GRANDES MUJERES EN LA CONQUISTA DE MÉXICO
GRANDES MUJERES EN LA CONQUISTA DE MÉXICO
Por Profa. Patricia González Esquivel
Las mujeres tuvieron un papel muy
destacado en los acontecimientos conocidos como La Conquista de México,
1519-1521, evento en el que varios pueblos originarios: tlaxcaltecas,
texcocanos, otomíes, culhuas, xochimilcas, cempoaltecas y chalcas, entre otros,
dirigidos por un minúsculo grupo de españoles, derrotaron a otro pueblo
originario: los mexicas, de Tenochtitlan y Tlatelolco, dando lugar a una
esclavitud de 300 años, para todos los pueblos originarios de México,
“vencedores” y vencidos.[1]
En dichos acontecimientos las fuentes
históricas nombran a cuatro mujeres: La Llorona, La Malinche, Tecuichpo Ixtlaxóchitl
y Yacotzin.
De otras mujeres, sin nombrarlas, refieren
sus hechos. Entre éstas se encuentran:
a) La brava combatiente que estuvo a punto de ahogar a
Hernán Cortés, una vez que, con apoyo de otros guerreros mexicas, lo había
capturado, y lo llevaba prisionero, durante el sitio de Tlatelolco. Torquemada,
Clavijero, y Orozco y Berra refieren el hecho. Este último puntualiza: “El
Malinche (Hernán Cortés), hubiera sido ofrenda digna de Huitzilopochtli; por
llevarle vivo y por rescatarle se empeñó afanosa lucha. Vencido y sin duda le
llevaran, a no ser por el socorro que le prestó Cristóbal de Olea, esforzado
jinete, quien cortó de un tajo las manos de un guerrero que tenía asido al
general, al mismo tiempo que una vieja pretendía ahogarle”;[2].
b)
La sensata mujer que, en Cholula, recriminó a La Malinche
(Doña Marina), el estar apoyando a los españoles, en perjuicio de su raza, y le
exigió que se uniera a los combatientes indígenas. Hernán Cortés y Orozco y
Berra hablan sobre el hecho. El primero dice: “y si ella (La Malinche), se
quería salvar que se fuese con ella (con la mujer cholulteca), que ella la
guarecería”; mientras Orozco y Berra señala: “Doña Marina dijo a Aguilar, que
una vieja, esposa de uno de los principales capitanes de la ciudad, dolida de
su hermosura y queriéndola casar con un hijo suyo, pues la veía rica, le
había propuesto abandonara a los blancos porque iban a ser destruidos;”[3].
c)
La atenta centinela que, al percatarse de que los
españoles y sus aliados, aprovechando la oscuridad de la noche, huían a
escondidas de Tenochtitlan, dio la voz de alarma y llamó al ejército mexica para
que los atacara, les infringiera la mayor derrota que conocieron, los despojara
de los tesoros que habían robado y les ocasionara lo que fue conocido como La
Noche Triste. Escuchemos al maestro Orozco y Berra: “una mujer que iba a
tomar agua descubrió la negra columna y para distinguirla le arrojó el tizón
que en la mano llevaba para alumbrarse; cerciorada de lo que era, comenzó a dar
gritos a los mexica, avisándoles cómo sus enemigos se iban secretamente huyendo
(“Mexicanos… ¡Andad hacia acá: ya se van, ya van traspasando los canales
vuestros enemigos!... ¡Se van a escondidas![4])…
aparecieron los guerreros mexica á vanguardia y retaguardia… los mexica
lograron contener el avance de sus contrarios…”[5].
Permitamos a Bernal Díaz del Castillo, continuar el relato. “Y estando de esta
manera, carga tanta multitud de mexicanos á quitar la puente y á herir y á
matar a los nuestros, que no se daban á manos unos á otros…, reparamos en los
patios de Tacuba, ya habían venido de México muchos escuadrones dando voces a
dar mandado a Tacuba y a otro pueblo que se dice Escapuzalco, por manera que
comenzaron a tirar vara y piedra y flecha, y con sus lanzas grandes; y nosotros
hacíamos algunas arremetidas, en que nos defendíamos y ofendíamos.”[6] Por
su parte, Fernández de Oviedo informa: “hasta llegar a Popotla… don Hernando
descabalgó de su caballo, sentándose abatido sobre las gradas del teocalli… Al
recuerdo de cuantas desgracias le habían acontecido aquella infausta noche, no
pudo menos de conmoverse y derramó algunas lágrimas. Presentaríase a la mente
su pasada grandeza, su ejército destruido y aniquilado su tesoro, sus planes
frustrados de señorío…”[7].
d)
Las valientes y decididas mujeres mexicas que, a costa de
su propia vida, y sin importarles ser contagiadas, atendieron a los heridos y
enfermos, por ejemplo, a los infectados de viruela. Las fuentes formales
registraron su heroísmo.[8]
Códice
Florentino.
e)
Las templadas guerreras que defendieron, hasta el final,
el sitio de México y Tlatelolco. “Fue cuando también lucharon y batallaron las
mujeres de Tlatelolco lanzando sus dardos. Dieron golpes a los invasores;
llevaban puestas insignias de guerra; las tenían puestas. Sus faldellines
llevaban arremangados, los alzaron para arriba de sus piernas para poder
perseguir a los enemigos”[9].
“[Cuauhtémoc] determinó de no mostrar flaqueza ni cobardía, antes queriendo dar
a entender que no le faltaba gente y fuerzas para se defender, hizo vestir a
todas las mujeres de la ciudad con sus armas y rodelas y espadas en las manos,
y que luego de mañana se subiesen a las azoteas de todas las casas y que
hiciesen ademanes de menosprecio… El Marqués, cuando vido tanto número de
gentes que cubrían las azoteas y que henchían las calles de la ciudad, fue
admirado y aun recibió algún temor de ganar la ciudad sin daño de sus españoles
y amigos… y tornando al combate, vieron que las que estaban por las azoteas
eran todas mujeres.”[10]
f)
Las demás anónimas mujeres que, junto con los desconocidos
hombres, sufrieron las atrocidades de la Conquista.[11]
Siendo imposible aceptar la cándida propuesta de que la Conquista de México fue
el encuentro o la fusión de dos mundos. En realidad, fue la destrucción, casi
hasta el exterminio, de los pueblos originarios de México, por los bárbaros españoles,
quienes provocaron la muerte del 90% de los indígenas.[12]
La Llorona fue la
imagen de una mujer que, por el año de 1517, comenzó a aparecerse, por las
noches, en la Ciudad de Tenochtitlan, anunciando la llegada de los europeos y
la destrucción del imperio tenochca. Recorría las calles de la ciudad, llorando
desconsoladamente, lamentándose y gritando fuertemente: ¡Hijitos míos ya
tenemos que irnos lejos; Hijitos míos ¿a dónde os llevaré?![13] Cuentan
que llegaba a la laguna, en ella se introducía, llegaba a su centro y
desaparecía. Diana Magaloni la presenta como la sexta profecía o el sexto
presagio de la caída del imperio.[14]
Se
le ha identificado con la diosa Coatlicue, preguntándose cómo continuar protegiendo
a su pueblo, y lamentándose por no encontrar respuestas. Algunas voces afirman
que el hecho en realidad ocurrió, otras advierten que es un mito o una leyenda.
Códice
Florentino.
Tecuichpo
Ixtlaxóchitl ha sido considerada una de las primeras independentistas de
América. Es una de las personas que más padecieron los sufrimientos de la
Conquista, ya que fue hija muy apreciada de Moctezuma Xocoyotzin (el tlatoani
atormentado por los presagios, apresado, robado y asesinado arteramente por
Cortés y sus capitanes); estuvo casada con Cuitláhuac (tlatoani que murió porque
los españoles le contagiaron de viruelas), de quien pronto enviudó para
contraer matrimonio con Cuahtémoc, al lado de quien defendió el Sitio de
Tlatelolco. Además de vivir tan de cerca, con su padre y sus dos esposos, los
rigores de la Conquista, padeció, como indígena derrotada, la Colonia de la
Nueva España. Cuando Cuauhtémoc se entregó, Cortés retuvo a Tecuichpo, abusó de
ella en todas las formas posibles. De esos abusos fue procreada una niña: Leonor,
de quien sólo Cortés se hizo cargo.
Ella, su esposo y otras y otros principales tenochcas y
tlatelolcas, se encuentran en la canoa real de Cuauhtémoc y han sido hechos
prisioneros.
Museo Nacional de Arte (MUNAL),
Ciudad
de México.
Tecuichpo Ixtlaxóchitl nunca negó su
identidad indígena. Hoy es honrada por el Ejecutivo Federal, y la incluye entre
las cuatro mujeres[15]
que simbolizan el 2025, como ¡Año de la Mujer Indígena!
(de izquierda a derecha)
Tz´ak-B´u Ajaw,
(Reyna Roja), mujer maya
Tecuichpo Ixtlaxóchitl (Princesa Blanca Flor), mexica
Señora 6 Mono, mixteca
Xiuhtzatzin
(Flor de la Tierrita), tolteca.
La Malinche o
Doña Marina, fue una mujer excepcional que sirvió como intérprete y consejera a
los españoles para la Conquista de México. El cacique de Tabasco la entregó
como tributo a los invasores europeos, quienes la aprovecharon para comunicarse
con los pueblos indígenas, pero, sobre todo, para que les introdujera en las
tradiciones, gobierno, religión, modo de pensar y demás costumbres de los
naturales de Mesoamérica. Se afirma que sin La Malinche, los españoles no
habrían podido conquistar México. Sin haberse unido formal ni temporalmente,
Doña Marina y Cortés procrearon un hijo: Martín Cortés.
Se afirma que Hernán Cortés asesinó y
desapareció a La Malinche, porque las relaciones que entre ellos había, lo
comprometían en los Juicios de Residencia que contra él entabló la Corona
española.
a los fieros tlaxcaltecas, en la vanguardia,
y a los españoles, en la seguridad de la retaguardia.
Códices
de Tlaxcala.
Yacotzin, madre
del valeroso, fuerte e impulsivo guerrero texcocano Ixtlilxóchitl, aliado de
los españoles, arriesgó su propia vida al reprochar a su hijo el haberse unido
a “los bárbaros españoles”, cuestionándolo por haber cambiado, casi en cuestión
de horas, sus creencias e identidad ancestrales y convertirse al catolicismo. La
fiel Yacotzin se negó a convertirse ella misma a la nueva religión, como se lo
exigía su hijo. Airado, Ixtlilxóchitl la amenazó con cortarle la cabeza y trató
de quemarla viva, ella, finalmente, para salvar la vida, no tuvo más que “aceptar”
su conversión.
Yacotzin, junto con la mayoría de las
mujeres indígenas, pudo darse cuenta de la perversidad de los españoles, antes
de que ésta fuera evidente e imposible de echar atrás.
Códice Ixtlilxóchitl.
[1]
Matos Moctezuma, Eduardo; Pastrana
Flores, Miguel; y Ledesma Bouchan, Patricia (coords.). Tenochtitlan, la
caída de un imperio. Acercamientos y reflexiones, editado por la Secretaría
de Cultura y el Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, 2021. Matos
Moctezuma, Eduardo y Ledesma Bouchan, Patricia (coords.). Tenochtitlan y
Tlatelolco. A 500 años de su caída, editado por la Secretaría de Cultura y
el Instituto Nacional de Antropología e Historia, colección Museos y Galerías,
Museo del Templo Mayor, México, 2021.
[2]
Orozco y Berra Manuel. Historia
Antigua y de la Conquista de México, Tomo IV, 2ª. edición, editorial Porrúa,
colección Biblioteca Porrúa, no. 20, México, 1978, página 517.
[3]
Cortés, Hernán. Cartas de
relación, segunda carta, editorial Porrúa, colección Sepan Cuantos…, no. 7,
México, 2015, página 54. Orozco y Berra, op. cit. Tomo IV, página 215.
[4]
Indígenas Relatores traducidos por
Miguel León-Portilla, en Visión de los Vencidos. Relaciones indígenas de la
Conquista, 29ª edición, editorial Universidad Nacional Autónoma de México,
colección Biblioteca del Estudiante Universitario, no. 81, México, 2007, p. 111.
[5]
Orozco y Berra, op. cit. Tomo IV,
página 385.
[6]
Historia Verdadera de la
Conquista de la Nueva España, 7ª edición, editorial Porrúa, colección Biblioteca Porrúa, no. 6, México
1977, página 395.
[7]
Fernández de Oviedo, Gonzalo. Historia General y Natural de las Indias,
libro XXXIII, capítulo XLVII, editorial Rosa María Porrúa, México, 1979.
[8] Códice Florentino.
[9]
Indígenas Relatores, op. cit. página
185.
[10]
Durán fray Diego de. Historia de
las Indias de Nueva España e Islas de la Tierra Firme, Tomo II, 2ª.
edición, editorial Porrúa, colección Biblioteca Porrúa, no. 37, México, 1984,
página 568.
[11]
De las Casas, fray Bartolomé. Brevísima
relación de la destrucción de las Indias, editorial Fontamara, colección
Argumentos, México, 2014.
[12]
Páramo, Omar, y Núñez, Myriam. “La Conquista provocó la muerte de casi el 90%
de los indígenas”,
unamglobal.unam.mx/global_revista/la-conquista-provoco-la-muerte-de-casi-el-90-de-los-indigenas
[13] Indígenas Relatores, op. cit. p. 6.
[14]
Magaloni Kerpel, Diana, Albores de la Conquista. La historia pintada del
Códice Florentino, editado por la Secretaría de Cultura y Artes de México,
colección Destiempo, México, 2016, pp.
221-228.
[15]
Tecuichpo representa a la mujer
mexica; Tz´ak-B´u Jaw, a la mujer maya; 6 mono, a la mujer mixteca; y
Xiuhtzatzin, a la mujer tolteca.