XANCOPINCA, EL MANANTIAL ESCONDIDO (Capítulo 6 de 7)
XANCOPINCA, EL MANANTIAL ESCONDIDO (Capítulo 6 de 7)
Por David Briones
AZCAPOTZALCOGRAFÍA.
VI. El complot del asesino
El atentado volvió paranoico al usurpador Maxtla, quien ordenó que no se dijera nada del evento, se dio la versión de que Xicomoyahual mató a Ilhicaxotzin, y la guardia de la madre del rey la mató al descubrirla en el acto criminal. El sepelio de la descuartizada fue privado y sin mucha ceremonia.
El cuerpo de Xicomoyahual estuvo a punto de ser quemado y desaparecido, pero un criado quien conocía a la sacerdotisa muerta y al hijo de ésta, pudo ocultarlo y mandarlo a su isla para ser enterrado con sigilo. Itzcóatl se enteró de la muerte de su madre y aunque tenía fama de ecuánime, por un momento, la noticia lo sacó de quicio. Itzcóatl hablaba con Tlacaélel sobre esto:
· ¡Mal ha hecho ese usurpador de Maxtlatzin! ¡Mi madre y maestra! ¡Cómo me gustaría marchar a Azcapotzalco y acabar con toda alimaña venenosa que ahí vive y ha hecho del palacio de mi abuelo lugar de traidores! Ese trono se lo devolvería a su verdadero dueño Quetzalayatzin…
· Hermano mío, (responde Tlacaélel) al igual que tú, quisiera que ese traidor y usurpador pagara con su vida lo que ha hecho… sin embargo no comas ansias, estoy seguro de que Maxtla dará tarde o temprano un paso en falso y podremos unir varias naciones enemigas y acabar con él.
· No sé qué tanto pueda pasar lo que dices Tlacaélel, nuestro joven Tlatoani es inexperto y si no le pudiéramos aconsejar, seguro caería en las mentiras del falso Tepanecatéuctli.
· Ha llegado pues, si no estabas enterado, Itzcóatl, una comitiva del gobierno de Azcapotzalco a la puerta del camino a Tlacopan que seguro trae la invitación a la ceremonia de la toma del mando tepaneca y hace dos días que está esperando ser recibida por Chimalpopoca; no los hemos querido dejar ir así pues sabes que significaría un desprecio a Azcapotzalco, todas las naciones se nos echarían encima, nuestros aliados de Tlatelolco tienen en su gobernante al primo de Maxtla, Tlacopan es más de la mitad tepaneca…
· Lo sé hermano, lo sé… creo que tendré que tragarme mi odio y tendremos que dejar ir a Chimalpopoca a rendir tributo al nuevo rey tepaneca, aunque no lo aceptemos nosotros, pues tengo aun la esperanza que Quetzalayatzin pueda tomar ese trono…
En el otro extremo del lago, en Tezcuco, la tensión diplomática estaba casi por reventar, Netzahualcóyotl había estado ocultando a Quetzalayatzin desde que escapó del templo de Azcapotzalco, y si por alguna indiscreción de los dignatarios que eran muchos, se enteraba de eso Maxtla, haría que el temible ejército tepaneca marchara contra su noble ciudad, y seguramente los texcocanos no podrían contra él y sus aliados, solo podía haber una oportunidad contra Azcapotzalco.
Pensaba el Coyote Hambriento que la mejor estrategia era
que todas las naciones al mismo tiempo se rebelaran al poder de Maxtla.
· Sobrino mío, sabes que es un riesgo para mi pueblo que tú estés oculto aquí…
· Lo sé tío, siento poner en predicamento a tu nación, pero las garras de Maxtla y sus espías son tan largas que en cualquier parte podrían encontrarme…
· La invitación de Maxtla a la celebración de su toma del mando tepaneca está a las puertas de mi palacio, tal vez ya sepan que estás aquí, no puedo dejarlos ir así, si se van sin mi aceptación de acudir, sería la sentencia de muerte de mi nación y mi estirpe, y seguramente tu muerte. Sobrino, no pienses que soy cobarde, pero quiero invitarte a que te vayas de Tezcuco, ve a Iztapallapan, ocúltate en las cuevas del Huizachtecatl(1), mientras todo se apacigua.
Inmediatamente
el heredero tomo camino de la ribera lacustre hacia el sur para llegar a la
pequeña ciudad mitad mexica mitad acolhua.
Los mexicas de Tenochtitlán estaban temerosos de una reacción contra ellos, así que al final de meditarlo mucho, el consejo del Tlatoani aceptó que pudiera acudir a la celebración del nuevo Tepanecatéuctli.
El rey de Tezcuco tomó esta reacción mexica como buena señal y decidió acudir también, pensando en que Maxtla si quisiera hacer algo indebido los demás se le unirían y entonces se podrían sacudir todos, el yugo tepaneca.
Quetzalayatzin se sintió traicionado por sus antiguos aliados a quien pensaba pedir ayuda para recuperar su trono que por derecho le pertenecía. El príncipe empezó a forjar venganza contra los antiguos amigos, y verlos como a sus mismos enemigos.
La reunión pensada se haría en el siguiente equinoccio de verano, exactamente en el día de San Juan en nuestro calendario, la cual era una fecha significativa para los pobladores del valle lacustre.
Itzcóatl no podía acudir a rendirle tributo a los asesinos de su madre, sin embargo, debía de ir a su isla nativa para dar sepultura honrada a la que también fuera su maestra. Pensó en acompañar a Chimalpopoca hasta Huacalco y de ahí adiestrar un emisario que acuda por él para espiar y que le informe a él mismo cualquier cosa significativa. Tlacaélel no tenía intención de ir a Azcapotzalco, su alma estaba encumbrándose, pues empezaba a ver el futuro en sus sueños; se estaba convirtiendo en el nuevo cihuacóatl, y ayudado con una disciplina muy cercana a la meditación de oriente, se formaba en el artífice de un nuevo modo de pensar. Sabría cuando su nación lo necesitaría, y ese momento no era éste, aunque se acercaba. Itzcóatl no sabía que hacer, y en ese momento, le llegó una invitación para entrevistarse con el señor Netzahualcóyotl al palacio tezcocano, y en su hermosa ribera. Ahí platicó a solas con él:
· Mi señor de Tezcuco, yo no puedo acudir a la ceremonia del nuevo Tepanecatéuctli, no toleraría ver la cara del asesino de mi madre, sin embargo, usted, señor Netzahualcóyotl, confío que pueda proteger a mi señor Chimalpopoca cuando estén solos frente a Maxtlatzin y su séquito de hipócritas.
· Itzcóatl, eres como un hermano para muchos acolhuas, para mí mismo, yo daría la vida por ti, pero tu señor es joven y atrabancado. Si Maxtla ha tendido una trampa para los dos, será muy difícil cubrirle la espalda, sino fuera a costa de no cubrir la mía.
Tezcuco, una nación poderosa pero que ha crecido como hermano menor a la sombra de sus antiguos hermanos los tepanecas, no se ha dado cuenta que ya podría convertirse en una capital importante, pero ese paso sería a costa de la vida de muchos de sus guerreros, es por lo que teme tanto de enfrentarse a una guerra el señor sabio. Netzahualcóyotl es un hombre de corazón noble y fuerte. Sabe que es responsable por todo un laborioso pueblo, pero también sabe que, de haber guerra, la única salida es ir hasta el final, cueste lo que cueste. No ansiaba pelear, de hecho, preferiría a toda costa evitar confrontamientos con Maxtla, pero de haber hostilidad, sería el primero en su ejército, iría hasta enfrente, como en las antiguas guerras de los primeros pobladores del valle.
La informal entrevista en el palacio de Tezcuco, solicitada por el mismo rey, conmovió a Itzcóatl, tanto que llegó a pensar que su madre sabía en efecto, que su muerte estaba predestinada para hacer de él, lo que ella misma, Tlacaélel y la profunda alma del pueblo mexica ya presentían: es el hombre llamado a cambiar la historia de Tenochtitlán.
En el templo mayor de la plazuela de Tenochtitlán, Itzcóatl sube la escalinata, cabizbajo, tiene miedo de preguntarle a Tlacaélel, teme por las respuestas.
· Hermano mío, disculpa mi interrupción de tu momento ascético, pero mis preguntas me torturan día y noche, ¿qué haré con mi corazón? ¿Lo seguiré y acompañaré a Chimalpopoca para tener cerca al traidor y matarlo? O ¿dejaré qué él tome la iniciativa?
· Itzcóatl, éste es tu momento de decisión, nuestra maestra nos habla siempre en los sueños, sólo escúchala… no puedo decirte más, no me es permitido, sin embargo, estaré ahí contigo cuando me necesites.
Llegó la fecha indicada, los séquitos de Tlatelolco, de Tenochtitlán, de Tezcuco, de la pequeña nación tepaneca de Tlacopan, y de otras cercanas, marchaban con toda pompa a la aún capital del imperio azcapotzalca.
Los señores, nerviosos,
trataban de ocultar su sentimiento con grandes sonrisas y enormes tocados de
oro y plumas de aves de hermosos colores traídas de lugares exóticos que más de
la mitad de los pobladores no conocen, eso por supuesto, para contribuir a la
mítica y gregaria creencia de que sus señores son como los mismos dioses.
Los
dioses no temen, los dioses no muestran nerviosismo, los dioses no caen ante la
cuchilla de la brillante y filosa muerte de la obsidiana negra. Por lo tanto,
los dioses no sonríen al ir mansamente a la boca de los lobos. Ellos,
lamentablemente, no son dioses.
El escenario está listo, Maxtla se encuentra en lo alto del gran templo, los sacerdotes tienen en un recipiente ex profeso, un corazón recién extraído de lobo, uno de venado y uno de hombre. Los tres serán comidos por el futuro rey del valle. Entonces se podrá llamar y ser llamado Tepanecatéuctli.
Tres
terrazas más abajo, los séquitos de las naciones aliadas preceden a los de las
naciones dominadas.
El sumo sacerdote de Tláloc toma el corazón del lobo y lo entrega a Maxtla, que devora sin miramientos; el sacerdote que representa a la madre tierra Tonantzin, entrega el de venado y también es consumido por el usurpador con menos vehemencia. Por último, el sacerdote que representa a Ocotecuhtli da al de "Noble Taparrabo" el corazón humano quien lo toma comiéndolo lentamente, volteando hacia donde está su acérrimo rival, Netzahualcóyotl, quien es sabido, está en contra de todo ese tipo de rituales. Maxtla come imaginando que es el mismo corazón del rey de Tezcuco.
Al terminar el ritual, la expresión de aliento sale de los pobladores de Azcapotzalco, los sacerdotes sonríen seguros que su poder continuará por servir al señor de todo el valle.
Maxtla voltea y mira con desdén a Netzahualcóyotl y a Chimalpopoca. Una señal de su mano derecha, y de repente desde atrás del séquito, de entre las naciones sometidas, tres guerreros de gran tamaño se abalanzan sobre la guardia del Tlatoani y los atraviesan con sus lanzas, llegando rápidamente un cuarto hombre a degollar la garganta de Chimalpopoca.
Al mismo tiempo; otros cuatro asesinos tratan de emboscar en medio de la algarabía, al séquito del rey sabio, pero su acertada desconfianza, permite que, desde la salida de Tezcuco, Netzahualcóyotl haya tomado el lugar de uno de sus leales, y un hombre, de su misma talla, fue vestido y ataviado como señor. La impostura resultó y al matar al falso Netzahualcóyotl, el auténtico rey tomó su macuahuitl(2) y acabó con dos de los asesinos, antes de salir huyendo entre la multitud más abajo del enorme basamento.
Casi nadie se dio cuenta del crimen, salvo los que estaban muy cerca, quienes leales al nuevo señor de Azcapotzalco, no intervinieron, si acaso, sabiendo de antemano del complot, hicieron caso omiso de cuanto sucedía.
Pero de entre los mexicas que alcanzaron a huir, iba el espía de Itzcóatl, que con sumo cuidado y astucia tomó el camino a la isla de Huacalco para avisar al general de los ejércitos mexicas de lo sucedido, y vengar la muerte del joven Tlatoani.
Itzcóatl se encuentra ante de la tumba de su madre, preguntándose cómo fueron sus últimos momentos.
Aun no sabe que Chimalpopoca, su sobrino, está muerto. La tarde empieza a morir, el único sonido es del cuerpo de agua del manantial que ha sido testigo de toda la historia hasta ese momento; de su abuela, amante de su abuelo el señor Tezozómoc; del nacimiento de su madre, y del suyo mismo.
Una mano fría le toma el hombro, sorprendiéndolo. Voltea y mira a muy pocos centímetros de él, a cihuacóatl, una mujer sin pies, blanca, más bien transparente, su expresión de suplica y sollozo, sin ningún sonido, ojos vacíos y lagrimas de sangre.
Era su abuela, tal vez tratando de avisarle del peligro que le acecha a él y al pueblo mexica. Lo toma de sus hombros, quiere gritarle, pero se empieza a desvanecer. El corazón de Itzcóatl se acelera, la piel se le eriza, nunca ha podido acostumbrarse a esas apariciones.
Aunque ya no podía ver al espíritu, sentía aun sus manos tocándole los hombros. Un grito de la profundidad de la tierra sacudió el alma del hijo de Xicomoyahual, quien cayó hacia atrás, impulsado por una última fuerza de aquellas manos de ultratumba.
La obscuridad ya empezaba a aparecer, el espía sobreviviente del séquito de Chimalpopoca encontró a Itzcóatl tumbado boca arriba, lo despertó y trató de explicarle lo que había pasado en Azcapotzalco hace apenas unas horas, mencionándole que mataron también a Netzahualcóyotl (no se enteró que habían matado a un señuelo).
· Maxtla ha cometido el último de sus pecados… ¡No lo perdonarán nuestros pueblos mexica y acolhua! Acabaremos con ellos, ¡juro ante la tumba de mi madre, que yo entraré al frente de nuestro ejército en Azcapotzalco en el último de sus días…!
· Es hora de que tomes las armas, hermano, pero primero tienes que ser nombrado en Tenochtitlán el gran Huey Tlatoani, el gran señor de México…
Tlacaélel
apareció con el último rayo de Tonatiuh, el efecto era de cómo si de él mismo
surgiera.
· ¡Hermano! ¡Tú aquí! Ahora es cuando más te necesito
· Ahora es cuando no nos separaremos del destino que ya tenemos trazado…
Fin
del VI capítulo
Glosario
1
Huizachtecatl – Es
una eminencia orográfica que se levanta en el centro de la alcaldía Iztapalapa,
en el oriente de la Ciudad de México. Es un punto geográfico de gran
importancia arqueológica, puesto que en sus faldas se han descubierto indicios
de antiguos asentamientos humanos cuya antigüedad se remonta hasta el
Preclásico mesoamericano.
2
Macuahuitl - El
macuahuitl era un arma prehispánica para lucha cuerpo a cuerpo, semejante a una
maza, utilizada por los pueblos mesoamericanos como los mexicas. Consistía en
una tabla de madera con incrustaciones de afiladas hojas de obsidiana a ambos
lados, que le daban la apariencia de una espada pero que eran más eficaces para
cortar y causar heridas graves. Aunque se le atribuyen hazañas sorprendentes,
su filo no era contínuo y era frágil.