LA FOTO (CONTINUACIÓN)

LA FOTO (CONTINUACIÓN)

Por Eduardo Resendiz Sánchez  

AZCAPOTZALCOGRAFÍA.

 

Crédito de imagen a quien corresponda

La primera parte de esta historia habló de un hombre que desde Estados Unidos vino a la Ciudad de México, a Azcapotzalco, con la foto de su sobrina, para buscarla. Cuando por fin pudo dar con ella, su intempestiva manera de seguirla y tratar de hacer contacto con ella, la espantó, y en una calle solitaria con lluvia ella alcanzó a hacer la parada a un taxi que apareció repentinamente. Ella subió al taxi ansiosa de escapar del la amenaza que representaba ese desconocido que la acechaba.

En una escena agitada, nerviosa, de angustia y esperanza de escape, ahí nos quedamos…

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Ahora continúa:

 

El taxi frenó repentinamente, patinando las llantas de atrás, los baches llenos de agua, parecían pequeños mares, la mujer gritó,---¡ qué le pasa está loco, no frene, siga avanzando, no ve que puede ser un asesino!.

El taxista — no pasa nada señorita, cálmese—, sus manos buscaron en la guantera, sintió algo frío y duro, una pistola negra, que guardaba por los rateros, que seguido se subían al taxi.

—-deje ver que quiere ese hombre, me hacía señas de que me parara --- le dijo el taxista.


    No vaya por favor, no vaya ----le dijo la mujer.

 

Cerró la puerta del taxi, sus pasos eran lentos, arrastrando los pies, su respiración agitada, no quitaba la vista del hombre que estaba enfrente de él, cada vez se acercaba más, cuando estuvo en frente de él, no se imaginó cuan alto era, lo miraba con ojos fijos sin parpadear, negros penetrantes, causaban miedo, veía como el agua escurría por su sombrero, la lluvia fina se confundida con la noche, la respiración de los dos hombres, se hacía una sola, los dos frente a frente, sin salir palabras, se estudiaban con los ojos, había quien soltaba la primera palabra.

Se acercó un poco más, el hombre alto, de sus labios secos; salieron palabras huecas: — dígale a la señorita, que mi nombre es: Marco López Sandoval.

El taxista regresó a su vehículo, abrió la puerta de un jalón, la mujer no le quitaba los ojos de encima.

—- Unos segundos de silencio --- y con palabras fuertes explicó:--- me dijo su nombre: el señor se llama: Marco López,----no acabó de pronunciar su nombre,---- ¿qué?, ¿cómo dijo?, su cara se llenó de asombro, sus ojos negros lo miraban atentamente, se limpio el agua de su cara, sus manos temblaban,----- es mi tío,---le dijo al taxista---- el taxista confundido le preguntó:

¿Por qué huía de él?

—- No sabá que era él, y de ese nombre, yo pensaba que estaba ya muerto, hace muchos años que no sé nada de él.

Salió del taxi, con pasos temblorosos, camino al hombre que de lejos parecía una sombra.

Se miraron, dos personas extrañas, lejanas, uno hizo su vida en Estados Unidos, la otra en México.

Dos almas gemelas, separadas por el destino, dos rumbos diferentes, dos extraños en busca de su propio porvenir, el querer y no poder, encontrar el amor maternal que la vida los había llevado por caminos diferentes, hoy, si hoy, los años los habían juntado, en una noche de lluvias y de rayos, de confusión, espanto.

Se juntaban por primera vez, después del hermano muerto, una carta, una foto, un lunar en la nariz, unas palabras en español e inglés, una mujer sola en Azcapotzalco, que mas podía hacer el destino, con dos extraños que se juntaron, los años de separación, la incomunicación, los recuerdos, pero estaban ahí, vivos, buscaban afecto y cariño.

Se abrazaron, un abrazo anhelado, un abrazo fuerte, lleno de cariño, que ella buscaba desde hace mucho tiempo, ella sentía el latido del corazón de su tío latir junto al de su pecho, él percibía emoción en el pulso de su sobrina, que estaba convertida en toda una mujer, la lluvia bañaba sus cuerpos, la noche los cubría sin luna llena, su respiración se hacía una, cómplices de un afecto negado, dos sombras, dos lluvias…

--- Tío: mi madre me hablaba mucho de ti, te quería mucho—él no sabía si estaba llorando, mientras hablaba él miraba lo parecido que tenía con su hermano, ese lunar a un lado de la nariz que todos tenían, una marca familiar, que se había extendido a los sobrinos.

Sacó de su gabardina negra la foto vieja que guardaba desde hace muchos años ---- mira me la mandó mi hermano, durante muchos años la he guardado, ella se sorprendió nunca la había visto--- tío, quédate conmigo, no tengo a nadie, vivo sola, me haces falta ------ él la miro con sus ojos negros de herencia familiar---- aquí no tengo nada, todo lo que hice, lo tengo en Estados Unidos ----- yo trabajaré por ti, no te vayas---.

El taxista miraba el drama familiar, el de la gabardina le indicó que se acercara, sacó de su bolsa dólares, le pagó, arrancó su taxi.

Puso sus zapatillas rojas en sus pies, la abrazó --- vamos pues al pueblito que dices que se llama San Martín,--- no hables rápido, no te entiendo nada, las palabras ya se me olvidaron, caminaron en medio de la lluvia, ella seguía hablando, a lo lejos se oía el taxi como se alejaba…..

 

FIN

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