UNA TARDE EN EL "CINE MITLA"

 UNA TARDE EN EL “CINE MITLA”

Por Adrián González Cabrera 

AZCAPOTZALCOGRAFÍA.

 

(Imagen Martín Borboa Gómez)

Anteayer por la mañana, al salir de mi vivienda, observé que Fernando, un vecino de mi edad (14 años), hacía lo mismo y se dirigía, al igual que yo, hacia el portón de salida de la vecindad ubicada en la Calle Grecia no. 22, casi esquina con Egipto (a una cuadra y media de lo que fue el casco de la Hacienda de Clavería) Colonia San Álvaro, Azcapotzalco, D. F. Yo vivo en la vivienda No. 1, que tiene dos accesos: uno por la calle y, otro, por el pequeño patio que hace las veces de zaguán, espacio que funciona como vestíbulo y conduce a un segundo patio de mayores dimensiones ubicado en la parte trasera de la vecindad, donde se encuentran las viviendas Nos. 2, 3, 4 y 5. Fernando vive en la vivienda No. 4.

Fernando es el penúltimo de los 9 hijos de un matrimonio que dice ser proveniente de una ranchería en Guanajuato, y haber sido testigos de varios episodios de la Revolución; el señor posee una pistola. Otro matrimonio vecino (vivienda No. 3) dice ser proveniente de Irapuato, en el mismo Estado, y haber participado en la Guerra Cristera, en la cual perdió el brazo derecho. El señor exhibe en su casa una fotografía en la que aparece vestido con uniforme de oficial del ejército Federal. En ambos casos son matrimonios que vivieron épocas difíciles, endureciéndose, y transmitiendo esa dureza del “México bronco” a todos sus hijos, que, sin excepción, habían iniciado su vida laboral al terminar la educación primaria. Fernando dejó de estudiar a los doce años para incorporarse al mundo laboral.  Por esa razón siempre trae algo de dinero en el bolsillo y tiene posibilidades de invitarme al cine. Anteayer, último viernes de mayo de este 1965, se dio el caso.

- ¿Cómo estás, Julián? -dijo Fernando.

- Estoy bien, Fernando; tú ¿cómo estás? -contesté.

- Estoy bien, también. Desde hace unos días quería platicar contigo pues quiero invitarte al cine hoy por la tarde.

- Acepto, Fernando; pero dime ¿a cuál cine?

- Al “Cine Mitla”; pasan dos películas: Así es México, con Lola Beltrán, y Rancho Alegre, con Miguel Aceves Mejía.

- Fernando… ¿por qué no vamos, mejor, al “Cine Clavería”? ahí están pasando una película de Brigitte Bardot que se llama La Parisina”; me dijeron también que están dejando pasar a las personas mayores de 14 años, y ambos los cumplimos el año pasado… ¿qué te parece?

- Julián, a mí me gustan las películas rancheras. Papá, al enterarse que voy al “Cine Mitla” a ver dos películas de ese género, me pidió que se las platique el próximo domingo, día en que descansa de su trabajo. Esas películas le recuerdan el rancho en que nació.

- Está bien Fernando, vamos al “Cine Mitla”, pero que quede claro: vas a pagar las entradas porque no tengo dinero.

- Lo haré con mucho gusto.

Nos citamos para la tarde de ese mismo día en la salida de la vecindad. Una vez obtenido el permiso materno, a las 3:30 horas de la tarde ya íbamos rumbo al mencionado cine. Nos dirigimos por calle Grecia rumbo al hermosísimo “Jardín San Álvaro”. Con una trayectoria paralela nos acompañaba el tranvía, con el ruido que producían sus ruedas metálicas al desplazarse sobre los rieles y, sobre todo, el estruendo producido al pisar dichas ruedas las “juntas” de riel con riel; por lo demás era silencioso, pues se movía con la energía eléctrica que le llegaba a través de un cable ubicado en el interior de cada uno de los dos troles que, a su vez la tomaban de las dos “catenarias” (cables) aéreos (supongo que un cable es de “corriente” y el otro de “tierra”). En la parte posterior externa del tranvía gritaba alborotado el infaltable niño que, sujetado al capuchón que cubría el carrete donde se enrolla la cuerda con que se manipulan los troles, viajaba de “mosca”.

Al llegar al “Jardín San Álvaro” torcimos hacia la derecha para continuar nuestra marcha por la Calle Libertad, en la que hay una buena cantidad de negocios y es muy concurrida. Dicha calle es como el corredor comercial de la colonia, y es el paso obligado para dirigirse al centro de Tacuba. El pasar por esa calle me brindó la oportunidad de saludar a algunos amigos y de observar a las muchachas vecinas que, a esa hora y para dirigirse a diversos destinos, salieron de sus casas acompañadas por su mamá.

Al llegar a la “Calle Ferrocarriles Nacionales” y cruzar las vías del tren, abandonamos la Colonia San Álvaro y nos introdujimos en la Colonia Tacuba.

El “Cine Mitla” se ubica en la acera sur de la Calzada México-Tacuba, en la Colonia Tacuba, Delegación Miguel Hidalgo, muy cerca de la “Estación Tacuba” del ferrocarril. El terreno en que está construido es de forma muy irregular. ya que la sala del cine se encuentra en el “corazón” de una manzana muy grande. Para acceder a la sala se tienen dos opciones: entrar por Calzada México-Tacuba (vestíbulo de 9.00 x 25.00 m aproximadamente) o entrar por Golfo de Campeche (vestíbulo de 7.00 x 25:00 m aproximadamente). El lote no se encuentra en esquina; es como si a un gran lote ubicado en esquina le hubieran sacado un “bocado” en la esquina para construir edificios. Pareciera como si al comprar el lote donde se encuentra la sala no tuviera accesos por la vía pública, y que el vendedor hubiera tenido que conceder (legalmente) que se abrieran dos “servidumbres de paso” desde la vía pública. Este caso se da frecuentemente en las zonas rurales.

La ubicación del “Cine Mitla” no es obra de la casualidad, pues estando en el centro comercial de Tacuba y muy cerca de la “Estación Tacuba” del ferrocarril, a la cual llega, vía férrea, mucha gente de fuera del Distrito Federal, así como numerosas y variadas mercancías tales como, artesanías, frutas, legumbres, granos y animales como borregos, chivos, conejos, gallinas, pájaros, etc., generando una amplia y muy concurrida zona de comercio mayoritariamente informal. Por tal, creo que los propietarios del cine tienen garantizada a la clientela. Dicha clientela proviene de tres grupos diversos entre sí: clientela rural, clientela suburbana y clientela urbana popular; a eso responde el tipo de películas que ahí se exhiben. Entre la clientela del cine pude identificar a una buena cantidad de personas vestidas al estilo de los cuartetos musicales norteños: botas texanas, pantalón de casimir, camisa típica norteña, cinturón de cuero con una hebilla metálica grande, sombrero texano y gafas oscuras (siempre andan solos). De igual manera, pude identificar muchas personas que, por el tipo de corte de cabello, eran soldados rasos en día “franco” (siempre andan en pareja o trío).

Es de señalar que los cines ubicados en la Calzada México-Tacuba, sobre la misma acera sur en la que se encuentra ubicado el “Cine Mitla”, pero más al oriente, en dirección al Centro Histórico de Ciudad de México (“Cine Mitla”; “Cine Tacuba”; “Cine Popotla”; “Cine Tlacopan”; “Cine Cosmos”, etc., van cambiando en cuanto al tipo de películas que exhiben. Entre más cercanos al centro de la ciudad está, las películas exhibidas son más internacionales y de más reciente creación.

El “Cine Mitla”, cuyo nombre refiere las bellas ruinas arqueológicas del mismo nombre ubicadas cerca de la ciudad Oaxaca, Oax., es muy elemental en su construcción, pues sus acabados son pobres: terrazos en pisos y zoclos, muros aplanados con mezcla pintados, en su parte inferior con esmalte y en su parte superior con pintura vinílica. Los plafones son de mezcla (en las zonas de acceso y dulcería) y “falsos” y ligeros (en la sala). Los pisos en la sala son de cemento pulido. En la parte posterior de la sala, en la parte alta (pero dentro de ella) se encuentra una escalera metálica que conduce a la cabina de exhibición, en cuyo muro frontal tiene unos huecos para proyectar a través de ella la película hacia la pantalla ubicada en la parte frontal de la sala (parte baja). Su fachada principal (por calzada México-Tacuba) es de un ancho aproximado a los 9:00 m por unos 12:00 m de altura (en la P.B. solo son cortinas metálicas y en la parte superior un muro ciego con aplanado de mezcla y pintura vinílica en el cual ostenta (anclado en forma perpendicular a la fachada, y con geometría vertical) el letrero “Cine Mitla”. Lo mismo sucede con la entrada ubicada en Calle Golfo de Campeche.

Estimo que la sala del cine tiene una capacidad de aproximadamente 1,000 personas, mismas que ocupan las butacas ubicadas en dos zonas perfectamente definidas: la zona “baja” y la zona “alta”, ambas divididas por un pasillo central transversal de aproximadamente 3.00 m de ancho que funciona como vestíbulo distribuidor hacia las dos zonas mencionadas.

Al llegar al cine nos dirigimos a la taquilla y Fernando compró dos boletos, cuyo costo fue $2.00 C/U (los boletos de la “matiné” de los domingos costaban $1.50 c/u). Al ingresar a la sala hice un “barrido” visual buscando un buen lugar para ver las películas, pero Fernando se me adelantó y me sugirió sentarnos en la parte “alta” de la sala, en la primera fila, junto al pasillo que dividía las partes “alta” y baja”. Poco a poco se fue llenando el cine. Empezó la primera película y, no habían transcurrido 15 minutos, cuando la gente que venía ingresando a la sala y se distribuía por el pasillo central empezaba a gritar “¡¡¡ya llegué!!!”, a lo cual la concurrencia, también gritando y en forma masiva, contestaba de forma grosera. Una vez que la gente se sentaba en sus butacas, con cualquier motivo suscitado por la película exhibida, gritaba ingeniosidades, mismas que el resto de la concurrencia contestaba con palabras altisonantes. El tiempo transcurría en una competencia de insultos de la “parte baja” contra la “parte alta”, y viceversa.

Fernando estuvo toda la función “muerto” de risa, pero no por las películas, sino por los innumerables insultos escuchados, que podrían llenar un catálogo de picaresca mexicana. Fue así que comprendí la razón por la cual Fernando eligió el cine a que acudimos y el lugar en el que nos sentamos…a la “mera mitad” de la sala, pues de esa forma podía escuchar claramente tanto las groserías proferidas por los de la zona “alta” como los de la zona “baja”. 

Una vez terminada la función, salimos del cine. Ya caía la noche y empezaban a caer gruesas gotas de lluvia, mismas que al pasar cerca de los focos incandescentes del alumbrado público se llenaban de luz semejando diamantes.

- El viento está fuerte; eso limpia el ambiente y nos permite respirar una mejor calidad de aire. -dijo Fernando.

- Aprovechemos para llenar nuestros pulmones de oxígeno -dije.

Aspiramos profundamente para llenar de oxígeno nuestros pulmones, acción que repetimos muchas veces. Ambos íbamos por la calle con un excelentísimo humor. En el trayecto a la casa fuimos conversando entre carcajadas. De las películas no platicamos; nuestros comentarios fueron acerca de lo sucedido en la sala, no en la pantalla.

Dos días después (domingo) le comenté a mi papá lo ocurrido en el cine. Él me dijo “Hijo: así como los edificios, para no resultar dañados por la energía excesiva que sobre ellos arrojan los relámpagos durante las lluvias, necesitan bajar y dispersar en el suelo dicha energía mediante un “Sistema de tierras”; de la misma forma, un ser humano que trabaja en ambientes sujetos a mucha presión se llena de energía negativa que podría dañarlo, y por tanto necesita “bajarla a tierra” de alguna manera. Una de tantas maneras es gritar, gritar y gritar…”

“Una función similar cumple una Arena de Lucha Libre a la cual acude la gente a liberarse de las presiones acumuladas a lo largo de la semana, incluidas sus esposas. De esa forma, creo, se han evitado muchísimos conflictos familiares y laborales, así como divorcios…”

“En el caso del “Cine Mitla”, éste fue creado para que la gente disfrute de la proyección de películas, pero en la práctica se ha venido convirtiendo en un sitio al cual la mayoría de los espectadores acude a liberar sus presiones y, eso, les ayuda a evitar deterioros en su salud mental y, por ende, física…”

Finalmente, papá dijo: “Deseo que la lección recibida en el “Cine Mitla” haya sido aprendida y te sea útil.”

Papá se alejó y yo permanecí reflexivo, observándolo retirarse.

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