XANCOPINCA, EL MANANTIAL ESCONDIDO (Capítulo 4 de 7)

 XANCOPINCA, EL MANANTIAL ESCONDIDO (Capítulo 4 de 7)

Por David Briones 

AZCAPOTZALCOGRAFÍA.

 

Crédito de imagen a quien corresponda


IV. Las sombras se acercan

  La aurora despuntó casi de repente, Xicomoyahual dormía ligeramente pues tenía sueños inquietos, entre los cuales, aparecían en su visión, formas de calaveras, rostros alargados y fantasmales que gritaban desesperados buscando consuelo. Vislumbró de repente entre imágenes sin sentido, una mujer blanca que se cubría el rostro con un manto tan ligero que parecía hecho de niebla, algo de la extraña aparición le era familiar. Observó también que cargaba un bulto a la plena usanza de una madre que amamanta. La mujer le habló de una forma tan clara como jamás pensó Xicomoyahual que se podría escuchar mientras se sueña; la voz era tan clara que le hizo despertar, y creyó escuchar lo último de la frase de la aparición onírica cuando estaba ya despierta.

Se despertó y se incorporó entre asustada y queriendo saber si era solo un sueño. Había visto a su bebé cargado por la mujer blanca del sueño.

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Y la frase que escuchó le decía que fuera al manantial por el pequeño.

Xicomoyahual se puso de pie y corrió hacia el cuerpo de agua.

Al llegar, la madre no pudo siquiera tratar de entender que había pasado en el nacimiento del agua; su abuelo tumbado boca abajo sin respirar, dentro del riachuelo que se formaba a unos metros del manantial, y a un lado, en el lugar más seco cercano, estaba bien tapado por una manta, el hijo de la princesa tepaneca, seco y con sólo un mechón de cabello mojado. De su madre, no había rastro.

Inmediatamente recogió a su hijo y se acercó al cuerpo inerte de su abuelo. Le levantó la cabeza y comprobó tristemente que ya estaba muerto. Sus lágrimas brotaron sin llanto, por el triste final de su familia, ya que suponía que su madre estaba ahora resguardando el sagrado manantial. En ese momento recordó la última frase de la mujer de su sueño: Llámale Itzcóatl… la serpiente afilada de obsidiana…

Itzcóatl
Codex Mendoza


·       Hola, hijo mío - le decía al pequeño- ¿te cuidó bien tu abuela?

El niño abría los ojos fijándolos en el rostro de su madre como si le entendiera.

·       Te llamarás Itzcóatl, así como lo quiso nuestra madre Cihuacóatl…

 

Xicomoyahual piensa en emprender el regreso a Tenochtitlán para llevar a su hijo a presentárselo a su padre Acamapichtli y a continuar su misión de enseñanza. Pero antes de ir se dirige al gran palacio del Tepanecatéuctli Tezozómoc, su padre y abuelo del pequeño, para mostrarle aquel que pudiera unir ambos reinos.

Al llegar encuentra un ambiente enrarecido por rumores y habladurías en torno al rey, que no se encuentra en ese momento, se fue a una misión de conquista y sometimiento a Chalco. Se encuentra a su hermano Maxtla,

·       Maxtlatzin, el de noble taparrabo, hermano mío, ¿qué pasa con nuestro padre? ¿por qué está ávido de más conquistas?

·       ¡No me hables así, hija de esclava!, ¡que tu madre haya seducido a mi padre, no nos hace hermanos! Eres sucia como ella, y ahora nos traes un bastardo del traicionero señor de los esclavos isleños… ¿qué quieres aquí?

·       Maxtlatzin, no hables así de ellos que podrían ser nuestros hermanos, tú mismo hablas nahua, su lengua.

·       Hablo muchos idiomas, como mi padre, a quien no mereces tú decirle padre, hablamos lenguas de señores con señores y lengua de esclavos con esclavos… lárgate o te echaré del palacio con tu bastardo…

·       Me voy mi señor Maxtla, no quiero quedarme aquí a vivir, tengo misión de enseñanza en el templo de Tláloc en Tenochtitlán… sólo quería hablar al Tepanecatéuctli y mostrarle a su nieto.

·       ¡¿Tú con qué derecho corres de aquí a mi hermana de leche, Maxtla?! - gritó a la espalda de Xicomoyahual, el príncipe heredero del trono, Quetzalayatzin.

·       ¡Hermano mío! ¡¡Bendito seas y tu madre la auténtica reina de Azcapotzalco!! - dijo la madre de Itzcóatl.

Maxtla, visiblemente enojado, miró con desprecio a ambos, pero respetando tanto el rango como la fuerza física y habilidad para pelear del príncipe, salió de la habitación diciendo:

·       Yo seré un día heredero y tú Tayatzin, te mandaré a ser siervo de Mictlantecuhtli…

 

Quetzalayatzin, visiblemente cansado y con sudor en la frente ignora a Maxtla y cambia su semblante para hablar con su hermana y conocer a su sobrino.

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·       Hermana mía, dime, ¿éste es el hijo de Acamapichtli?, estuvimos juntos peleando en Chalco, es un gran guerrero, como su hijo Huitzilihuitl(1), esperemos que este muchacho sea en un futuro digno descendiente de mi padre y del suyo…

Huitzilihuitl
Codex Mendoza


·       Quetzalayatzin hermano, malas noticias me traen al palacio, nuestra madre, Iztacxochitl se fue de esta tierra ayer, y ahora es parte del espíritu de la fuente de agua de Huacalco, aquel que le llaman Xiamcopincan.

·       ¡Oh, gran dios Tláloc!; es benévolo con mi chichinantzin de encomendarle un arduo trabajo que sin duda la lleva a Tlalocan. Ayer mismo mientras descansaba en Mixcoac, vi el reflejo de la serpiente del cielo en el agua del lago señalándome hacia tu isla, imaginé que algo especial pasaba allá.

·       Pues ya que eres el único que aun me considera en esta ciudad, quiero mantener contacto contigo, para que le puedas hablar a nuestro padre; presiento que las cosas empeorarán…

·       De verdad que eres hija de Cihuacóatl, aquí en palacio es un avispero, Ilhuicaxotzin, la madre de Maxtla, envenena el oído del Tepanecatéuctli, y nuestro padre ya no confía plenamente en nuestros aliados de la isla del águila, el mismo Acamapichtli me habló en secreto, que es un alivio pensar que yo seré heredero del trono de piedra y no Maxtla; odia tanto a Maxtla como su aliado el señor sabio de Texcuco.

·       Debemos ser cuidadosos con Maxtla, no confíes en él, yo estaré en Tenochtitlán y le hablaré a mi esposo y al hijo de éste para que te apoyen si algo te quieren hacer.

·       Estaré poco tiempo aquí, iré a Texcuco a hablar con el señor sabio Netzahualcóyotl, pues era gran amigo de mi madre y su familia.

 

Se despidieron, y Xicomoyahual se fue camino a Tlacopan para tomar la calzada de México. Al llegar vio que ningún señor estaba, así que acudió a la casa de las concubinas y presentó a su hijo con las demás esposas.

En tanto, en la campaña de Chalco, aun sin poder vencer al gran pueblo chalca; ambos bandos se dan cuenta que el viejo señor de Azcapotzalco ya no es el mismo guerrero de antaño, se le nota enfermo. 

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Aun así, le promete a Huitzilihuitl, mandarle a su hija Ayauhcíhuatl, apenas una jovencita, para que la despose y sea la acompañante del futuro señor de Tenochtitlán. Acamapichtli y Huitzilihuitl aceptan con gusto para evitar cualquier confrontación futura, pues aun dividido, el ejército tepaneca es muy poderoso.

Acamapichtli, fue herido en la campaña por una flecha en el tobillo, pero por considerar que una herida así no le obligaría a cuidarse, no se dejó curar, dejando que cicatrizara sola y únicamente se la tapó con una calza alta.

Con el paso del tiempo, la herida se le infectó, lo que impidió que continuara yendo a las campañas que le solicitaba ir, Tezozómoc.

Para suplir a su padre, Huitzilihuitl tuvo que acudir como general del ejército mexica; La ausencia del señor Tlatoani era una afrenta a los tepanecas y eso era una declaración de guerra entre ambos pueblos. Para aceptar a Huitzilihuitl, Xicomoyahual se entrevistó con Quetzalayatzin y le pidió que le rogara de su parte a su padre que no le hiciera la guerra nunca al pueblo de su esposo e hijo. Tezozómoc a regañadientes, aceptó.

Acamapichtli, cada vez más enfermo, pidió platicar con sus consejeros de los cuatro barrios y su hijo Huitzilihuitl; le hizo prometer que no le hiciera la guerra al pueblo de Azcapotzalco, pues ellos podrían acabar con su isla y borrar del mapa su linaje. Además, le pidió que su sucesor fuera, por encima del primogénito de su hijo, Tlacaélel(2); el hijo que acababa de nacer que tuvo con la hija de Tezozómoc: el aun bebé, Chimalpopoca(3), pues ese hecho auguraría que jamás los traicionarían los tepanecas.

Tlacaélel
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No era gratuita tal afirmación; se sabía por ambas cortes, que el pequeño Chimalpopoca era favorito del viejo rey Tezozómoc; decía que se parecía a él mismo de niño. Poco tiempo después, Acamapichtli muere de fiebre. Es nombrado Tlatoani, Huitzilihuitl.

Pasaron unos años, e Itzcóatl y Tlacaélel ya eran unos jovencitos, Tlacaélel viendo su suerte de haber sido despojado de su derecho al trono mexica por su abuelo antes de morir, decide junto con su tío Itzcóatl consagrar sus vidas al aprendizaje de la adoración de Cihuacóatl y ser en un futuro iniciadores de una cofradía que fungiría como consejeros principales de los tlatoanis, todo  por consejo de su maestra, la madre de Itzcóatl, quién los lleva frecuentemente al manantial para hablar y escuchar a la diosa guardiana.

Una noche, Xicomoyahual sueña a su madre en forma humana, sabe que esto es grave, ya que es la primera vez que pasa, y en el sueño, su madre-diosa llora y grita por la muerte de sus hijos. Inmediatamente al amanecer, manda un mensajero al palacio de Azcapotzalco para que le avise a Quetzalayatzin que necesita verlo en la isla de Huacalco al día siguiente, antes que Tonatiuh salga, pues es hora de que Cihuacóatl les hable a los hombres.

La misma Xicomoyahual piensa llevar a Itzcóatl para que también conozca el mensaje de la diosa. Tlacaélel escucha a su maestra cuando manda el mensaje a su hermano y pide también ir.

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·       Pequeño Tlacaélel, serás un gran consejero, tú no naciste para mandar, naciste para crear, para aconsejar, ese, hijo mío, es un trabajo más difícil, y, por cierto, muy ingrato.

·       Mi único propósito, maestra, es engrandecer la tierra de mi padre y de mi abuelo.

 

Al día siguiente en la isla de Huacalco, antes del amanecer, Quetzalayatzin se encuentra solo en su rivera, con un tronco de ocote encendido, casi entre neblinas vislumbra la barca de Xicomoyahual que viene acompañado de los dos mozos, alumnos de ella.

Inmediatamente se dirigen al manantial. Xicomoyahual inicia con premura el rito de apertura del culto. En ese momento, la negrura de lo que aún queda de la noche, parece acrecentarse. La antorcha de ocote se apaga con un resoplido del viento.

De la nada se escucha un sollozo lastimero que se prolongó hacia todos los puntos cardinales, horrorizando al príncipe. Los alumnos, pese a su costumbre de escuchar la voz de Cihuacóatl, también estaban temerosos.

·       ¡Madre, que te duele, dinos! - silencio.

·       ¡¿Madre, porqué nos hiciste venir?!

 

La voz de Xicomoyahual resonaba en el silencio y la negrura de la penumbra hacía parecer como si nunca fuera a amanecer.

·       Chichinantzin, soy yo, Quetzalayatzin, tu hijo de leche; dime que es lo que pasará…

·       Son ambos mis hijos y los quiero, y lloraré por su muerte y la injusticia de que serán objeto… morirán ambos a traición y no hay nada que hacer…

 

La voz se escuchaba más humana que veces anteriores, frecuentemente interrumpida por sollozos lastimeros como si el alma estuviera sufriendo todas las penas de la humanidad.

·       Viene con ustedes quien los vengará, y quien hará grande mi nombre, Itzcóatl, hijo, lucha por el honor sin miedo al león, Tlacaélel, enfrenta y cuéntalo todo…

 

Los aludidos dieron importancia al mensaje asintiendo, aun cuando estaban temblando de miedo.

·       Te necesito, hija…

 

Inmediatamente después de escuchar la última frase, del agua surgió el cuerpo etéreo de la guardiana, llorando sangre por los ojos vacíos y lanzando alaridos que, hasta la misma Xicomoyahual se sintió cerca de la muerte.

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La terrorífica imagen flotó por unos segundos a su alrededor y salió disparada hacia el oriente. Al tratar de seguirla con la mirada, los cuatro presentes se deslumbraron con un brillo excepcional para la penumbra imperante. Tonatiuh acababa de salir.

 

Fin del capítulo IV

 

 

 

Glosario

 

(1) Huitzilihutl – “La Pluma de colibrí”. Segundo huey tlatoani mexica, el cual gobernó desde 1391 al 1415; fue el cuarto hijo de Acamapichtli, su antecesor en el trono mexica y fue elegido según las crónicas porque era un mancebo de corazón noble, apacible y de buenas costumbres

 

(2) Tlacaélel – “El que anima el espíritu”. Guerrero, economista, estadista y reformador religioso mexica. Se desempeñó en el cargo de consejero de gobierno o sumo sacerdote Cihuacóatl.

 

(3) Chimalpopoca - "Escudo humeante". Tercer huey tlatoani de la dinastía gobernante en México – Tenochtitlán.

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