UN AMANECER DE INCERTIDUMBRE
Un amanecer de incertidumbre
Por Vickynela
¡Es una bonita vista… pero no
desde donde se admira!
Atravesé la puerta y caminé por un
largo pasillo con puertas de lado y lado cerradas, escaleras infinitas que
llevaban a la oscuridad y a la luz, otras a ningún lado, había salas de espera,
todo estaba vacío. Me sentí asustada y confundida. Abrí mis ojos y mi cuerpo
dió un brinco, era un sueño, el mismo que se repite de diferente manera pero
con los mismos elementos. ¡Sí, era un sueño!, porque al despertar me acordé que
estaba en la pesadilla, sentada en el
sillón, con frío, me había quedado dormida, fui abruptamente a la cama para
revisar a mi mamá, las alarmas de las máquinas del medicamento me despertaron, avisaban
que el suero iba a acabarse, revisé la pantalla de signos vitales y no me gustó
lo que ví, pero los doctores decían que permanecía estable. Salí del cuarto, no
sabía a donde ir, solo caminé, pase un pequeño pasillo en el piso cuatro de
terapia intermedia, me encontré con otro pasillo, ahí estaba lo que soñé: las
puertas cerradas, se podía ver pasillos arriba y abajo, no había nadie, no se
oía nada, solo se sentía una corriente de aire helado.
Decidí regresar para tomar el
elevador e ir por un café de máquina a planta baja, el elevador no tardó en
llegar, al siguiente piso se abrió, nadie subió, creó que algo quiso invitarme
a entrar a la Capilla que quedó frente a mis ojos, tal vez para reconfortarme, sentí que se había abierto a propósito, además
parecía que se había quedado detenido. Acepté bajar del elevador, de lado
derecho estaba una sala de espera vacía, puertas de cristal, era el piso de
terapia intensiva, era… parte de mi sueño. Abrí la puerta de la Capilla, me
senté y me quedé viendo la cruz que había al frente. No era una cruz cualquiera,
era como un marco protegiendo a decenas de imágenes de Dios, Advocaciones de
Jesús y la Virgen María, Santos, Arcángeles, Rosarios que ya salían de ella.
Ahí estaban varias imágenes a las que les pedía con desesperación por mi mamá, las lágrimas guardadas por días comenzaron a brotar de mis ojos sin control. Tuve muchos sentimientos, no se orar bien, detallo las cosas como si tuviera que explicarle a Dios, como si no supiera o entendiera que le solicito.
Entre mi oración, una
mano tibia tocó mi espalda y hombro, consolándome, sin decir nada, mi corazón supo
que todo estaría bien. Volteé para agradecer, pero no había nadie, estaba sola.
No me dió miedo, me quedé viendo la cruz y reflexioné: cientos de historias tristes,
dolorosas, injustas, frustrantes, pero también felices, de milagros. Cuántas
personas habían ido ahí a pedir un milagro o dar gracias, a llorar o a reclamar
a Dios.
Bien dicen que ni en una iglesia se oyen más oraciones sinceras que en un hospital. Y es cierto. Esas imágenes habían sido dejadas porque ayudaron a cumplir sus milagros. Tuve fe, tuve esperanza. Salí, volteé a la sala y ya había gente, fue raro ¿de dónde salieron?
Fui por mi café, era como si entrara otro lugar, había gente,
ruido. Regresé al cuarto, en el piso había tres enfermeros y voces, nos
saludamos, entré al cuarto y mi mamá seguía dormida.
Así pasaron varios días, otra
noche casi tres de la madrugada, salí, no subía el elevador y bajé por las
escaleras, ya estábamos en sexto piso, me detuve y volteé hacia arriba y abajo
no se veía final, había luz, seguí bajando y llegué a un piso donde detrás de
las puertas de cristal solo había oscuridad, otra de las cosas que había soñado.
Fui por un café y subí por el
elevador. Entre el cabeceo, desperté y tuve ganas de asomarme a la ventana, vi
una imagen hermosa, el amanecer, eso lo tomé como un buena señal, todo estaría
bien, lo mostré a mi mamá.