¡ YA ESTÁN AQUÍ !
¡ YA ESTÁN AQUÍ !
Por Martín Borboa Gómez
Las panaderías comienzan a elaborar rico pan en cuanto saben que habrá público que con gusto lo comprará.
Ya sea pan de muerto, cuadritos como ataúd, conchas decoradas con motivos fúnebres, espantosos o calaverosos.
Y así nos vamos a ir hasta que exploten las panaderías con bolillos y baguettes para reuniones decembrinas y luego vengan las Roscas de enero.
Harina, levadura, mantequilla, azúcar, huevo, horno, combinación culinaria, de amada gastronomía que ya se asoma por las vitrinas de las panaderías.
No se maneja como un "día" de muertos, creo el mundo comercial y degustativo lo define mejor como "temporada".
A mi me acomoda muy bien. Bienvenido ese rico pan.
Aunque mi elemento favorito, el que en verdad me significa, me hace ir con frecuencia a conseguirlo, me hace planear su obtención, y al llegar a casa acomodar la silla para el deleite que se aproxima, son las mandarinas.
En México, sus principales productores son Veracruz, Puebla y Nuevo León.
La llamada Clementina es la más popular.
Qué bonito nombre ¿verdad?
Clementina.
Las mandarinas son las que espero, las que no son de días, sino de auténtica temporada, grandes o pequeñas, verdes o maduras, en jugo o por kilo, con tallo y hoja o simplemente la fruta...
Es bienvenida como llegue, ya luego nos organizamos.
Aunque darse el tiempo de escogerlas, siempre vale la pena.
Luego hay cada producto con etiquetita individual cada mandarina, bella y parejita en su brillante color,
pero se te va la risa cuando te enteras del precio.
Yo por mí:
¡vivan las de Veracruz, Puebla y Nuevo León, o cualquier zona de nuestra amada República!.
Encajarle la uña para empezar a pelarlas,
liberarlas de su cáscara,
quitar restos de su natural envoltura,
separarla por la mitad,
seguir separando,
y cuando ya es tiempo,
morder como si fuera lo único que importara,
sin distracciones,
sin adiciones,
solo, simple, directo y fresco,
dulce bocado de mandarina,
potente jugo que acompaña el masticar,
sin prisa de tragarlo,
con los dedos impregnados de su aroma,
con la noble cáscara que no bate ni gotea,
con muy pocas semillas que en vez de incomodar,
son parte del disfrute obligado a masticar despacio,para localizarlas,
sacarlas con cuidado pues hay jugo en la boca,
y ponerlas sobre las cáscaras mencionadas,
y así,
a gusto,
disfrutarlas.
La temporada de muertos huele a mandarina,
deja a las calabazas y al cempasúchil ser el naranja decorativo,
dar el olor a campo y flor,
incluso deja a las conchas pigmentar el festejo.
Las mandarinas son para comerlas,
muchas veces ni para arriesgarlas en piñata,
mejor sacarselas antes de que le den de palazos.
Y así, en compañía de ese dulce manjar,
llega la otra fiesta, la otra celebración, que igual,
aunque es un "día", se comercializa como "temporada",
la decembrina.
Y pues ahí viene otro disfrute temporal,
pasajero, algo así como de octubre a enero,
en las tiendas se encuentra otro producto pasajero,
la tradicional cerveza Noche Buena.
Nació en 1924, así que ya tiene casi 100 años de existir.
La receta se le atribuye a Otto Neumaier, quien la creó en la Cervecería de Orizaba.
Gracias Herr Otto.
Ay que rico es beberla mientras se come a la vez una mandarina.
Y si las mandarinas son pequeñas, pues dos por cada botella.
Viva octubre con sus lunas, sus frutas y sus cervezas.
Vivan estos productos que juntos combinan tan bien.
No escribo este texto para sugerir su consumo, ni para promocionar su venta.
Lo juro.
Lo anoto única y exclusivamente porque si llega la ocasión, de que alguien gusta ponerme una ofrenda cuando haya trascendido,
sepa que en esta temporada de muertos,
ya se consiguen mandarinas y Noche Buenas,
y con eso bastara en el acomodo tradicional.
Desde ahora, mi agradecimiento.
Y créanme que en vida sí fue un deleite combinar estas dos cosas.
Me ocupé de que los productores de mandarinas y Noche buenas no vieran que su producto se quedaba en los estantes.
Hice lo que mis limitados ingresos me permitieron.
Y disfruté cada bocado y cada trago.
Sin pendientes, sin distracciones, con calma.
De octubre a enero, dos bimestres de muy personal deleite con ese binomio.
Cada semilla expulsada con gentileza y colocada sobre las cáscaras ordenadamente.
Me gusta el cempasúchil.
Me agrada la calabaza.
Me divierte el decorado.
Pero las mandarinas me seducen.
La Noche Buena me relaja.
Con esos elementos, si es su voluntad, en la ofrenda bastará.
Prometo disfrutarlas y apreciar el detalle en todo su valor.
Si pueden dejar la mandarina un poco pelada para que salga más su aroma, perfecto.
Si la cerveza puede quedar destapada, por lo mismo, genial.
La corcholata, por favor, visible ahí a un lado.
Las adoro así forradas de papel dorado.
Nuevamente mil gracias.
En reciprocidad, estaré atento a peticiones.
Que vivan nuestras tradiciones, nuestros productos, y la oportunidad de estar vivos.