UN AUTOBÚS CON FENÓMENOS TELEPÁTICOS
UNA AUTOBUS CON FENÓMENOS TELEPÁTICOS
ARTÍCULO BASADO EN
HECHOS REALES, MODIFICADOS EN PARTE, PARA RESERVAR A QUIENES VIVIERON TAL
EXPERIENCIA
Por Joel Luna Mendoza
Era el año de 1995 cuando el ingeniero Carlos Cedi trabajaba en varios
estado del norte de la República Mexicana, laboraba para el departamento
agrario de una institución pública y para un proyecto internacional, que la
banca de varios países lo financiaría con muchos cientos de millones de
dólares, pero, por lo cual impondrían varias condiciones que podrían afectar la
vida cotidiana, el entorno natural, las costumbres y sus normas de vida de
varias comunidades agrícolas.
El ingeniero había recorrido parte de
Sonora, Durango, Chihuahua y norte del estado de Zacatecas, ahora tocaba el
recorrido al estado de Coahuila.
Cedi llego a Saltillo capital del
Estado y se reunió con el equipo de trabajo y después de un par de semanas concluyó favorablemente su actividad, lo que quedaba era descansar un poco, salir a los
restaurantes del boulevar Carranza y festejar con sus compañeras y
compañeros con una buena comida, acompañada del tradicional cabrito norteño, tortillas de harina de trigo con
maíz, quesos mixtos y unas cheves bien frías. Al día siguiente viajaría a la
capital de la república para entregar los resultados de su trabajo.
A la mañana siguiente, un jueves del
mes de agosto, en la región semidesértica con un sol radiante, poca nubosidad y en el cual todos sus
habitantes realizaban sus actividades de costumbre, él se dirigió a la terminal
de autobuses.
Llego a ella alrededor de las once de la mañana y el ambiente era normal: el bullicio
de la multitud en la sala de espera, gente comprando sus boletos, alta-voces anunciando las salidas hacia sus
destinos, pequeños comercios con su clientela, empleados de limpieza realizando
sus labores, todo era movimiento.
Cedi caminó hacia la taquilla y al
comprar su boleto, la señorita le dijo que estaban agotados los boletos de
primera clase, así que tuvo que comprar boletos para un autobús de segunda, lo
cual implicaba que el viaje sería largo y tardado y con continuas paradas en
varias poblaciones.
En un momento la atmosfera en la terminal empezó a cambiar, entre la
gente se empezó a escuchar: ¡ya viene, ya viene! y todos aceleraron sus
actividades. Un personal de vigilancia pasaba de taquilla en taquilla y
entregaba una carta u oficio que obligaba a cerrar las ventanillas y no dar
servicio. Todas las personas, casi corriendo se dirigían hacia las entradas y
salidas de la terminal y solo una señora sentada con un niño dios entre sus
brazos, parecía no estar afectada por tanto alboroto. Carlos ante tanta
agitación optó por sentarse al lado de la señora y esperó por varios minutos el
anuncio de la salida de su autobús, la terminal casi estaba vacía, pero se
anunció la salida de su viaje hacia su destino con escalas intermedias.
Cedi llegó y abordó su autobús y arriba de la unidad todo parecía volver a la normalidad, ocupó su asiento junto a la ventanilla y todo parecía común, pasajeros subiendo sus maletas, platicando, leyendo periódicos y el conductor centrado en su trabajo. Finalmente el autobús salió de la terminal y por los bulevares y periférico de Saltillo alcanzó la carretera.
Carlos observaba por la ventanilla un paisaje árido con muchas palmas del desierto, agaves, magueyes a los que no se les había quitado su quiote.
El autobús pasaba
poblaciones pequeñas, rancherías y después de unas horas de viaje se llegaba al
estado de Nuevo León, en donde contrastaban las tierras con sistemas de riego en
sus cultivos que eran muy verdes en sus campos de siembra con las tierras
áridas del semi desierto.
Finalmente el autobús
hizo su primera parada importante y la mayoría de los pasajeros dejaron sus
asientos, tomaron sus equipajes y bajaron, pues habían llegado a su destino.
Cedi bajó a estirar las piernas, pasar al sanitario, tomar alguna alimento y
bebida, y descansar un poco.
Después de veinte
minutos de escala, nuevos pasajeros abordaron el autobús, la mayoría eran
campesinos de condición humilde y todos vestían de blanco con sus huaraches,
sombreros y trajes de manta. Carlos volvió rápidamente a su asiento y una chica
joven, atractiva y vestida con un conjunto muy moderno y todo de color blanco
se sentó a su lado. En ese momento él se vio y traía una camisa blanca y un
pantalón beige. Tras la chica subió un señor de cuarenta y tantos años con dos
niñas y eran los únicos que llevaban ropa de color, pues en el transporte hasta
un médico y una enfermera que iban en los asientos de adelante iban también de
blanco.
Cuando pasó el señor de
las niñas al lado del asiento del ingeniero y la chica. dijo de manera
indirecta; quiero que la haga un morro a esa muchacha, lo cual a Cedi le
pareció un comentario fuera de lugar y no hubo más al respecto.
El autobús siguió su
camino y fue en ese momento cuando el ingeniero pensó en las repercusiones del
programa, tanto favorables como en las
otras, pensó en que había una información
reservada que muy pocos sabían, también en los tiempos, créditos y financiamientos
que se otorgarían y sobre sus pensamientos empezaron a llover preguntas
verbales y directas hacia él, lo cual le pareció como si los demás supieran sus pensamientos, así que un
poco confundido pensó en cosas absurdas y todos en el autobús se rieron de esos pensamientos.
Nuevas preguntas
verbales surgieron sobre las implicaciones del programa, su cobertura, beneficios
y financiamientos, eran datos que muy pocos sabían. Cedi como ingeniero contestó
mentalmente algo de lo que estaba permitido decir y que él sabía y todos captaron
perfectamente su respuesta mental.
Ante nuevas preguntas
Carlos se vió confundido y acorralado en sus pensamientos por todos, la
situación no era nada normal y en ese momento con desesperación pregunto
mentalmente: ¿cómo es posible que ustedes sepan lo que yo pienso? y ¿yo no
pueda conocer sus pensamientos?, y fue en ese momento cuando se escucharon las
risas más fuertes en todo el interior del autobús.
Sintiéndose acosado en
su pensamiento y en su persona, optó por no pensar en cosas de su trabajo, y
hasta invocó la ayuda de los santos y del creador, entonces algunos de los viajeros expresaron verbalmente que si era creyente lo respetarían.
El autobús seguía su
marcha y empezó a entrar al estado de San Luis Potosí, y en eso en la carretera
se divisó un camión del departamento agrario que parecía que bloquearía el
camino, ante tal situación todos
guardaron un profundo silencio al interior, fue un momento de mucha tensión y
Cedi como ingeniero, pensó que al menos no estaba solo, pero si bajara y
comunicara a sus compañeros del camión, posiblemente no le creerían lo sucedido.
Pocos minutos después
el transporte de pasajeros siguió su camino y poco a poco fueron bajando los
campesinos en las distintas poblaciones del camino. El siguiente punto de importancia
en el arribo fue la ciudad de Matehuala, San Luis Potosí, en donde bajó la chica
de blanco, el señor de las dos niñas y el médico y la enfermera.
Después de lo acontecido a Carlos, vio como nuevos pasajeros ocupaban los asientos del autobús y todo volvía a la normalidad, pues ellos y ellas eran pasajeros comunes y corrientes que viajaban a la ciudad de México y algunas otras escalas.
Finalmente el autobús estaba en las calles y avenidas de la capital y
Cedi pensó en que al día siguiente presentaría su informe total de sus
actividades, y del fenómeno acontecido solo mencionaría que a su parecer los
campesinos en sus entrevistas mostraban mucha preocupación e interés por el
proyecto y el finalmente llegaba a una gran conclusión, de que la precepción
extrasensorial si existe.