XANCOPINCA, EL MANANTIAL ESCONDIDO (Capítulo 2 de 7)
XANCOPINCA, EL MANANTIAL ESCONDIDO (Capítulo 2 de 7)
Por David Briones
AZCAPOTZALCOGRAFÍA.
II. La hija del Rey
Los
días de lluvia pasaron, los de frío que cala los huesos llegaron y se fueron
también, y a mediados de la época de calor, el vientre de Iztacxóchitl estaba
por explotar, la matrona le reveló una noticia que la desilusionó un poco, esperaba
una niña, pero la curandera le vislumbró que en un futuro sería madre de
un gran señor que cambiaría los tiempos.
Aun sin dar a luz, Iztacxóchitl seguía trabajando en sus huacallis y en la siembra de calabacitas en su pequeña chinampa.
Su
padre aceptaba con cierta indiferencia el embarazo de su hija, en el fondo no
le agradaba Tezozómoc, pues el padre de éste, Acolnáhuatl, mató a muchos de sus
amigos y compañeros de armas; él nunca confiará en los “que se sientan en las
rocas” (tepanecas).
Los vecinos ya corrían el rumor de que el padre del bebé de Iztacxóchitl, era el mismísimo Tepanecatéuctli Tezozómoc, rumores que no tardaron en llegar a oídos de los consejeros del nuevo rey de Azcapotzalco.
Tezozómoc no imaginó que se tratara de Iztacxóchitl y al principio no creía que fueran más que rumores falsos de alguna dama herida, por no haberla escogido como su primera esposa.
Además,
en ese momento se ocupaba de pensar en cómo acrecentar los tributos para
engrandecer su reino recién heredado.
Junto con sus consejeros y generales trazaban planes para conquistar naciones, ya sea por las armas o emparentando.
Uno de sus consejeros que le animaba a tener hijos de inmediato, conoció el rumor y se interesó por la mujer embarazada.
Si
era varón el próximo hijo, sería su primogénito, y tendría derecho al trono. No
se podía permitir que el hijo de una esclava o artesana fuera la madre del
futuro rey. Así que resolvió irle a buscar, confirmar que se trataba del hijo
de Tezozómoc y matarle junto con el producto no nacido.
Se dirigió al lugar referido, y el consejero logró entrevistarse con el cacique de Huacalco. Éste a su vez lo llevó con la matrona que le confirmó lo que ella misma había visto en el manantial.
El
bebé que esperaba la mujer era de Tezozómoc.
Pero
también le aclaró que Cihuateteo le dijo que iba a ser mujer.
El cacique de Huacalco fue por Iztacxóchitl y la llevó en presencia del consejero tepaneca.
Al saber que iba a ser mujer, se tranquilizó de no tener que matar a la chica y a la no nacida, e invitó a la madre a entrevistarse con el mismo Tepanecatéuctli; siendo una niña, hija del rey, sería útil y podría aprovecharse en un futuro para casarse con un señor de otra nación y convertirla o mantenerla como aliada.
Tezozómoc buscaba ya tener un hijo varón con su nueva esposa Chalchiuhcozcatzin, la que ya estaba embarazada.
Cuando el consejero le informó a su señor acerca de su hija por nacer, éste quiso ver a Iztacxóchitl. La observó y reconoció inmediatamente a su amante del manantial.
· ¿Buena mujer, me recuerdas? Sé que estás a punto de tener una hija, y quiero que lleve mi descendencia, podrá vivir en el palacio, sin embargo, tú no la podrás ver… sé que es difícil, pero ella podría ser un día la esposa de un rey formando alianza y ayudará a hacer más grande nuestra nación.
· Sé que sería mejor para ella ser hija de un señor como usted que vivir a mi lado haciendo huacallis, pero si es posible, me gustaría que se le preguntara a ella al momento que tenga entendimiento y sepa que es lo que quiere. Déjeme decirle, señor, que soy adoradora de nuestra señora Cihuacóatl y me gustaría enseñarle a mi hija a que lo sea también.
· Bien pues, que ella
decida cuando pueda hablar por sí misma.
Tras un tiempo, nació la hija de Iztacxóchitl en el jacal de Huacalco, eso quiso ella, para que su tierra fuera la misma que la de su madre y su abuela antes que ella.
El
nacimiento fue pasada la media noche, la matrona limpió a la niña y la entregó
a su madre. Afortunadamente ambas estaban sanas, y, aun cuando se acostumbraba
a parir en cuclillas, Iztacxóchitl se recostó para descansar y darle la primera
leche a la bebé.
· ¿Qué nombre le pondrás? - le preguntó la vieja.
· No lo sé, no creo que
importe eso ahora, tengo que llevársela a Cihuacóatl para darle gracias por
habérmela dado.
Iztacxochitl no durmió, esa noche escuchó de nuevo el murmullo de la guardiana del manantial y en voz baja le dijo que antes del alba llevaría a la pequeña a tomar su primer baño en sus limpias aguas. No había pues amanecido y la humilde mujer llevó a la niña hacia Motlatican (1).
Metió sus pies en un diminuto remanso y destapó únicamente la cabeza de la pequeña, tan sólo para mojarle un poco de su mollera, tal vez intuyendo el bautismo cristiano; y le oró de la misma forma que lo venía haciendo:
· Hermosa guardiana del agua que fluye para nuestra vida y la de todas las creaturas, que nos das de tu pureza vital desde dentro de la misma madre Tierra, aquí te traigo a mi hija, expresándote las gracias por dármela, por haber enviado al rey mismo a que fuera padre de ella y encomendándola a ti, pues su futuro es turbio y con obstáculos.
Hasta ese momento las oraciones a la diosa del manantial habían sido como un monólogo en cierto sentido, ella hablaba, la deidad contestaba con acciones, o a lo más, murmullos que, sabía Iztacxóchitl, eran su forma natural de respuesta. Una forma plenamente mística de comunicarse.
Una amable voz se escuchó entonces:
· Hija mía, yo Cihuacóatl soy tan tu madre como lo es también Cihuateteo, que vigila a Tonatiuh en el crepúsculo, ella fue quien pidió tu vida a cambio de la suya, pues ella estaba destinada a ser la principal de este manantial. Pero los designios de lo más poderoso de la tierra y el firmamento amaban su valentía y la colocaron en su tarea diaria…
Iztacxóchitl escuchaba la voz sin garganta, la voz de murmullo de viento. Le daba escalofríos, puesto que el espíritu nunca había contestado de esa forma, con palabras perfectamente audibles, sin embargo, no sentía miedo. La “aparición” era sólo para los oídos y ella lamentaba no poder verla con sus propios ojos. Pero ahí estaba...
· Hoy yo te hablo - prosiguió la voz sin cuerpo- con el viento, para conocer tu alma y revelarte el destino de tu hija, ella a su vez dará a luz a un varón líder de su pueblo, ganará batallas, será conocido… pero requiere un gran sacrificio.
· Madre Cihuacóatl, cual sea, yo lo haré por ella…
· Yo fui mujer y madre, como tú, me sacrifiqué al manantial a cambio de mis hijos, para que sobrevivieran, ahora te lo pido a ti, pues mi alma pide descanso, y las tareas que vienen serán para proteger a todo nuestro pueblo…
Las místicas palabras de la guardiana eran confusas para Iztacxóchitl, sin embargo, parecían alertarle lo que ella misma ya temía, que no estaría mucho tiempo para su hija, para enseñarle todo lo que ella era…
· La nombrarás Xicomoyahual, “‘la que predica desde dentro”, pues su boca aconsejará con palabras de Cihuacóatl a los hombres. El sacrificio que te pido es que tomes mi lugar cuando tus días de caminar por la tierra lleguen a su fin…
· Así lo haré, madre guardiana del agua sagrada de Xiamcopincan.
El amanecer rompió en ese momento, terminando con el encuentro sobrenatural, los cantos de los pájaros cenzontle y los vuelos rasos de los tzanatli despertaban el mundo.
A
Iztacxóchitl le había estremecido ese
último pedimento, la idea de ese sacrificio, pero la noticia del futuro de
su hija la hacía sentirse optimista, llevando en sus brazos a Xicomoyahual a su
jacal, observándose un brillo especial en los ojos de ambas, que se miraban como si entendieran las dos el
papel que se les acababa de asignar a cada una de ellas.
El firmamento rojizo poblado de nubes blanco-grisáceas, que les cubría, hacía imaginar una visión de vuelo como de pájaro para pasar por encima de ellas y comprobar si son del mismo color desde arriba, tratando de alcanzar el disco de Tonatiuh, antes de que salga por completo de debajo del plano de la madre tierra, y alcanzar a divisar los ocho niveles para conocer la tierra de los muertos, la tierra del señor Mictlantecuhtli (2) y su señora Mictecacíhuatl (3)… todo el vuelo con blindaje mas allá de la vida.
Fin
del capítulo II
(1) Motlatincan - o Motlatiqui, significa el manantial
escondido, aunque los tepanecas lo conocían como Xiamcopincan, que quiere
decir: el lugar donde se hacen los adobes.
(2) Mictlantecuhtli – Dios o Señor del Mictlán (o Señor del lugar de los muertos) Mictlán o lugar de los muertos, en la mitología mexica, zapoteca y mixteca es el dios del inframundo y de los muertos.
(3) Mictecacíhuatl - Diosa mexica del inframundo, conocida como la "Señora de la Muerte" o la "Reina del Mictlán". Era la esposa de Mictlantecuhtli, el señor de la muerte, y juntos gobernaban el Mictlán.