XANCOPINCA, EL MANANTIAL ESCONDIDO (Capítulo 5 de 7)

XANCOPINCA, EL MANANTIAL ESCONDIDO (Capítulo 5 de 7) 

Por David Briones 

AZCAPOTZALCOGRAFÍA.

 

V. La traición del usurpador

 

El espejo de agua, delineado por orillas bien definidas de color verde, por marismas o plantas semiacuáticas; un lago rebosante de vida, de agua dulce y salada, tal vez recuerdo ínfimo de un viejo mar.

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El lago que hace del valle en el que está contenido, un clima templado y noble casi todo el año, y con gran tino o buena suerte, varias naciones lo han escogido como lugar donde establecerse. 

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Por tardanza o por ser en un principio pocos en número, pero los aztecas, posteriormente mexicas, llegaron a habitar zonas poco fértiles, y son huéspedes indeseados por anteriores colonos de las riveras lacustres. Toman, por fin, un islote un poco más grande que Huacalco para establecerse, islote que pertenece a la nación tepaneca; por ende, se convierten en vasallos de éstos últimos.

Poco a poco, convierten el islote miserable casi sin tierra cultivable en una incipiente, pero bella ciudad con canales muy bien distribuidos, una Venecia que llegaría a ser más hermosa que la que en esas mismas épocas trataba de florecer en el otro lado del mundo, recién salido del oscuro medioevo. 

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Tenochtitlán recibe de nuevo a Xicomoyahual, a sus alumnos y a su nueva incertidumbre. La enseñanza continúa sobre Cihuacóatl, y el tlatoani Huitzilihuitl da el visto bueno a Tlacaélel y su nueva vocación, y aunque quiere mucho a su hermano Itzcóatl, menciona a todos en la naciente corte mexica, el deseo de su padre antes de morir: hay que aliarse con más fuerza con los señores de Azcapotzalco, así que su sucesor será Chimalpopoca.

Tezozómoc ama al pequeño Chimalpopoca, no es mala la decisión mexica, sin embargo, cambiará radicalmente su postura gracias a ella. Por otro lado, el heredero al trono de Texcoco, el sabio Netzahualcóyotl quiere acabar con Azcapotzalco desde que Tezozómoc traicionó la paz y mató a su padre Ixtlixóchitl, y siendo los acolhuas el único ejército de todo el valle que podría competir de igual a igual con los tepanecas, coloca a los mexicas como los mejores aliados en una eventual guerra. Conviene para ellos la buena relación con Tenochtitlán, y eso detiene a Texcoco a confrontarse directamente. Netzahualcóyotl sabe también que es odiado por Maxtla, pero Quetzalayatzin es su sobrino lejano y le tiene aprecio. Espera, como los demás señores menores, que sea quien, por fin, traiga paz al gran palacio Tepaneca.

Pues sucedió que después de cinco años en la batalla por la toma de Chalco, hirieron a Huitzilihuitl en un costado del pecho, y la punta de la flecha quedó dentro...

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... comprometiendo la vida del Tlatoani guerrero. La emergencia cundió en la cúpula gobernante del Tenochtitlán. Al mismo tiempo el viejo Tepanecatéuctli agonizaba en su lecho debido principalmente a la edad.

Su principal preocupación es que no considera a ninguno de sus hijos con el carácter para gobernar su imperio. Quetzalayatzin es un hombre noble y buen guerrero, pero no es un gobernante para tiempos de guerra en el imperio; teme que en el futuro se convierta en solo un sirviente de los mexicas a quienes ve pujantes y tal vez, cercanos herederos del mando tepaneca. Maxtla es un dictador que no tiene inteligencia para granjear alianzas, el solo ve una solución a todos los problemas: matar enemigos.

En Tenochtitlán los problemas son otros, los sacerdotes no ven mejoría en Huitzilihuitl, ven a su sucesor en Tlacaélel, el único con inteligencia para guiar a la nación mexica en estos tiempos de guerra. 

Tlacaelel 
Codex Mendoza


En una reunión entre sacerdotes y Tlacaélel e Itzcóatl, quienes ya son unos jóvenes guerreros, se mencionan sus intenciones:

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·       Hijo de nuestro señor Huitzilihuitl y nieto del Tlatoani ahora en tierra de los muertos, Acamapichtli, tienes tú que ser el sucesor de tu padre… aun sabiendo la última voluntad de tu abuelo, Chimalpopoca es casi un niño y eso nos hará débiles ante Tezozómoc y sobre todo de su hijo el inquisidor Maxtla, quien casi es rey de Azcapotzalco. - Dice el sacerdote principal de Huitzilopochtli

·       No puedo contradecir a mi padre ni aun la voluntad de mi abuelo, yo soy Tlacaélel, el que ha perdido el derecho al trono, soy el consejero que mi padre pide para guiar al señor de Tenochtitlán, ya sea Chimalpopoca o su hijo aun sin nacer…

·       Eres mi sobrino - interrumpe Itzcóatl - pero te veo más como un hermano, Tlacaélel, eres el más claro e inteligente entre todos nosotros, no hay nadie más que pueda guiarnos al fuerte sendero de grandeza que tu misma clarividencia nos ha hecho saber que será nuestro destino

·       Hermano mío, porque así yo también te considero, no soy quien pueda llevar los destinos de una nación como México, siento desilusionarlos a todos pero desde niño que me hicieron saber que no tenía derecho al trono, mi alma descansó, pues nunca me consideré un Señor guerrero, sin embargo tú, hermano, eres el más fuerte de los dos… yo sin embargo soy la voz de la razón y el buen juicio en éste consejo, sugiero tomar la decisión de mi abuelo Acamapichtli como mía, y dar el voto a Chimalpopoca, quien debe ser, como su nombre lo dice, un escudo en donde nos resguardaremos del poder tepaneca, pero entre todos nosotros, lo respaldaremos para que no sea un títere de Tezozómoc. Pero he aquí mi advertencia, nunca confiemos en Maxtla; si él hereda el Tepanecatéuctli, seremos carne muerta de la que ni siquiera se salvará su hermano Quetzalayatzin.

·       Has hablado con elocuencia, joven Tlacaélel, bien veo ahora tu papel en nuestro país. Sea pues Chimalpopoca el siguiente Tlatoani mexica, que, a la muerte de nuestro señor, será inmediatamente coronado - sentenció el más viejo de los sacerdotes.

El azar normalmente tiene más poder en el destino de las naciones que los hombres y siendo el caso de Azcapotzalco, sucedió que Tezozómoc murió antes que el señor de México-Tenochtitlán, Huitzilihuitl. Los funerales del señor Tepanecatéuctli fueron el pretexto ideal para visitar el trono de Azcapotzalco por parte de los principales del Tlatoani moribundo; entre ellos iban Xicomoyahual, Itzcóatl, Tlacaélel y por supuesto el asignado heredero, el joven Chimalpopoca.

 

·       Mi señor… has muerto y has dejado la incertidumbre en tu imperio… - decía en voz baja Xicomoyahual.

 

Quetzalayatzin, visiblemente preocupado estaba a los pies del petate mortuorio adornado del recién fallecido señor de Azcapotzalco, sosteniendo la vara de mando, especie de cetro que sólo debía portar el Tepanecatéuctli, que fue dado por su padre antes de morir, y que significaba que, al último momento, Tezozómoc se había decidido por él como su sucesor. 

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La imagen daba cierta tranquilidad a la comitiva mexica; sin embargo, la tranquilidad duró muy poco:

 

·       ¿Que hacen aquí todos ustedes traidores, esperan que se entierre el cuerpo del Tepanecatéuctli para tomar su trono, víboras mexicanas? - Gritaba desde la entrada de la habitación real un enfurecido Maxtla, seguido por los principales generales tepanecas y un fuerte séquito de guerreros elite. - ¡¡… y tú, hermano mío, sabía que traicionarías a tu pueblo todo por la esclava que se hizo pasar por tu madre para envenenar tu alma contra tu verdadero hermano!! ¡¡Guardias, quítenle el mando al traidor!!


Los soldados que acompañaban a la delegación mexica cargaron sus lanzas y apuntaron hacia el agresor, protegiendo de cualquier daño que les pudieran hacer a sus señores, sin embargo, Quetzalayatzin, que estaba fuera de su alcance, fue tomado por los hombros por dos enormes soldados tepanecas y le arrebataron el bastón de rey. Quetzalayatzin adivinando que su captura en manos de Maxtla no sería más que su muerte, se zafó de los captores y tomó una enorme lanza que fuera el arma favorita de su padre y que iba a ser enterrada con el cuerpo del rey fallecido.

 

·       ¡¡No lastimen a los mexicas, solo quiero a Tayatzin!! - advirtió Maxtla a su guardia. Ustedes mexicas, no quiero guerra con su pueblo, somos aliados, pero necesito saber que me son leales, cuando tengan un Tlatoani sano, quiero que venga a rendirme pleitesía, ¡¡pues ahora yo soy el nuevo Tepanecatéuctli!!

·       ¡No serás Tepanecatéuctli si antes no me matas, usurpador! - Gritó Quetzalayatzin antes de tumbar a un soldado que le cerraba el paso a la puerta y salir corriendo.

·       Síganlo y mátenlo - Ordenó al fin Maxtla a sus soldados.

 

El séquito mexicano salió a toda prisa del palacio de Azcapotzalco adivinando su oscuro futuro, todos iban nerviosos y en silencio. 

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Al pasar cerca de Huacalco, Xicomoyahual dijo a los demás:

 

·       Jóvenes que están aquí, yo ahora me despido, mi destino me llama a hacer una tarea más, y después servir a mi señora Cihuacóatl; hijo, Itzcóatl, la serpiente de cuchillo de obsidiana, reconoce tu destino antes que sea tarde para todos; te amo. Tlacaélel, eres ahora el gran cihuacóatl que aconsejará a los señores de tu pueblo, ve siempre por el bien de ellos. No me volverán a ver, pero yo estaré siempre al lado de ustedes y nuestra nación.

·       Nanatzin ¿qué haremos? ¡¡Te necesitamos ahora más que nunca!! - dice Itzcóatl, a quien su corazón se le destroza por sentir que pierde a su madre y maestra.

·       Maestra mía, no soy digno de tu título. ¡No nos abandones ahora que Maxtla nos puede aplastar! - secundó Tlacaélel.

·       Busquen al señor sabio del oriente, el coyote con hambre es el señor que los guiará a la victoria…

 

Dicho esto, se separó del grupo sin voltear hacia atrás, sabía Xicomoyahual que eso haría más difícil todo para su hijo el lloroso Itzcóatl, que sentía que todo su valor se iban con su madre… 

Itzcóatl 
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La tarde empezaba a oscurecerse, el grupo continuó su camino ahora con más incógnitas que certezas, y una solitaria Xicomoyahual se apartaba del camino en busca de su antiguo jacal en la isla de Huacalco.

El estrago del tiempo había deteriorado la pequeña choza de su madre, casi derruida. Buscó en su interior dentro de las pocas posesiones que aun quedaban una daga de obsidiana que guardaba para protección y rituales. Fue después al manantial encantado para hablar con su madre y preguntarle si su decisión era la correcta.

 

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Hizo algunos rituales con la misma daga en el agua, pero no tuvo contestación de la diosa guardiana. Sin estar totalmente segura de su plan, tomó el camino de regreso a Azcapotzalco con un solo propósito: matar a Maxtla.

La oscuridad no era total, había iluminación en el cielo por Coyolxauhqui(*), y se saben bien que ella es enemiga de los dioses.

 

Coyolxauhqui
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Sabiendo de memoria el camino hacia las habitaciones de su padre y adivinando que ahora ahí dormiría el usurpador, llegó sin mucha dificultad para tomar desprevenido al hijo de Ilhuicaxotzin. 

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El autonombrado Rey de Azcapotzalco, dormía plácidamente. El brillo centelleante de la cuchilla de vidrio negro resplandeció por un momento, pero otra mano fue más rápida que ella… desde unos cuantos centímetros detrás de ella la madre de Maxtla la degollaba con una navaja más pequeña de jade, tan afilada que prácticamente sin ningún ruido, cortaba venas vitales de su cuello y moría la hija de Tezozómoc, unos instantes después.

La madre del usurpador trataba de no despertar a su hijo. En silencio, tomó el cuerpo y cuando apenas lo había arrastrado un metro hacia la puerta de la habitación, un grito desgarrador salió de todos lados. Un grito de dolor de mujer que se oyó tan fuerte, que despertó a todos en el palacio, aterrorizándolos, incluso a Maxtla. El hijo de Ilhuicaxotzin se incorporó de inmediato y en medio del claroscuro de la luz de la luna, entrevió una figura blanca que descargaba golpes silenciosos a un bulto tirado en el piso de su habitación. La figura translúcida solo murmuraba lo que parecían palabras a la par que se oían sonidos sordos de agonía, hasta que la figura se fue desvaneciendo. 

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Después de pasar el primer espasmo de miedo, llamó a gritos a su guardia que de inmediato llegó con rajas de ocote encendido y dejó ver a todos la dantesca escena:

Xicomoyahual yacía muerta desangrada, pero la viuda de Tezozómoc era una visión de terror, estaba descuartizada ritualmente y cortada de todos lados, su cara era un desfiguro de piel, carne y huesos que antes formaban un rostro, una de sus manos, totalmente separadas de las muñecas, aun empuñaba una daga de jade. Además, había un cuchillo de vidrio negro con el que, al parecer se había hecho todo el daño, clavado en el vientre del cadáver despedazado, pero lo más espeluznante fue, que la lengua de la reina había sido arrancada de raíz y nunca fue encontrada…

 

Fin del capítulo V


 

Glosario

 

(*)Coyolxauhqui - Diosa mexica de la luna y una guerrera que, según el mito, intentó matar a su madre, Coatlicue. Su hermano, el dios del sol Huitzilopochtli, la venció, la decapitó y lanzó su cuerpo desmembrado del cerro Coatepec


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