GATITOS, PERRITOS, ELOTES, CORAZONES
GATITOS, PERRITOS, ELOTES, CORAZONES
Por Martín Borboa Gómez
El payaso “Piquetito” nació cuando una vez, una empresa alemana instalada en México, tuvo la misión de llevar algo de alegría a alguna comunidad cercana a la Ciudad de México.
En esa ocasión, la empresa localizó una población en el Estado de Morelos, a la cual le faltaba pintura en los muros de su iglesia, en la reja del templo y en la cancha de basquetbol.
La idea era sencilla, solo era pintura, era una tarea fácil, solo llevar brochas, botes de pintura, sombreros para el sol, y comida para la gente de la empresa.
Eran como 30 personas y a un autobús me caben poquito más de 40, así que había espacio para la pintura y la comida.
Incluso la empresa se enteró a tiempo de que en el único salón de clases que había en la escuela de ese pueblo, faltaban bancas. Así que también cupieron en el autobús unas tres bancas que la empresa quería regalar a ese pueblo.
El toque final lo puso Ramón, un trabajador de esa empresa, que quiso aprovechar, y pensó que si la idea era llevar alegría, pues no todo era pintura y bancas, sino que valía la pena disfrazarse de algo, para hacerse el gracioso (si es que lo lograba).
Y así decidió comprar un disfraz de payaso.
Un día, sus amigos hicieron una fiesta, y para probar si le quedaba bien el traje, decidi{o ir vestido de payaso a la reunión.
Todo salió muy bien, fue chistoso que entre puros conocidos, uno solo iba disfrazado. Claro que le hicieron burlas sanas, y sirvió para reírse todos un poco. Siempre está bien reírse.
En cierto momento, uno de los amigos preguntó: “¿Y cómo te llamas de payaso? ¿Tu nombre artístico cuál es?”
Ramón no supo que responder, solo levantó los hombros.
Entonces uno de sus amigos dijo: “Te deberías de llamar –el payaso Piquetito-“
Ja ja, todos rieron.
No hubo necesidad de pensar en otro nombre, desde entonces se quedó “El payaso piquetito”.
Y es que como le tiene miedo a las inyecciones, y todos sus amigos lo saben, así le hacían la broma de "nomás vas a sentir un piquetito", y ZAZ.
Y bueno, así fue todo. Llegó el día en que los trabajadores de la empresa fueron en autobús a ese pueblo de Morelos, llevaron la pintura y las bancas, y todo quedó muy bien.
La gente del pueblo les ayudó a cargar los botes de pintura, les ayudó a calentar las salchichas que llevaban para sus hot dogs, y estuvieron muy agradecidos con la forma desinteresada y amable con que la empresa hizo algo por su comunidad. Lo que no hubo forma de pintar fueron los aros de la cancha de basquetbol pues no había escaleras para subir a hacerlo.
En fin, de esa forma, la empresa cumplió su misión, el pueblo quedó un poco más contento, y ya no habría necesidad que algunas niñas o niños tomaran clase parados o en el suelo: ya completaron las bancas de su salón.
Ramón por su parte, se quedó el traje de payaso, y lo llegó a usar algunas veces. No muchas.
Pero hay algo más con Ramón.
Él sueña mucho. Cuando duerme sueña mucho. la vida real se le confunde a veces con la realidad, y tiene luego que anotar las cosas, para saber si fue algo que vivió en verdad, o solo fue un sueño.
Tiene dos cuadernos muy gruesos: en uno anota lo que vive, y en otro lo que sueña.
Y lo curioso es que cuando sueña, a veces sueña que es viejito, entonces sueña que toma muchas medicinas, que le duelen las rodillas, que no escucha bien, que se cansa rápido, etc.
Otras veces sueña que es niño nuevamente, que tiene 9 años, que brinca, salta, que se avienta en los muebles de la sala, que revuelve chocolate con huevo a ver a que sabe, que vacía una lata de elotes en un vaso y les pone mermelada para ver si inventa un postre super sano. Le gusta mucho la comida y la manera en que crece todo de la tierra.
Y ahí es donde luego Ramón se confunde.
¿Lo soñó o lo vivió?
Todo es tan real, que cuando se despierta baja corriendo a la cocina a ver si está en el bote de basura la lata de granitos de elote, para asegurarse si logró su postre super sano, o no.
Y experiencias como esta, están anotadas en sus dos cuadernos gruesos, lo que vive y lo que sueña.
Y bueno, así iban las cosas, hasta que un día…
Hubo una fiesta de disfraces, o quizá la soñó.
No lo sabe porque no lo anotó.
Realidad o sueño, lo que le ocurrió a Ramón fue que recuerda que fue a una fiesta de disfraces, y llevó su traje de payaso. Iba con mucho calor, pero le gusta el calor. En plena primavera, en un salón cerrado, en una mesa rodeado de gente, y él con peluca de colores, traje de cuerpo completo, quietecito y comiendo.
Se paró para refrescarse y fue a servirse agua de Jamaica, y ahí una linda niña llamada Sinaia le hizo una seña de que se acercara. Él fue.
La niña le dijo: “Me gusta tu disfraz. Si hay concurso de disfraces en esta fiesta, yo creo que tu puedes ganar”.
Ramón se alegró mucho de que alguien notara su disfraz, especialmente porque tenía mucho calor con él. Luego de esas porras de ánimo, hasta se le olvidó el calor. Se dio cuenta de que muchas veces no importan las cosas, sino la actitud que se tenga con ellas.
Hace unos minutos se estaba asando en su disfraz, y luego de las palabras de la niña, se sentía fresco, alegre, como si estuviera vestido del mejor traje fino y elegante, como si hubiera nacido para usarlo.
Definitivamente fue un cambio enorme, de un minuto a otro, ahora todo era de agradable temperatura, sin agua ya estaba fresco.
No cabe duda de que la mente es muy poderosa, puede hacernos sentir muy malo con poco, o muy bien, con poco. La verdad es más bien cuestión de actitud.
Y en este caso, la actitud fue originada por un detalle, unas palabras muy lindas y amables que recibió de una niña que no conocía antes.
Qué bonito es tener los oídos abiertos, los radares abiertos, para captar lo bueno, lo lindo que hay en el ambiente. Puede influir en mejorar mucho nuestro día.
Ramón, que no sabe si lo vivió o lo soñó, le preguntó a la niña como se llamaba, ella dijo Sinaia.
Muy bonito nombre, nunca lo había escuchado.
La familia de la niña estaba ahí, así que ante ellos, Sinaia y Ramón platicaron un poco. Era extraño pues él estaba disfrazado de payaso y ella tenía su celular en la mano.
Quizá lo normal es al revés, que una niña esté disfrazada en una fiesta, y el adulto vaya con ropa normal y no suelte el celular.
Por eso Ramón cree que esto fue más bien un sueño.
El chiste es que Ramón sacó un paquete de plastilina y se pusieron a hacer figuritas. Fue interesante, pues una manera de conocerse, es tener una actividad creativa juntos.
Cada uno empezó a hacer figuras de lo que le gusta.
Ella hizo un gato, luego un perro, luego una casita para el perro, y así, comenzó a armar los personajes de su idea.
Ramón observaba todo eso. Pero al mismo tiempo él hacía un elote, luego una lechuga, una zanahoria. Y Sinaia miraba lo que él hacía.
En cierto momento se rieron de sus creaciones pegajosas y se preguntaron mutuamente porque estaban haciendo cada uno esas figuras.
Ella dijo: “A mí me gustan mucho las matemáticas, pero más me gustan los gatos y los perritos, así que quiero ser veterinaria, cuidarlos y que podamos darles mucho amor”.
Él dijo: “A mí me gusta mucho comer, quiero ser experto en saber cómo crecen los alimentos, a ver si logro hacer elotes que sepan a miel, miel que sepa a cereza, harina de hot cakes que ya tenga el plátano o manzana en polvo integrado…”
Ja ja, se rieron.
Y siguieron haciendo figuras de plastilina.
La fiesta siguió y siguió, había arroz pero también sandía, carnitas pero también jícama y chamoy, mucha agua de Jamaica bien rica, y casi nadie le tomó a la coca cola, por eso Ramón cree que más bien todo fue un sueño.
Por ahí andaba un camarón, una rana, un paraguas, un tambor… vaya, todo parece indicar que fue un sueño.
En cierto momento, Sinaia se detuvo de hacer figuras, tomó agua, Ramón la vio, y había algo nuevo en ella, un collar y unos aretes. Se ve linda, pensó Ramón.
Pero, ¿de dónde los sacó? Hace rato no tenía esos accesorios.
Seguro es un sueño.
Luego de platicar otro rato, pensaron que se conocieron un poco más.
Quedaba claro que ella se dedicaría a cuidar la salud de esos hermosos animales que son los gatitos y los perritos.
Y que él se dedicaría a entender a los alimentos para intentar crear comidas combinadas y nuevas.
Sinaia le pidió que no se olvidara se inventar alimentos para gatos y perros más sabrosos, que no fueran tan secos como las croquetas, pues luego andan los pobres animales buscando comer pasto para tener fibra y poder hacer mejor del baño. O luego andan los animales queriendo comer cosas de humanos que huelen sabroso pero que luego les hacen daño, quizá porque su organismo no puede procesarlo o digerirlo bien.
Fue muy divertido poder platicar y jugar con la plastilina y jugar a que ahí estaba el gatito y el perrito, y ahí la nueva comida inventada por él, y entonces el gatito crecía más, su pelo era más suave, al perrito le duraban más sus dientes, más resistente a las enfermedades…
Un mundo ideal de plastilina.
Quien sabe cuánto tiempo estuvieron platicando y haciendo figuras de plastilina Sinaia y Ramón.
Tal vez media hora, o tal vez solo cinco minutos.
Lo que si es que mientras jugaban, en la mesa hubo huevitos de chocolate, gomitas, cacahuates, dulces, vaya, ese si es un bien menú para una fiesta, también había nopales y salsa roja.
Todo junto ya es un poco raro. Por eso Ramón cree que todo esto debe anotarlo en el cuaderno de sueños.
Si, definitivamente fue un sueño.
En determinado momento, Ramón se despidió de Siania y se regresó a su mesa, en donde estaba sentado junto a tres pequeños actores, dos niñas y un niño que salieron en una obra de la llorona alguna vez, en esa obra los ahogaban en un río, y ahora estaban vivitos y comiendo y jugando dominó en la mesa.
También sucedió que en un cierto momento, Sinaia pasó al frente en el concurso de disfraces, y sobre su ropa sencilla de color gris, detenía un pequeño pero brillante corazón rojo con sus dos manos. Todos le aplaudían. Ramón recuerda que la vio y le aplaudió mucho. Ella se veía muy contenta.
Ramón también lo estaba, y pensó. “Sueño o no, lo contento nadie te lo quita”.
Todo era un poco raro de todas formas, pues la fiesta había sido en Semana Santa, y casi nadie hace fiestas en esa época, pues muchos aprovechan para salir de paseo. Ja ja.
Definitivamente fue un sueño. Ahora ya estaba seguro.
Así terminó el día, anotó todo en el cuaderno de sueños, y pudo dormir tranquilo.
Al día siguiente, Ramón se fue a un museo, y recordaba partes del sueño y se le hacía muy simpática y agradable su convivencia con la niña del sueño, con Sinaia y su familia, el haber estado haciendo figuras de plastilina para ir conociendo que le gusta a la otra persona.
Ese juego lo pueden jugar sin hablar, en un restaurante, en una tarde de lluvia, tomando refresco, o quizá más de esa rica agua de Jamaica. O comiendo más de esa rica sandía con chamoy verde, azul o amarillo, al fin que no pica tanto.
En el museo, que era un museo de Murales, Ramón vio varias salas, y hubo dos cosas que le sorprendieron mucho, y que le recordaron profundamente su convivencia con Sinaia y su familia en esa mesa de la fiesta.
Primero, una sala en donde muestran una cueva, y como el hombre prehistórico dibujaba en las paredes de una cueva, animales, personas, fuego, trampas, para comunicarse con sus compañeros y tratar de organizarse sin palabras, como cazar a un animal para comer. Que difícil, pero que ingeniosos esos hombres prehistóricos que aun sin lenguaje de palabras, lograron un lenguaje dibujado para organizar la cacería.
Le recordó su juego con plastilina con Siania el día anterior (o el sueño anterior) en que estuvo vestido de payaso haciendo figuras de plastilina con la niña de la dulce mirada y el celular bien agarrado.
Y bueno, hasta ahí todo iba normal, pero en la siguiente sala, todo fue ya una explosión de imágenes, era un homenaje a su conversación con Sinaia, era como estar escuchando a Sinaia nuevamente, era como si Sinaia hubiera trabajado toda la noche más figuras de plastilina, y ahora le expusiera en una gran pared, enorme, todo lo que habían compartido antes.
Esto podría ser obra de Sinaia, esto podría ser un sueño, esto podría ser una obra mágica, no lo sabía Ramón, pero lo que tenía enfrente, era su conversación con ella…
¿Cómo puede un museo tener un día después una obra hecha en base a una conversación entre una niña y un payaso?
De una fiesta con figuras de plastilina, a un museo en un mural enorme…
Ramón no entendía nada, pero no se preocupaba, pues ya sabe que su vida así es, entre sueños y realidades.
Eso no le afecta ni le preocupa.
Un día alguien muy bueno con él le explicó que la vida tiene sentido por los sentimientos que podemos tener, de manera que con mejores sentimientos, mejor sentido tiene la vida.
Y sin buenos sentimientos, es muy difícil que la vida sea buena.
Y como ya decíamos al principio, la magia está en la actitud que decidamos tener, sin importar si las cosas de afuera son ideales o no, completas o no, intensa o no.
El sol sale y no dice que “sale para mí”. Pero yo me pongo en actitud de que “si sale para mí”.
El agua de Jamaica sabe deliciosa, y no dice que “es deliciosa para mi especialmente”, lo es para todos. Pero yo me pongo en actitud de “que suerte tengo de que me haya tocado de esta agua de Jamaica tan rica”.
No es la vida o su contenido, es mi actitud ante ella.
La felicidad no está en si el pastel de la fiesta era de mi sabor favorito o era para mí.
La felicidad está en que tuve salud para ir a esa fiesta y disfrutarla, y comer y hacer figuras de plastilina, y platicar, y saborear la sandía con chamoy, y sentarme en una mesa con niños actores, y hasta la suerte de que una niña que era una carita nueva que yo no conocía, me dio todo su apoyo por mi disfraz.
Qué suerte que estuve ahí.
Sueño o realidad, que importa, lo valioso es que fue agradable, y me dejó motivado para vivir contento un día más.
Con actitud de “que suerte que estoy vivo para disfrutar una fiesta, sea mía o de alguien más, que suerte que estuve cerca de la sandía y de esas lindas personas”.
Todo eso es lo que piensa Ramón.
Por eso no le importa si es sueño o es real, pues solo los vivos sueñan.
Y estar vivo es tener oportunidades.
Y hay que vivirlas con la mejor actitud posible, para disfrutarlas.
Ramón sabe que si hubiera ido con carota todo enojado, la niña nunca, pero nunca le hubiera llamado para decirle que su disfraz era muy bueno y podría ganar el concurso.
Qué bueno que Ramón iba de payaso contento.
Mejores sentimientos, mejor sentido tiene la vida.
Y es que el que se enoja, pierde. Y pierde oportunidades, amistades, invitaciones, y pierde salud, pierde de vista la misiòn de su vida, y las posibilidades de alegrìa.
En la vida gastamos energía, y es normal, para eso es la energía, pero el que la pierde por enojón, solo la gastó sin obtener nada positivo a cambio. Y es que al enojarnos, el cuerpo se pone duro, las venas se ponen duras, la sangre no corre igual, todo el cuerpo está tenso, es muy incómodo, no respiramos normal, y las cosas adentro de nosotros se afectan. Y la verdad, casi nunca ganamos nada con enojarnos. Es verdad que logramos que a los demás les quede claro que algo nos molestó. Pero fuera de eso, es raro que ganemos algo positivo.
Y ganar algo positivo, podemos lograrlo sin enojarnos. En lo positivo el cuerpo está relajado, podemos imaginarnos un futuro mejor, hacer planes lindos, tener un buen aspecto, no inspiramos agresión con la mirada, y con buena cara, las buenas oportunidades y las buenas personas tendrán más razón para acercarse a nosotros.
Hay que ponerse de buenas, y encontrar lo que nos pone contentos. Mucha gente lo logra cantando, pintando, viendo paisajes, leyendo, o en la religión, el deporte, las obras de caridad, etc.
La misma energía que usamos para enojarnos, si mejor la usamos para construir algo, para crear algo, para inventar algo, para brindar cariño y apoyo a quien lo necesita y lo valora, seguramente dejaremos un mundo mejor que cuando llegamos a él.
Y eso Ramón lo aprendió luego de muchos corajes, de muchos pleitos, de querer cambiar a las personas, y de ver que es inútil intentarlo.
La felicidad no está en lograr que los demás sean como nosotros queremos. Ni depende de lo que los demás nos den.
La felicidad está en lo que nos demos nosotros mismos, nos cuidemos nostros mismos, y sepamos que cosas nos ponen de buen humor, tener nuestro "botiquín" de buenas compañías, de buenas actividades, de buenos sabores, de buenas canciones, de buenos pensamientos, hacer buenas acciones, buenas obras.
Alguien decía en una película que su propósito en la vida era:
Tener buenos pensamientos, tener buenos sentimientos, y hacer buenas acciones.
Imagínate si todos pensaramos así...
Todo eso reflexionaba Ramón, y en la suerte de haber ido a esa fiesta, abierto de ánimo y actitud para pasar una linda tarde, y más que linda, ¡¡fue excelente !!
Bueno, basta de frases célebres y de consejos de mayores y de frases de películas.
¿Qué ocurrió a Ramón en el museo?
Cuando Ramón vio en el museo esa pared enorme con todas esas figuras, solo podía pensar “este es un regalo fabuloso que ha hecho Sinaia para mí, para nuestro juego, para nuestra conversación”.
Y mira las fotos que tomó Ramón en el museo de los murales:
Ahí está un perro como de los que quiere cuidar su salud Sinaia. Un perro ahí representa a todos los perros. Y adentro de los perros un corazón. Ahí donde están los sentimientos, ahí donde elegimos la actitud de hoy, la de mañana.
Nuestra actitud es un regalo ligero y perfumado o un regalo pesado y sin aroma, para los demás.
¿Qué les queremos brindar hoy? ¿Cómo queremos que nos recuerden?
Ramón siempre va a recordar a esa linda niña Sinaia que, ya sea un sueño o una realidad, con esa frase de apoyo de “yo creo que con tu disfraz puedes ganar el concurso”, le regaló una actitud de mucho apoyo, de solidaridad, de amistad, de “yo estoy contigo en tu oportunidad”, “tendrás éxito”, con eso el día se iluminó, fue muy bonito, a Ramón se le llenó el corazón de esperanza, tanta, que luego ni se fijó si hubo concurso o quien ganó.
Ramón ganó un detalle de apoyo de parte de alguien con una actitud muy bonita.
Y para que la cadena de cosas bonitas siga y la humanidad tenga oportunidades de ser mejor, Ramón sabe que ahora le toca a él tener una actitud bonita con alguien más. Y así, la cadenita de buenas actitudes, buenas acciones.
Ramón cree que eso representa el corazón adentro de los perritos del mural, un mensaje de Sinaia sobre la importancia de la bondad hacia los demás. Seguro que es eso…
Si Sinaia desea dedicar su vida a ayudar a los indefensos y cariñosos gatoitos y perritos. Será una vida entregada a dar bondad a los bondadosos.
Y arriba del mural de lámina hay un felino, un felino que representa a todos los felinos del mundo, como los gatos.
Y también está un elote gigante, que representa a todos los alimentos del mundo, esos que Ramón quiere estudiar, comprender y mejorar, combinar y saborear.
Y al centro de todo, está un gran corazón, ese que representa al corazón que Sinaia llevaba en la fiesta, ese corazón que es nuestra garantía de que si late, estamos vivos, y para que dure mucho, debemos meterle cosas lindas para que saque cosas lindas.
Perros, felino, elote, comida, corazón, y todo brillante, de metal brillante, y hasta abajo un gran ajolote…
Uy, ese ajolote no estuvo en nuestra conversación del sueño, o de la fiesta, o de la realidad.
Ni Sinaia y Ramón hablaron de ajolotes.
Quizá en el próximo sueño, o la próxima fiesta…