conectado” con él, sintiéndome inundado por todo tipo de emociones, y, al final, inicié mi etapa de meditación. Para mí es muy importante el análisis de su vida desde su niñez hasta su muerte, procurando analizar las etapas históricas del país, mismas que brindaron elementos que mis abuelos consideraron para construir la vida de mi papá, y para que se construyera él mismo; con ello intento elevar mis niveles de comprensión hacia él, y gano mucho alivio para mi alma.
Finalmente, le
agradecí todo lo que nos dio y cuidó en vida a mis hermanos y a mí. Me despedí
de él.
Cuando inicié el recorrido de regreso por el andador central
para retirarme del cementerio, sentía que mi cuerpo físico era muy ligero y el
contacto con el piso era muy leve. Salí del panteón con una sensación de haber
llevado a cabo una algo que mi ser necesitaba. Pensé que el hecho de que se
hubiera presentado esa madrugada una canción en mi cerebro era realmente un
aviso de mi papá para recordarme que hacía mucho tiempo que no iba a visitarlo.
Cuando salí del panteón algunas preguntas aguijoneaban mi
mente; ¡¿Por qué ha de faltar el padre para que uno vaya a decirle al panteón
que lo quiere mucho y que le agradece tanto?! ¿No sería mejor hacerlo cuando
vive? ¿No sería mejor llenarlo de abrazos en vida?
Desde hace años he aprendido a decirle a la gente que me
rodea lo mucho que la quiero y la falta que me hace su presencia, pues no sé
cuándo será la última vez que pueda hacerlo.
Procuro acudir al panteón todos los días de muertos, el día
del padre y el día de su cumpleaños. Estas visitas que hago a mi papá al son
una herencia de las costumbres que mis padres tenían, y que, a su vez,
heredaron de mis abuelos. En sus tiempos
era un sacrilegio pensar en cremaciones… por esa razón todos los antiguos
miembros de mi familia, hasta mi padre, fueron enterrados. Fue hasta que murió
una de mis hermanas, que la familia empezó a considerar el aspecto de las
incineraciones.
Hoy en día, la forma de pensar de mi familia ha cambiado, ya
que ahora, cuando fallece alguno de sus miembros, nos hemos decidido por la
cremación, a pesar de poseer varios títulos de perpetuidad en diversos
panteones.
Ante cada fallecimiento familiar me pongo a reflexionar
sobre la existencia del cielo, y decido solamente pensar en que mis padres y
hermanas están todos juntos con el Altísimo en la gloria.